Capitulo 13 - "Estrellas"

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Aidan POV.

Lo primero que veo al abrir la puerta de la habitación es a Rob llevándose una rebanada de pizza a la boca.

-¡No! –grito tan fuerte que incluso Avril salta del sofá con expresión horrorizada-. ¡¿Qué diablos haces?!

Lo mas rápido que puedo llego hasta la cama y le arrebato el trozo de pizza antes de que intente morderlo.

Por suerte está intacto.

-¡¿Cuántos se ha comido?! –le pregunto a Avril.

-Ninguno –contesta Rob-. Relájate. Será el primero apenas.

-Pues no –me niego-. Olvídate de la pizza.

-Aidan por Dios –se queja.

-El doctor dijo que nada de alimentos sólidos en un mes.

-Pero ya van veinticinco días –repite.

-Pues espérate otros cinco más.

La mirada de Rob es envenenada, pero no me importa.

Aniquilo a Avril con mis ojos y rápidamente ella toma sus cosas.

-Lo siento –exclama-. Ya sabes cómo se pone.

-Se supone que lo debes de cuidar –me quejo.

-Lo estaba haciendo –replica-. Pero ya sabes como es. Por suerte ya estás aquí.

-Sí. Por surte –concuerdo.

Me sonríe y se marcha, dejándome solo con un Rob fastidiado y molesto.

-Aunque me pongas esa cara –remarco-. No voy a darte nada.

Alejo la pizza de nosotros y regreso al sofá junto a la cama para sentarme.

-Tengo hambre –se queja él mientras yo abro el libro que había estado leyendo.

-Kiara no tarda en llegar.

-No quiero comida de hospital –dice-. Quiero comida real. Por Dios. Estuve a dos minutos de poder comer.

Bajo el libro y le clavo la mirada a él.

Está fastidiado y claramente molesto.

Pero en realidad se ve adorable.

Su cabello ha crecido muchísimo, al grado de formarse perfectos rizos obscuros.

Su piel va adquiriendo nuevamente los tonos rosas que le dan ese toque de inocencia, y en contraste su barba obscura está muy crecida dándole un aspecto mayor.

-Tu estomago aun no lo soportaría –le digo-. Y mucho menos esa grasosa rebanada de comida procesada.

-Es pizza –replica-. Tengo años sin comer pizza. Déjame darle una mordida solamente.

Niego con la cabeza y él rueda los ojos..

Me pongo de pie y le hago una seña para que me deje un lugar en la cama.

-¿Qué haces? –inquiere.

-Quiero acostarme –le digo-. Córrete.

-No –replica-. Quiero seguir molesto un poco más contigo.

-No me importa –exclamo-. Hazte a un lado.

Y sonríe, rendido dejándome un lugar en la cama.

Me recuesto sobre el colchón y él acomoda su brazo para no lastimarlo.

Aún tiene intravenosas y algunos cables para medir su ritmo cardiaco, pero todo es diferente ahora.

El último adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora