Capítulo XII - Regreso al Infierno

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Los Angeles - California - 2016

- ¡Diablos! - exclamó Mary Richardson, la entrevistadora del show de tv para el que Katherine estaba ofreciendo una entrevista exclusiva con respecto a su nuevo libro - queremos saber... ¿que paso después de eso? El publico esta ansioso.
- pausare un rato la historia del libro, si es que están de acuerdo... - dijo Katherine mirando al público - y contaré todo lo que pasó antes de mi regreso - agrego.
- adelante, hemos estado esperando por eso también ¡¿no es así?! - exclamó Mary emocionada. El publico enloquecido en sus asientos salto de emoción mientras gritaban un rotundo "si"
- Fue un 7 de Noviembre del 2015 cuando las puertas del infierno se abrieron nuevamente para mí... Recuerdo haber salido del instituto con Summer en mi espalda, casi arrastrándola hasta que por fin dimos con una carretera, recuerdo también que era una noche silenciosa y fría, con una enorme luna llena en el cielo, que alumbraba todo el lugar, ningún auto pasaba, solo se podía escuchar a las cigarras y grillos cantar, adornando el silencio que nos envolvía. Mire hacia atrás y vi que no me había alejado tanto, así que entre en desespero y acelere el paso, asustada de que alguna fuerza demoniaca me llevase consigo una vez más y me encerrara. Fue una caminata de aproximadamente unas 6 horas hasta llegar a una vieja gasolinera. "ayuda" fue la primera y única palabra que pude decir al entrar, luego de eso, me desplome por completo en el piso.


Desperté, exaltada y me di cuenta de que todo era real, había logrado escapar, estaba a salvo, literalmente a salvo, luego de mirar a mí alrededor me di cuenta de que estaba en una cama de hospital, con una mascarilla de oxígeno en mi rostro y una solución conectada en mi brazo derecho. De inmediato una sonrisa enorme se dibujó en mi rostro, con un par de lágrimas corriendo por mis ojos de tanta emoción, era algo increíble, pero como todo lo bueno algo malo debía pasar. Justo cuando fui a tocar mi barriga sentí algo diferente... ya no estaba, ya no había nada dentro, ¿Qué había pasado con mi bebe? Me pregunte entrando en desesperación una vez más. Una enfermera entro a la habitación, intente hablar pero no pude, estaba muda, estaba débil, sentía mis labrios quebrados, mi garganta seca como si no hubiese bebido agua durante días. Sorprendida se acercó a mí y dijo "por fin despierta Sra. Parker" con una sonrisa en su rostro. Levanto de un jalón la sábana azul que me cubría, de improviso sus ojos se abrieron con una fuerte expresión de asombro. ¿Qué pasa? Me pregunte. Mientras ella salía corriendo de la habitación. Justo al regresar acompañada de lo que parecía ser un doctor y un par de camilleros, escuche como esta le pregunto "¿cuál cree usted que haya sido la hora del deceso?" a lo que este quedo pensando mientras no dejaba de ver hacia mi entrepierna. Levante la mirada y allí estaba, la sábana blanca cubierta de sangre, espesa y roja, con lo que parecía ser mi bebe, aun con su cordón umbilical colgando. Empecé a llorar agitada, escuche como el doctor dijo que mi ritmo cardiaco bajaba con rapidez, mis ojos se cerraban de a poco, mientras yo me quedaba sin aire a pesar de estar recibiendo oxígeno, ¿ya era mi hora? Eso esperaba en realidad, perder a mi hijo hizo que mi corazón se detuviese, por unos segundos sentí que ya había llegado a mi límite y que no valía la pena luchar por más nada, así que solo así deje salir mi último aliento. Morí, por un par de segundos, cuando de pronto abrí mis ojos una vez más, logre revivir gracias a la máquina de electrochoque que utilizo el médico para traerme de regreso, no estaba dispuesto a dejarme partir. Quede perpleja, por todo, la perdida de mi hijo y por cómo me derrumbe, por como anhele que la muerte viniese por mí, ni siquiera pensé en las personas que me necesitaban, me sentí egoísta, miserable y débil, pero no había marcha atrás, el presente estaba entre mis ojos y el único modo de no sentir culpa alguna era regresar a como dé lugar para lograr o al menos intentar rescatar a los chicos, pero para ello necesitaría ayuda, toda la ayuda posible o que pudiese conseguir. No tomo mucho tiempo para que de la nada me levantase de la cama, una enfermera trato de detenerme, no estaba del todo bien, pero no había tiempo que perder, así que entre regaños termine golpeándola en el rostro, dejándola tendida en el piso. Salí caminando por el enorme pasillo, blanco e iluminado por los grandes focos de luz fluorescente que colgaban del techo, las personas y personal del hospital me vieron, manchada de sangre, justo en mi entrepierna, mientras a mi paso dejaba un rastro de la misma, la salida estaba entre mis ojos, pero me detuvieron. Desesperada trate de zafarme de los enormes brazos de los camilleros que me retenían con gran fuerza. Recuerdo haber mordido a uno de ellos tan fuerte que mi rostro quedo lleno de sangre, mientras su antebrazo chorreaba gran cantidad de sangre. Una enfermera se acercó a mí, recuerdo que en su rostro había temor. Yo estaba frenética, ansiosa por salir, no aguanta más estar encerrada, quería irme, quería ir por mis compañeros, no quería perder más tiempo, de ser así... ellos morirían. Ella se acercó más y más a mi e intento inyectarme lo que supuse que era un sedante pero con mis pies la detuve. Empujándola con fuerza hacia atrás, no pateándola. Creí por un instante, en serio creí que podría irme como si nada, la puerta estaba en mis narices, solo necesitaba librarme del camillero que me sostenía, lo patee en las bolas dejándolo en posición fetal quejándose mientras colocaba sus manos en su entrepierna. Me levante con rapidez dejando las baldosas blancas cubiertas de sangre, no solo la que salía de mi vagina sino también la del camillero que había mordido. Coloque mi pie derecho justo en la puerta de salida, cuando sentí que alguien me tomo de la cintura y me levanto, mientras caminaba en retroceso conmigo en brazos. Empecé a agitarme, moviendo brazos y pie, intento golpear a quien me sostuviese. Sentí como una aguja penetro mi brazo derecho para después ver como mis brazos y piernas caían como si estuviese agotada, después de correr un maratón, mientras mis ojos empezaban a sentirse pesados, pedí disculpas por el desastre que había causado, lo último que observe fue la cara de las personas mirándome como si estuviese loca.

CONDENADOS - DESCENDIENTES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora