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Alec sollozaba lo mas silencioso que podía mientras el hombre acariciaba su cuerpo herido por debajo de la ropa y jadeaba, ya había recibido dos mordidas en el cuello y una bofetada por llorar e implorar que le dejara en paz, y su mente repetía una y otra vez el nombre de aquel chico de brillantes ojos como una plegaria para que alguien lo salvara, pero no, nadie llegaba, nadie abría la puerta y mataba al hombre.

Nadie.

Otra lágrima bajó por su mejilla y humedeció la almohada bajo su cabeza, removiéndose ya inútilmente para liberarse de la cinta que sujetaba sus manos al cabecero de la cama, la sudadera se desprendió de su cuerpo y el hombre la subió para cubrir sus ojos con ella.

- Mira nada mas; tranquilo ángel, te dejaré marcas mucho mas hermosas...- mordió un lado de su pecho haciéndole gritar de dolor y recibiendo otro golpe.

- No sería mala idea vendarte la boca también - rió el hombre mientras buscaba otra cinta y sellaba los labios del ojiazul antes de volver a pasar los suyos por la pálida y lastimada piel.

"¿Donde estás...? Te necesito, dijiste que me protegerías..."

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Magnus miraba como el líquido escarlata se escurría por los vidrios rotos del espejo y llegaba al piso haciendo manchas extrañas, no sabía cuanto tiempo llevaba allí; apretaba la herida contra un pañuelo en un intento de detener el sangrado y trataba de alejar de su mente todos esos pensamientos; Alec siendo lastimado, Alec llorando y gritando de dolor y miedo, Alec, Alec, Alec...

Se puso en pie dirigiéndose al baño para abrir el agua tibia y quitarse la ropa para lavarse la sangre, ahora seca, que había atravesado la tela de sus ropas manchando su morena piel, metió la mano herida haciendo una mueca de dolor cuando el agua ingresó a las heridas disolviendo la sangre y luego entró todo su cuerpo calentándose con el agua y tiñíendose de un extraño color, apoyó la cabeza en la pared de pura y blanca loza mientras algunas gotas de agua salada escapaban de sus ojos cerrados.

"Maldito cobarde..."

Pronunció en su mente.

Frotó el agua por su cuerpo quitando el olor a hierro con jabón de menta y suspiró profundamente, estaba tan cansado, pero pensando en lo que su precioso querubín estaría sufriendo, probablemente no pegaría un ojo en toda la noche.

Cerró la llave y se secó y vistió, miró su reflejo frente al espejo y no pudo reconocerse a si mismo; las ojeras bajo los ojos, la apenas perceptible purpurina sobre sus ojos y cabello, sus ojos estaban apagados...

Suspiró y quitó el maquillaje restante, se puso la gabardina negra que tenía por pijama y se sentó en la cama para luego caer de espaldas suavemente y mirar el cielo raso, sonrió un poco; hace tanto no lo hacia...

- Hola mamá...- murmuró, - Hace mucho que...no hablamos ¿Cierto?, te he hechado de menos...-

Sonrió con mas tristeza aún, - Han pasado muchas cosas y, conocí a alguien;...pero él es un prisionero de papá y lo lastiman, nadie puede saber que lo estoy ayudando, nadie puede saberlo o jamás podré ser libre...- sorbió su nariz, - Soy un cobarde ¿Cierto?-

Lloró nuevamente ahogando sus sollozos para que nadie pudiera oírlo, - ¿Por qué ya no me respondes mamá?, ¿Tambien me odias ahora...? - lloró con mas fuerza hasta que finalmente tuvo que acallar su dolor contra las almohadas, pudo sentir su corazón romperse mas, si es que eso era posible...

Vivir sin miedo [Malec]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora