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A la mañana siguiente la casa estaba en total silencio, no había nadie, nadie a excepción de Magnus.

Abrió los ojos luego de haber tratado de quitar el producto de sus lágrimas frotándolos y se sentó en la cama, su ropa estaba arrugada y aunque se hubiera duchado, juraría nunca haberse sentido mas sucio; abrió la puerta y recorrió el tan conocido camino al lecho de tortura de su ángel; pero al llegar, la puerta estaba abierta.

Se adentró en el cuarto mientras su corazón se aceleraba poco a poco, estaba vacía, el viejo colchón empapado en un determinado rincón de sangre, la cual también estaba en gotas y chorros por el suelo del cuarto, quitó el colchón encontrándose con la botella de agua que rellenaba cada día y...su chaqueta.

La tomó entre sus manos notando lo arrugada que estaba, había sangre en ciertas partes, pero también estaba húmeda, y Magnus temió que fueran lágrimas, lágrimas derramadas por su querubín de ojos azules cada noche que él no estaba presente, cada lágrima compuesta de pequeñas plegarias de salvación y gritos de dolor.

Salió de aquel lugar dirigiéndose a la oficina de su padre tomando entre sus manos la caja donde estaban las cosas de su padre y horrorizarse al darse cuenta de dos objetos faltantes.

La llave de la cueva y el arma cargada.

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Alec sollozaba, sus lágrimas desaparecían contra el pañuelo y apretaba las manos para no comenzar a lastimarse a si mismo con furia antes de que lo mataran, el potente olor a cigarrillos y el gélido tacto de la piel de Jonathan contra sus muñecas apretándolas con fuerza y besando de vez en cuando su mentón le hacían sentir nauseas.

- Fuiste malo mientras estuviste conmigo, quizás me divierta un poco antes de que te llenen el pecho de plomo...-

Alec negó rápidamente con la cabeza rogando a gruñidos que no le lastimara, que ya no le hicieran mas daño, sintió las frías manos del ojiverde subir por su pecho bajo la ropa y revivir muy malos recuerdos, recuerdos que le tomaría años borrar de su mente, o apenas unas horas dependiendo de si se apiadaban de él o no.

Las manos de Jonathan se colaron dentro de su pantalón tocando si cuidado alguno su piel arañándola y lastimándola mas (solo si eso era posible), haciéndole gritar contra las vendas y sollozar con fuerza, pero nadie vendría, y ya estaba resignado a ello.

La punzada de dolor que le recorrió fue tal que no pudo evitar gritar y llorar sacudiendo las manos tratando de separar la mano de Jonathan de allí abajo, le dolía, mucho y juraba que en unos segundos sentiría la sangre resbalándose por la parte interna de sus piernas.
Gritó, claro que lo hizo, hasta que su garganta ardió, pero Jonathan continuaba, alejó su mano dejándole una sensación dolorosa en la parte baja del abdomen y se aceptó su doloroso destino cuando oyó como se quitaba el cinturón; pero el sonido de la puerta de metal resonando en el casi vacío lugar hizo que se detuviera; un gruñido casi bestial salió de la garganta del platinado y subió sin cuidado los pantalones de Alec y lo colocó de nuevo sobre el trozo de cartón del suelo.

Se puso en pie y Alec oyó como la puerta era abierta y cerrada dejando el lugar solo, frío y silencioso si no fuera por sus sollozos.

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- ¡La encontramos! - gritó Henry entrando de golpe en la habitación, - La otra señal, está en Carson City, en nevada, si, es algo lejos, pero todo valdrá la pena, se lo aseguro.

- No veo que esperamos, debemos partir ahora, no hallamos nada y no seguiré perdiendo mi tiempo - Robert comenzó a guardar algunas cosas en la mochila.

Vivir sin miedo [Malec]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora