Prólogo

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¿Sabes cuándo sostienes un globo, pero éste acaba soltándose de alguna forma y se te va de las manos?
Esa es la sensación que a mí me quedó aquel día.
Yo no quería que aquello sucediera así, pero al fin y al cabo, nosotros no somos los que tenemos el control de las cosas. Según en qué situaciones, actuamos de una forma u otra, y eso, crea consecuencias.
Yo no tenía nada decente en mí. Era irrespetuoso y maleducado. Todo me parecía una farsa y pensaba que la gente nunca era de fiar.
Todas las mañanas cogía el tren para cumplir con mis asuntos, aquel día era viernes y yo iba justo de tiempo, llegué y fue entonces cuando la vi, apoyada en una de las columnas de la estación. Sujetaba un libro del cual no alcancé a leer el título en aquel entonces. La mochila colgaba de uno de sus hombros​ y parecía estar más vacía que llena. La melena volaba al viento y algunos de sus mechones que se cruzaban en su vista, ella los apartaba con su mano libre, ajena a que yo la observaba y a que ese simple gesto me parecía realmente hipnótico. Los pantalones le quedaban algo flojos y la sudadera más larga de lo habitual. Tal vez ese sea el nuevo estilo ahora.
El tren llegó y ella se subió al vagón con prisa. Ella sabía que si no se apuraba, se quedaría sin asiento a esas horas de la mañana.
Ese no era mi tren y aún así me subí igual. Avancé por el estrecho pasillo y me senté enfrente de ella. La observé durante todo el camino sabiendo que con mis gafas de sol, ella no lo notaría. Se veía despreocupada de todo lo que la rodeaba, y el único que mantenía toda su atención era el libro que sostenía entre sus manos.
Ya habíamos pasado tres paradas y hasta que fue la cuarta, ella no bajó.
Así es como supe cual era su destino. No era un barrio muy seguro y me preguntaba si era allí en donde estudiaba.
Quería averiguarlo pero no podría. No había razón para saberlo. Ella era desconocida para mí y yo para ella.
Lo éramos antes de que una mañana, se le cayese el billete al subir al tren y yo me acercara a hablarle.
-¡Niña!Se te ha caído esto.- Subí mi puño mostrando el papel rosado.
-Gracias.- Contestó ella casi sin mirarme.
Arrebató el boleto de mis manos, y se adentró en el tren sin prestar la más mínima atención a nada más que no fuera encontrar un asiento libre.
Desde ese día, no volvió a aparecer por la estación, entonces comprendí que ella no me pertenecía, y que tal vez su vida no encajaría nunca con la mía.
Ella era simple y joven. Yo era un chico con demasiadas complicaciones.
Ella era mi globo, y yo el propio viento que me me lo arrebataba.

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Una nueva historia para alimentar a otro tipo de corazones lectores. Espero que os guste y sigáis con mi otra novela "Prometo volver... A quererte".
Gracias por leer.

"Los chicos malos quieren a las chicas buenas."
J.G.

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