HAPPINESS
Un Otabek de trece años estaba parado frente al espejo de su habitación una vez más tratando de atar su preciada corbata, cosa que se le hacía más difícil con el pasar de los años.
Pensó que sería una terrible idea pedirle ayuda a su vecino de al lado, Yuri Plisetsky. La última vez que hablaron fue hace tres años, y a pesar de que siempre se veían en clases, en el parque, en fiestas o jugando en los patios traseros, nunca entablaban una conversación estable o merecedora de una gran amistad.
Pero también necesitaba ayuda para atar aquella “estúpida corbata” –como Yuri la había llamado– porque se le haría tarde para una importante reunión a la que debían atender sus padres.
Como siempre, había un pequeño detalle.
Su madre no podía saber que iba a casa de Yuri, ¡porque vamos! Lo menos que necesitaba la ya exhausta madre kajaza era que su hijo le dijera para ir a casa de su amigo. Ella pensaría que Otabek quiere jugar con el niño rubio, y por ende no lo dejaría salir, por eso era mejor mantenerlo todo bajo perfil.
Y el niño kazajo era muy bueno haciendo eso.
Caminó hasta el balcón, admirando el roble que había entre ambas mansiones, y luego estaba el balcón de la habitación de Yuri. Gracias a la puerta de cristal del balcón, Otabek podía visualizar al pequeño ruso jugando videojuegos a espaldas de él.
—¡Yuri!
Llamó con precaución, tratando de no ser escuchado por sus padres. Pero sabía que si seguía llamando al rubio con ese tono de voz jamás lo escucharía.
Tuvo una idea.
Cerró cuidadosamente la puerta de cristal de su balcón, se aupó encima de la baranda de hierro hasta llegar a una fuerte y resistente rama del roble, se subió a ésta y comenzó a gatear por el árbol hasta llegar al otro balcón. Cuando puso sus pies en concreto, suspiró.
“Lo que hago por un simple pedazo de tela...” Pensó el moreno subiendo sus gruesas cejas.
Tocó la puerta de cristal, obteniendo la atención plena de Yuri, quien estaba sorprendido por tan repentina aparición del kazajo.
—¿Qué haces aquí, estúpido? —pregunta rápidamente cuando abre la puerta y sale al balcón con sus ojos bien abiertos, aunque luego sacude su cabeza—. No espera... ¿Cómo llegaste hasta aquí?
—Por el árbol —respondió el kazajo sin muchos rodeos—. Necesito que me ates la corbata, por favor.
—¿Arriesgaste tu estúpida vida para venir a arreglarte la estúpida corbata? —El pobre ruso de diez años aún no lo creía, aunque le daba algo de risa la situación.
—Sí, lo hice. Y deja de decir estúpido; es estúpido. Ahora, ¿podrías ayudarme?
—Acabas de decir que es estúpido decir estúpido.
—¿Me vas a ayudar o no?
Yuri mostró una pequeña sonrisa, ahora era él quien molestaba a Otabek.
—Bien, estúpido. —Había hecho caso omiso a las palabras del pelinegro sobre aquel insulto, pero prosiguió a desatar aquel intento de corbata.
Se acercó a el mayor, sintiéndose por primera vez pequeño frente a él, cruzó la tela quién sabe cuántas veces, para dar con un resultado elegante.
El kazajo no podía ver exactamente cómo Yuri arreglaba su corbata, puesto que su cuello no daba para tal elasticidad, pero sí lograba ver la cara de concentración que el menor tenía.
Su lengua estaba entre sus dientes, sus ojos habían estado enfocados solamente en la tela costosa, sus manos frágiles se aferraban un poco al pecho del pelinegro, y su cabello rubio –un poco más crecido que la última vez– era empujado de forma delicada debido a la fina brisa que dejaba su pasar.
—Gracias, Yuri —murmuró no muy bajo debido a la cercanía, sin mostrar siquiera una sonrisa de agradecimiento. Así era él, de pocas palabras y de expresión vacía.
—De nada, Ota... Otaba- Oteba- Bekabek... —Yuri nunca había encontrado una razón por la cual pronunciar el nombre del mayor, pero justo en ese momento se moría de la vergüenza por no poder pronunciarlo—. Oto... ¿Beka?
Otabek sonrió ante todos los intentos fallidos.
—Bebabek, Otobeka... No me convencen. —El niño kazajo colocó un dedo en su barbilla—. Ya que estamos, te llamaré Yuro.
—¡Qué feo! —Yuri rodó los ojos y haciendo un poco de escándalo. Para entonces, ya Otabek entendía que Yuri amaba ser un exagerado—. Si yo soy Yuro entonces tú debes ser... Oto.
—Suena a camionero texano.
—Entonces... Beka.
—Eh. Es mejor que Oto —asintió Otabek encogiendo los hombros, volviendo a encaramarse encima de la rama del árbol, listo para irse de vuelta a su hogar—. Hasta luego, Yura.
—¡Hasta nunca, Bokota! —Rió el rubio con malicia en su angelical rostro, esperando a que el kazajo llegara salvo y sano a su balcón.
Yuri sintió repulsión cuando una sonrisa verdadera apareció en su cara una vez Otabek estaba en su casa.
—Asco —susurró Yuri adentrándose nuevamente a su habitación.
Definitivamente esa tarde fue algo extraña para ambos.
♡ ♡ ♡
Bebabek more like Bekabae ;-)

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corbatas | otayuri
Short Story『 mejores amigos ! au 』 toda su relación se basaba en corbatas mal atadas, trajes elegantes y malhumor. (2017)