Capítulo 1.

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Aquella tarde de lluvia de abril, Mateo no encontraba una respuesta, lo que acababa de llegar a sus oídos todavía retumbaba en sus adentros, era un silencio ensordecedor que hacía eco en la desagradable noticia que recibió de quien menos lo esperaba. Salió de su universidad y se dirigió al café más cercano, el cual distaba apenas dos cuadras del recinto aquel. Al llegar, vio la mesa ideal donde le gustaría sentarse, estaba al fondo de aquel acogedor lugar y dejaba vista periférica para no perderse de todo lo que ocurría a su alrededor, la música estaba a un volumen bajo, pero era buena. Era imposible no reconocer -para él- los compases de esa canción de Silvio Rodríguez que tan bonitos recuerdos le traía a la memoria y que no hacía más que ahondar su profundo dolor; la luz era tenue, lo que le daba al cafetín un aspecto bohemio y solitario, justo lo que Mateo necesitaba o quizás lo que no...
Se sentó y de inmediato centró sus ojos en la nada, como buscando en ella la respuesta que necesitaba escuchar, estaba destrozado por dentro y sus ojos transpiraban aquel dolor. Cuando el camarero del lugar le preguntó qué le gustaría tomar, Mateo estaba tan ensimismado que no le notó estar. El camarero habló más fuerte, regresándolo a su lugar en la tierra, obligándolo a vivir su realidad.
¿Qué desea, joven? -preguntó muy amable el camarero, que portaba un broche rojo en su camisa con lo que Mateo supuso era su nombre, Santiago.
Un café, nada más -respondió Mateo, tan frío como la lágrima que ahora estaba rodando por su mejilla derecha.
El camarero, al verle llorar, regresó contrariado hacia la barra del lugar. Santiago siguió inmerso en la soledad y amargura de aquella tarde gris, hasta que sucedió...

Sombras y derivas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora