Capitulo 18 - "Ultimo adiós".

3.3K 410 197
                                    


Aidan POV.

Robert Stanford (mi mejor amigo, mi primer amor, mi cómplice, mi primer beso real, mi ángel), partió de este mundo un mes con diecisiete días después de que regresáramos de Phinlandia.

Quisiera decir que fue fácil, que estábamos preparados, pero sería una mentira.

Y es que no importa el tiempo que tuviste para hacerte a la idea, nada alivianará el dolor de su partida.

Pero fue feliz, sus últimos días, estoy seguro que lo fue.

No estuvo en un hospital, encerrado en cuatro paredes.

Estuvo en su casa, con las personas que lo querían, y todos los que lo admirábamos.

Fuimos al parque, al cine, a cenar; vimos todo el trayecto de la luna durante varias noches cuando nos quedábamos despiertos en su jardín.

Nos fumamos varios cigarrillos, y tomamos Jack Daniels todo el tiempo que se pudo.

Tuvo su tiempo familiar, y varios días a solas, a petición suya.

Lo visitaron amigos, de todos lados.

Del equipo de futbol, de la escuela, del trabajo.

Él... fue feliz.

Fue feliz hasta su último día.

Y todos fuimos lo bastante fuertes para tolerar las últimas semanas con él, y demostrarle siempre la felicidad que nos daba tenerlo con nosotros.

Dos meses, eso fue lo que el doctor le dio de tiempo.

Y aunque fue un poco menos que eso, hizo todo lo que quiso durante ese lapso.

Todos... intentamos ser fuertes por él, pero llorábamos en silencio y a escondidas.

Cuando se quedaba dormido, o cuando se distraía.

Pero él odiaba vernos llorar.

Así que lo evitábamos a cualquier costa.

Aunque bueno, era casi imposible.

Recuerdo la última noche que lo vi de pie:

Estábamos en su balcón, mirando la luna.

Él hablaba sobre las constelaciones, y sobre como las estrellas seguían brillando aun y cuando su luz se había acabado hace miles de años.

Yo había perdido el hilo de sus palabras, pues solo me concentraba en mirarlo.

Mirar su piel pálida, sus hermosos ojos curiosos y su semblante lleno de conocimiento.

Su cabello rizado, pues se lo había dejado largo nuevamente, y el piercing en la ceja. El maldito piercing que nunca se quitó.

Ya amaba esa pieza metálica.

Él seguía hablando, sabrá Dios sobre que, cuando volteo a mirarme y se dio cuenta de que no le estaba prestando atención en lo absoluto.

-¿Qué? –me preguntó, sonriendo.

Para ese momento ya tenía mis ojos llenos de lágrimas.

Diablos, Robert, te amo.

Me limité a negar con la cabeza, y él se acercó a mí, envolvió sus brazos en mi cuerpo y me dio un beso en la mejilla.

-Ni se te ocurra llorar –dijo contra mi oído.

Y así fue como me tragué el nudo que tenía en la garganta.

El último adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora