Capítulo 9

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Confundido, contrariado, excitado, con un vacío existencial; así quedó Mateo después de su clase de matemáticas. Todos, incluso su mejor amigo, lo miraban con duda, con curiosidad y confusión en sus rostros. Los mejores estudiantes de la clase estaban atónitos, no sabían lo que había pasado, ni porqué el hecho de citar a Fibonacci había puesto tan eufórico a un profesor carente de emociones, mucho menos de halagos hacia alguien, no encontraban el descubrimiento o quizás era el celo característico que causa el poder que significa estar siempre arriba.

Estos nerdos no resisten que alguien más tenga la razón además de ellos.

Lo que menos quería Mateo era ser visto así, estaba demasiado acostumbrado al confort de no preocuparse por estudiar, a estar a mitad de tabla entre los promedios de la clase y no pretendía, en lo absoluto, quitarle el lugar a nadie porque para él esas cosas no eran importantes y lo de esa mañana no había sido nada más que un golpe de suerte, algo que llamó su atención y que de casualidad también llamó la atención del profesor, más nada.

Lo que sí lo tenía pensativo era el sobre que le había dejado Sánchez al final de la clase en la paleta de su pupitre barnizado a la mitad, manchado con sus siglas. No tenía la menor idea de porqué lo había dejado ni tampoco qué podría contener ese enigmático sobre.

¿Una carta, dinero, una broma, una fotografía?

Resolvió abrirlo en su casa, en medio de su soledad. Quizás fuera una nota para sus padres o alguna burla del profesor, quien acostumbraba hacerle bromas a todos sus alumnos, recalcándoles siempre sus bajos coeficientes intelectuales. Incluso pensó en lanzarlo al bote de basura, pero se lo pensó dos veces al descubrir que en la cara del sobre había una frase que rezaba, con letra fea pero legible: Todo lo que hagas con él puede ser usado en tu contra.

Lo tomó y lo deslizó entre las hojas de un libro de Erasmo de Rotterdam que estaba leyendo, para asegurarse de poder encontrarlo cuando quisiera ver el contenido del sobre.

Óscar llegó a su lado, le puso una mano en el hombro izquierdo y sonriendo le dijo: -La cagaste, ese maje no te va a dejar en paz hasta que descubrás donde vive Dios, qué hace y cuál es el origen de todo- soltó una carcajada.

-No creo, seguro es una de sus tantas bromas. Sólo fue una coincidencia, después ni se va a acordar de mí -respondió devolviéndole la sonrisa, pero sin quitar de su rostro la evidencia de preocupación.

-No te preocupés, a lo mejor es algo bueno, no todo con él tiene que ser un desastre y, si no es así, pues todo normal, como siempre. No creo que te ahuevés por eso.

Óscar sonaba tranquilizador, comprensivo. A pesar de su forma de ser tan explosiva y original, siempre sabía ser serio en los momentos en que lo necesitaba. Era su único amigo, confiaba en él, le quería. Resolvió abrir con él el sobre, e investigar el contenido, después de todo estaba seguro de que no era material de la CIA, ni una plaga que pudiera soltarse cuando abriera el sobre; además, si era una broma, se reirían juntos y si era un problema, lo resolverían de igual manera. Para ellos la verdadera amistad se manifestaba en los predicamentos, en los momentos en que todos te dan la espalda. Resolver problemas con alguien que te conoce un poco más que uno mismo siempre es una ventaja, y estaba dispuesto a aprovechar esa ventaja, en el hipotético caso de que se hubiera metido en un problema con ese viejo de piedad escasa o casi nula.

Sombras y derivas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora