EL ENCUENTRO

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Era la tarde de un caluroso viernes de julio 1958. Israel, Lydia, y yo estábamos sentados en los escalones de la entrada frente a mi apartamento cuando algunos de los muchachos se acercaron corriendo por la calle. -¡Eh! ¿Qué pasa? -les grité

- Hay un circo en la escuela -contestó uno de los muchachos-. No hay muchas actividades en Brooklyn. Esta es una de las razones por la cual teníamos que crear nuestros propios pasatiempos en forma de peleas, drogas y sexo. Cualquier cosa era mejor que el aburrimiento de no hacer nada. De manera que nos dirigimos a través del parque hacia la escuela en la calle St. Edward.

Al llegar, una gran muchedumbre se había formado enfrente de la escuela pública número 67. Nos abrimos paso a codazos por entre la muchedumbre derribando a los pequeños al suelo para ver lo que pasaba.

Un hombre estaba de pie en una esquina tocando «Firmes y Adelante» con una trompeta. Tocó la misma melodía muchas veces. Cerca de él, de pie en la acera, había otro hombre. El hombre más flaco, más débil y más enfermizo que jamás había visto. Por encima de ellos ondeaba al aire una bandera estadounidense.

Al fin, el trompetista dejó de tocar y la muchedumbre comenzó a gritarle. Como cíen muchachos y muchachas se habían congregado, cerrado el paso en la calle y la acera.

El hombre flaco tenía un taburete de piano que había obtenido de la escuela. Se subió sobre él y abrió un libro negro. Comenzamos a alborotar y a gritar. Se quedó con la cabeza inclinada y podíamos ver que tenía miedo. La gritería se intensificó. La muchedumbre estaba apretada cerca de él. Yo tenía el brazo alrededor de Lydia. Ella se reía mientras yo metía la mano por debajo de su suéter.

Pronto me di cuenta de que todo el mundo quedó en silencio. Quité mi atención de Lydia y miré hacia el hombre en el taburete de piano. Estaba de pié con la cabeza inclinada y con el libro negro abierto en las manos ante él. Una sensación de susto me llenó, como la que yo sentía en Puerto Rico cuando mi padre ejercía la brujería. Todo se tornó extrañamente quieto y aun los automóviles en Park Avenue, a una distancia de media cuadra, parecían no hacer ruido. Era un silencio sobrenatural. Yo tenía miedo.

El viejo temor que no había sentido desde que me hice miembro de los Mau Mau, de súbito me inundó. Era el mismo temor contra el que había luchado en la corte frente al juez. Era el temor que sentía la noche que caminé a casa después del día que pasé con el psicólogo. Cada vez había podido evadirlo y escaparme de él. Pero ahora se apoderó de mi corazón y de mi cuerpo, y podía sentirlo agarrarse a mi alma misma. Deseaba escaparme corriendo pero todas las demás personas escuchaban y esperaban.

De repente, el hombre flaco alzó la cabeza y con una voz tan débil que apenas podía oírse, empezó a leer del libro negro ... «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna».

Yo estaba temblando de miedo. Este tipo tenía que ser una especie de cura o brujo o algo así. Había hablado acerca del amor. Yo sabía acerca del amor. Yo era experto. Extendí la mano y pellizqué la cadera de Lydia. Ella me miró. - Escúchale, Nicky. -Puse mala cara y volví la mirada hacia el hombre flaco. Dijo algo acerca de pedir un milagro. Yo no sabía lo que era un milagro, pero todos los demás escuchaban, y yo no deseaba ser diferente.

Había terminado de hablar, y quedó de pie esperando que algo sucediese. Después dijo que deseaba hablar con los presidentes y con los vicepresidentes de las pandillas. Comenzaba a darme cuenta de que este hombre era peligroso. Estaba invadiendo nuestro mundo, y no deseaba que los de afuera se impusiesen.

Continuó: -Si ustedes son tan grandes y tan fuertes, no tendrán miedo de venir aquí y darle la mano a un predicador flaco, ¿verdad?

La muchedumbre estaba inquieta. Alguien gritó de atrás: -¡Eh! ¡Buckboard! ¿Qué tienes? ¿Tienes miedo? ¿Tienes miedo? -Se refería a Buckboard, presidente de los Chaplains, una pandilla hermana de la nuestra.

CORRE, NICKY, CORREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora