Capítulo 39. A solas

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Eiren:

Cuando sientes tantas emociones a la vez y percibes una explosión de sentimientos desgarradores carcomiendo tu alma, llega un punto donde detonas y lo que prosigue luego de eso es un estado neutro, cabizbajo y derrotado. Te hace sentir exhausto, como si ya estuvieras cansada de cosechar dolor tras lamento. Lo que no cambia es ese suplicio en tu pecho, pareciera que lo estuvieran oprimiendo hasta reventar lo que sea que este ahí adentro y en este caso, es mi corazón, tan marchito y prisionero de las circunstancias que tiene que tolerar.

Me siento vulnerable, frágil y débil, como una hoja seca tendida sobre el suelo, donde cualquier individuo la puede pisotear sin percatarse y volverla millones de fragmentos. Me siento rota, con las piezas esparcidas y deterioradas. Estoy mal, tan destrozada y fatigada por todo lo que he tenido que sobrellevar que quiero, deseo... acabar con este martirio, ponerle un severo punto y final a esto, a un vivir que me daña, me hiere.

Las ráfagas de aflicción, pesar y congoja me castigan con unos fuertes azotazos en mi cuerpo, esos golpes se convierten en potentes escalofríos que calan hasta los dedos más pequeños de mis pies. Mi corazón late desbocado, como si quiera salirse de mi pecho por permanecer en una envoltura lastimada. Aun siento la ansiedad, el miedo y la zozobra de lo que estaba por suceder. Noto como de repente alguna parte de mi ser respinga por lo azorada que estaba hace minutos.

Las lágrimas no han dejado de brotar, claro, lo único diferente es la carencia de jadeos y gemidos quejumbrosos. Cada gota salada quema en su viaje por mi piel y cuando una de ellas transita por el corte de mi mejilla, un ardor colosal me hace cerrar los parpados y morder mi labio inferior. Todo mi cuerpo quema, escuece y tirita, siquiera he visto las heridas de mi rostro para afirmar que si, como supongo, son fatales.

Jarel ha estado ahí, no se ha movido ni un centímetro de mi cuerpo. Me mantengo en el medio de sus piernas mientras cada una yace alrededor de las mías, mi rostro está apoyado en su pecho y mis manos toman con fuerza la tela de esa zona para caer en cuenta y asegurar que no se irá, que no me dejará sola. Sus brazos me rodean con vigor, con firmeza y su quijada reposa sobre la coronilla de mi cabeza donde, en ciertos momentos deja un dulce beso, uno casto pero que para mí significa un hermoso y genuino gesto.

Un gimoteo trastorna mi respiración cuando recuerdo el susto que recibí al ver a Isaac a través del espejo. Rememoro lo que sentí en ese instante, cuando lo anunciado por parte de Keitan cobró sentido y vida. Abro la boca para respirar pero un fuerte dolor se acentúa en mi labio superior. Intento hablar pero estoy afónica, mi tono es tan áspero y ronco que molesta.

—Tranquila —pronuncia con suavidad, meciéndome.

Inhalo profundamente y un suspiro tembloroso se hace escuchar. Me aproximo más al chico de ojos grisáceos, si es que es posible, y cierro los ojos, intentando tener la mente en blanco; sin embargo, al intentarlo lo que obtengo son flashes de este infierno. Abro los parpados, sobresaltada y sintiendo las manos de Wagner sobre mí, aun cuando él está ahí, desfallecido.

— ¿vivirá? —cuestiono con la voz rasposa. Siento el pecho de Jarel elevarse al tomar un gran respiro.

—No —responde con desdén. Me alejo de él para atisbar su cuerpo fallecido, pero las manos de Jarel sostienen mi rostro para evitar mi cometido —no lo mires —indica, alzando mi semblante para dar con sus ojos. Su mirada no observa las heridas de mi piel, solo sostiene mi vista y se funde en ella —tenemos que salir de aquí.

—se darán cuenta de lo que...

—Yo me encargaré de eso más tarde —anuncia, deslizando su pulgar por mi mejilla sana.

Indagando su oscuridad✔. EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora