Parada 21: Aaron: Comienzan los problemas.

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Estoy ansioso porque Hada termine de arreglarse para venir a la cama y ver cómo reacciona. Desde esta tarde en la que nos hemos besado, no se ha vuelto a acercar a mí. Tal vez la haya asustado al abalanzarme sobre ella sin darle tiempo a reaccionar, pero ella me besó antes y probó mis labios sin permiso. Hada quería besarme, no sé si por curiosidad o porque lo deseaba tanto como yo, el caso es que pasamos un buen rato saboreándonos hasta que yo mismo decidí parar. Aquello no era correcto, y era la primera vez que eso me importaba.
Entiendo que un beso, es algo más personal, una acción que se hace por amor, y aquello no lo era, por eso, cuando solía echar algún polvo con alguna de las mujeres que me frecuentaban, jamás les comía la boca y no dejaba que lo hicieran ellas conmigo. Hada, es la única a la que decidí besar por voluntad propia y eso es lo que realmente me aterra.
He soñado con ella desnuda sobre mi cama. Me he despertado sudando con una excitación increíblemente dolorosa, y entonces era cuando me giraba y la veía a mi lado, dormida y con su expresión inocente y dócil.
¡Debo de quitármela de la cabeza!

Estos pensamientos, me preocupan constantemente porque Hada me recuerda a una chica que había conocido años atrás, cuando todavía tenía veinte años y comenzaba en el negocio sucio. Ella estaba esperando el tren con la mochila rota y vieja, su melena al viento y un libro entre sus manos, siempre ajena a lo que ocurría en el exterior, nada más que se percataba cuando el tren llegaba y ella debía de subir para no perderlo y no quedarse en la estación, sola.
No he vuelto a verla y desde entonces aparecía en mis sueños continuamente. Hada, es la que ocupa ahora mi cabeza la mayor parte del tiempo.
Ambas son parecidas y diferentes a la vez.
Ambas me gustan de alguna forma.

Hada sale del baño por fin, y observo como camina con la cabeza baja sin mirarme en ningún momento. Se mete dentro de cama y me da la espalda. Quiero hablarle y decirle que me mire, que no tenga miedo de lo que ocurrió, pero al mismo tiempo, soy yo el que teme su reacción. Debería de sudármela, pero ya no lo hace.
Apago la lámpara y me acuesto mirando las curvas de su espalda, tan finas, tan elegantes. Esta chica todavía no conoce el potencial de su belleza y sigue pidiéndome pantalones y sudaderas flojas, pero ya estoy harto de que se esconda incluso de mí, así que por la mañana saldré al pueblo para comprarle algún vestido y algún jersey que sea de su talla.
Me reincorporo un poco y la veo dormida. ¡Dios¡ Estoy jodidamente caliente y no puedo hacer nada con ello. ¿Hasta cuándo durará ésto?

Acabé pasando casi toda la noche despierto porque hace años que no consigo dormir más de cuatro horas, y menos ahora que ella duerme conmigo. Normalmente busca mi calor y acaba abrazándose a mí y a aferrarse a mi pecho habitualmente desnudo. Yo quiero hacer lo mismo con ella, apoyar mi cabeza entre sus senos y sentir bajo mi mejilla su suavidad para más tarde hacerla mía.

¿Se habrá acostado con alguien ya? Si es así, ¿quién sería el cabrón hijo de puta tan afortunado como para meterse entre sus piernas? Le tengo envidia, y no de la sana.

Intento borrar ese tipo de pensamientos porque ya bastante tiene con estar atemorizada por René y El Rata, y yo no quiero estar en su lista negra.

Me siento una mala persona siempre que estoy con ella. Nunca he sido un chico demasiado sociable y tampoco conservo amigos del colegio o del instituto. Mi vida siempre giró en torno a lo que el Rubio me obligaba a hacer.
Recuerdo que cuando era pequeño, los otros niños se metían conmigo porque decían que era débil. A veces llegaba con moratones en las piernas y el Rubio solía pegarme más, por qué decía que así me acostumbraría al dolor y que las palizas de esos niños, no serían nada comparado a las que me daba él. ¡Menudo desgraciado!
En el instituto los otros chicos me odiaban por que la mayoría de chicas, querían siempre tener algo amoroso conmigo y no con muchos de ellos. Fui popular los primeros años, los dos últimos en cambio, me volví solitario porque el Rata y el Rubio me obligaban a no entablar relaciones, querían que acabara siendo apático. En aquel entonces no entendía bien el por qué, pero luego supe que si yo no tenía sentimientos hacia otras personas, era más fácil el trabajo que ellos tenían para mí. Aunque al principio fue duro, luego no sentí pena por nadie. Pero luego llegó aquella chica del tren y más tarde, Hada. Es imposible para mí no sentir nada ahora.

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