8° Parada: Hada- Gracias.

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Los gemidos que venían de la parte de arriba de la cabaña, eran demasiado sonoros. Hada no conseguía dormir por que los dos individuos, que estaban en el piso superior al sótano, retozaban como animales.
Odiaba estar en aquel lugar, encerrada y sin posibilidad de poder hacer absolutamente nada sin que nadie la vigilase. Si no estuviera atada, tal vez podría aprovechar ese momento de debilidad de la pareja de arriba para buscar por donde escapar, pero aquella maldita cadena que le provocaba moratones en el tobillo, no la dejaba desplazarse más de un par de metros. No era suficiente ni si quiera para llegar a las escaleras.

Los alaridos de la mujer le recordaba a cuando llegaba tarde del trabajo y sus vecinos lo hacían sin ninguna vergüenza a toda voz. Se acordaba de las veces que los había maldecido por no dejarla descansar y las ganas que había tenido de no vivir en aquel lugar. Ahora, echaba tanto de menos el vivir allí...

¿Y sus padres? Tenía tanto miedo que todavía no se había parado a pensar en ellos detenidamente. Estaba segura de que su madre lloraba angustiada todas las noches y su padre intentaba animarla sin éxito. Él es callado y no suele mostrar sus sentimientos, pero en esos momentos, sabía que estaría destrozado lamentándose a escondidas de su madre para no preocuparla más.

  - Papi, mami... ¡Os quiero tanto!-  Hada daría lo que fuera por hablar con ellos y tranquilizarlos diciéndoles que estaba bien, diciéndoles, que estaba viva.
 
Cerró los ojos ignorando los gemidos y pensó en como era su vida semanas atrás.

Era jueves y Hada había salido de clases apurada para llegar a tiempo a su quedada con Gina y Cate. Todavía tenía que ir a coger la bolsa con el pijama y las cosas de aseo a su casa.
Su padre estaba preparándose para ir a trabajar. Ese día le tocaba otra ruta, así que no podría llevar a Hada. A pesar de ser taxista, casi nunca podía ir a por su hija por que a las horas que ella salía del trabajo, él solía estar de servicio, llevando a alguien a cualquier lugar. Esas horas, eran las de más trabajo para el hombre.
Su madre por el contrario, tenía la noche libre, por lo que se dedicaría a cocinar para el día siguiente, que le tocaba turno de mañana y no tendría tiempo de hacerlo.

  - Cariño, ¿Quieres que te acompañe yo a casa de tu amiga? No me gusta que andes sola a estas horas.- Sara, se preocupaba siempre por Hada. El barrio lo ameritaba.

Si supieras lo tarde que llego los fines de semana- Pensó la chica.
  - ¡Qué va, mamá! Está controlado. Además, todavía no es noche cerrada.
  - Puedo llevarte hasta la mitad del​ camino, hija.- Raimundo compartía la misma preocupación que su mujer.
  - ¡Está bien! Si así estáis más tranquilos, acepto la propuesta.- Hada echó el bolso sobre su hombro y se encaminó a besar a su madre para despedirse.
  - Pásalo bien, Cariño. Y si salís, tened cuidado.
  - Sí, mamá. No te preocupes que tengo veinte años.
  - Recientemente cumplidos. Para mí aún estás en los diecinueve.- Argumentó la madre.
  - Venga, vamos, o ambos llegaremos tarde.- Apuró su padre.
 
Llegaron hasta la mitad del camino como habían propuesto y luego Hada cogió un autobús urbano que la llevaría a la casa de Georgina.

Esa noche no había nadie en su casa. Sus padres trabajaban juntos en una empresa y la mayoría de veces tenían que viajar para valorar o cerrar negocios. Su hermano Bryan, tenía veinticinco años y casi todos los jueves salía con sus amigos de la facultad a alguna que otra fiesta.

Caterina hacía casi una hora que ya había llegado por lo que ayudó a Georgina a preparar las pizzas y las palomitas.
Hada tendió en alto una bolsa azul con un cubo de helado de frutas del bosque. Gina y Cate, abrazaron a Hada en aprobación de dicho dulce y las tres e carcajearon.
Había sido una noche simple, de pelis y comida basura añadiendo algún que otro cotilleo del trabajo.
  - ¡Vamos, Hada! Eric está muy bueno, deberías de salir con él.- Insistió Gina.
  - Eric, es sólo mi amigo. Un compañero de trabajo cercano, nada más.
  - Yo también creo que haríais una bonita pareja.- Apoyó Caterina a Gina.- ¿Por qué no lo intentas? A lo mejor te acaba gustando como algo más.
  - De verdad que no. Me siento incómoda hablando de este tema. ¿Podemos seguir con la peli?
  - ¡Jo, tía! Que poco aventurera eres... Se quejó la morena.

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