Capítulo 10

29 2 0
                                    

En la oscuridad de su cuarto estaba Él.

Se quitó sus botines, metió sus pies en las suaves sandalias italianas que le había regalado la última mujer con la que había estado, hace ya cinco años, y se enfiló a su pequeña cocina, apenas al otro lado del cuarto ya que su apartamento era apenas un espacio para algunas cosas, Él y sus ideas. Mientras avanzaba cojeando por su crónico dolor de rodilla y su ajetreado día, resolvió hacerse una sopa de pollo para poder cenar rápido -a las cuatro de la tarde- e irse a acostar para poner en orden todas esas ideas que había tenido los dos últimos excitantes días.

Creo que tengo la coartada correcta, todo está en el orden que necesito- pensaba para sí, mientras rebanaba con un desafilado cuchillo una hermosa cebolla dulce.

Cenó sin pensar en nada más que la suculenta comida que tenía ante sí y, cuando terminó, mientras lavaba los platos, se preguntó si alguna vez su vida había tenido sentido, se hizo las mismas preguntas que todas las personas solitarias una vez que los alcanza la soledad: ¿Seré importante para alguien? ¿Me querrá alguien en el mundo? ¿Alguna vez alguien me recordará cuando ya no esté?

Y en menos tiempo de lo que percibió se encontró sentado en su cama, llorando y lamentándose de su soledad, de haber perdido tan joven a aquel amor que nunca más recobró, a ese amor que buscó en otras mujeres y nunca encontró; a esa pasión que alguna vez despertó esa muchacha de pelo crespo a la que amó como a nadie y que perdió por su infidelidad. Recordó cada momento a su lado, la felicidad que vivió junto a ella, felicidad que nunca más había experimentado, felicidad que se había visto obligado a buscar en los libros, en las cosas académicas, en la música y, porqué no, en la soledad misma.

Se preguntó qué sería de ella ahora mismo, dónde y con quién estaría, quién sería el dueño de esa mujer que alguna vez se había declarado sólo suya, para siempre. No había duda, los acontecimientos recientes lo habían llevado a una de esas tantas crisis que tenía mucho tiempo de no experimentar: la del anhelo y la añoranza de lo que se ha perdido para siempre.

El profesor Sánchez nunca se casó, nunca llegó a engendrar un hijo, no por mera impotencia, sino por desgana o quizás sólo por miedo. Él era de la opinión de que los hijos se educan mejor si los cuidas con la mujer que más ames en la vida y, para él, el amor de la vida de cada quien sólo pasaba una vez y una vez que lo dejas escapar, jamás vuelve; y así había tratado de vivir, refrendando siempre lo que pensaba; círculo vicioso que lo había llevado a ese momento de su vida en el que la soledad era su mejor compañía y ya no tenía tiempo de lamentarse de todo lo que había perdido, sino de valorar todo lo que aún le daba tiempo de ganar en este juego que llamamos vida.

Hace tres días había tenido la idea más grande de su existencia, algo que dejaría su alma perenne hasta la eternidad, era su boleto para vivir para siempre, como él mismo la denominaba. Pensó llevar todo lo que sabía, toda la experiencia que la vida, los golpes y los sufrimientos le habían llevado a conocer, para crear ciencia, amor, imaginación, empatía y otros valores que, creía él, podían cambiar vidas y que, sin merecerlo, llenarían en él ese vacío que por tantos años buscó llenar y que nunca logró. Él creía haber encontrado la fórmula para crear todas esas características en las que el mundo confía todas las cosas buenas; el método para no dejer de existir por medio de otros y esa era una de las pocas circunstancias en las que él creía que se acercaba a la felicidad que alguna vez experimentó en el amor. Las arrugas de sus ojos y las comisuras de su boca cobraron vida para esbozar una leve, pero purificadora sonrisa.

La última lágrima fría en su mejilla le confirmó que era la idea perfecta, que debía hacerlo, que podía vivir para siempre, que aún había una luz de esperanza, que aún podía remediarlo. Se cambió rápidamente de ropa, se acostó y se lanzó sin paracaídas a la muerte cotidiana: el sueño.

Sombras y derivas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora