C A T O R C E

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Gema se quitó la blusa y miró a Nickolas quien sonreía victorioso jugando con su falda. Después de todo habían terminado apostando como dos infantiles niños. Si Gema respondía bien, Nickolas se quitaba una prenda y si se equivocaba ella debía quitarse una. No me miren a mí, yo no tuve que ver con su decisión.

–Vamos con otra –Nickolas leyó las notas de Clöe que se le habían quedado– ¿gracias a quién las mujeres pudieron votar?

–Eh... –Gema mordió su labio interior– ¿Pablo... –Nickolas sonrió –esa está difícil.

–¿Quién era Carlos Ibáñez?

–Fue presidente de la república en dos ocasiones –al ver que había acertado, miró como Nickolas se levantaba y se deshacía de sus vaqueros. Llevó una almohada a su rostro y se acomodó en el sofá, bajando la mirada al suelo, evitando a toda costa mirarlo. Habían decidido jugar desde lejos, pero no lo suficientemente lejos.

Al ver la hora no se preocupó, sabía la regla de memoria: Avisar a su padre que llegaría tarde y por qué. Cosa que ya había hecho.

–No es justo, terminaré sin ropa –se quejó el pelirrojo.

–Nada me haría más feliz –comentó divertida.

Se miraron durante unos segundos, los cuales bastaron para incomodarlos de sobremanera.

–Lo que hicimos estuvo muy mal –musitó Gema jugando con sus piernas que caían por el brazo del sofá. Giró su cabeza al oír algo y se encontró de frente con el rostro de Nickolas.

–Escucha... –revolvió su cabello, pensando en las palabras correctas para aclarar su error de la manera más honesta posible –engañe a Clöe porque es tan parecida a mí, que nuestras sábanas nunca están calientes, no como sé que estarían contigo Gema. Irradias calor, fuego, pasión, deseo. Tu personalidad, más que tu físico, enloquece rápidamente.

Gema entreabrió los labios y se tensó al sentir los suaves dedos de Nickolas acariciarlos, con pausa, deleitándose de ellos ante el suave roce.

–Engañe a Aiden porque jamás... –avergonzada, corrió el rostro, pero Nickolas la obligó a mirarlo, quería saber el problema y si podía solucionarlo, no dudaría en hacerlo. Ella merecía tener a un buen hombre a su lado –es humillante para mí como mujer, ¿de acuerdo? A diferencia de ti, Aiden nunca me ha hecho suya, él no me ha hecho temblar y vibrar de tal manera que piense en él todas las noches rogando que me diera una vez más un orgasmo, solo uno –mordió con fuerza su labio, cerrando los ojos para buscar alguna manera de borrar lo que había dicho, pero ya era tarde. Nickolas se inclinó sobre ella y ambos, dejando de lado la imagen de sus novios por primera vez, solo pensaron que eran Gema y Nickolas, dos personas avergonzadas de sus relaciones insatisfechas en diversas formas.

Gema le enseño que, a pesar de haber apreció y cariño, si no sabes hacer sentir a tu pareja como quien es, esa persona que te alborota las hormonas y te hace cometer estupideces, entonces no lo estás haciendo bien, o en simples palabras no es la persona correcta. Nickolas, en cambio, le había enseñado que tener sexo con tu pareja no lo era todo, también debía haber pasión y deseo, para que el frío de ambos cuerpos se descongelara totalmente.

Belle, ¿me permites hacerte olvidar entre mis sábanas? –con aquella pregunta tan insinuadora, Gema no pudo resistir el cosquilleo que recorrió el interior de sus muslos, causando un estremecimiento por todo su cuerpo.

Nickolas se sorprendió cuando la morena paso una pierna por encima, dejando ambas a sus costados. Algo más que mojada, se frotó contra la entrepierna de Nickolas, una que en segundos se endureció, arrancándole varios suspiros. Ambos conectaron sus miradas, unas destellantes de sentimientos, los que se dejaron ver a través de sus manos. Nickolas se levantó y caminó sosteniéndola del trasero hasta su habitación donde la recostó y, con coquetería, mordió su cuello y bajó hasta sus senos formando un camino de besos. Gema irguió la espalda al sentir dos de sus dedos introducirse de sopetón en su interior y, sin evitarlo, soltó un pequeño gemido, uno que hizo desear a Nickolas recibir muchos más. Bajó sus bragas y recorrió sus piernas a la vez, hasta que la fina tela cayó al suelo alfombrado.

–Esta vez –Gema tomó una bocanada de aire– te puedes venir dentro –al ver que el pelirrojo miraba fijamente sus labios, disfrutó de bajarle el bóxer liberando la erección que luchaba por salir hacía ya un rato.

–No me negaré a nada contigo, debes saberlo bien –hipnotizado, se terminó de sacar el bóxer y, separando las piernas de Gema, se adentró en su vagina lubricada, se afirmó con fuerza a cada lado de su cabeza y empujó sus caderas para abrirse paso en su interior húmedo y caliente. Gema entreabrió los labios y fascinada, aceptó los labios del chico que la hacía suya en ese momento, que la hacía sentir única y deseada. Se besaron sin sentir culpa por primera vez, sin sentir que traicionaban a alguien, ya habían entendido que se necesitaba estar con la persona incorrecta las veces que fueran necesarias para encontrar así, la persona que lograra encenderte con una mirada, y no solo pasionalmente, también tus sentimientos, porque ellos no se apagan de la nada, ellos sobreviven hasta el último aliento.

Nickolas le hizo a Gema lo que nunca antes le había hecho a otra mujer, porque así es como la veía. Entre besos, Gema terminó por aferrarse a las caderas de Nickolas y se arremetió contra él con exigencia, dejando que dominara la situación todo el tiempo. Cuando sintió la última estocada se dejó caer y llenar por el líquido seminal de Nickolas, el cual era caliente, y en su interior le encontraba una textura refrescante. Nickolas cayó a su lado y ambos cerraron los ojos, con sus cuerpos desnudos y sus pechos subiendo y bajando con rapidez.

Ambos querían demostrarse a sí mismos que si iban a cometer un error, este fuera con la persona que valga la pena.

Después de todo, ya saben. De los errores se aprende, no hay mejor enseñanza que las equivocaciones.

Una hora después, ambos estaban duchados y vestidos. Gema se acercó a la puerta, se detuvo y se giró para mirar a Nickolas con una despampanante sonrisa,

–Ha sido un placer, profesor Greyson.

–El placer fue mío, señorita Anderson.

Belle petite [+16]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora