LA JUNGLA DE ASFALTO

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Me quedé con Frank dos meses aprendiendo inglés, pero no era feliz, y las tensiones que sentía por dentro me empujaban a escapar.

Frank me matriculó en el colegio secundario la primera semana. El alumnado consistía casi por completo de negros y puertorriqueños. Parecía más una correccional que un colegio público. Los maestros y administradores pasaban más tiempo tratando de mantener disciplina que enseñar.

Era un manicomio de peleas, inmoralidad y una batalla constante contra la autoridad.

Toda secundaria de Brooklyn tenía al menos dos o tres pandillas. Estas pandillas estaban compuestas de los muchachos y muchachas que vivían en una vecindad en particular. Algunas veces estas bandas eran enemigas, y esto siempre causaba peleas cuando se encontraban en las clases.

Eso fue para mí una nueva experiencia. Todos los días había una pelea en un corredor o en una de las aulas. Me agazapaba contra la pared, temiendo que uno de los muchachos más grandes que yo buscara pelea conmigo. Después de las clases siempre había una pelea en el patio de recreo y dejaban a alguien herido.

Frank me advirtió que no caminara por las calles de noche. -¡Las pandillas, Nicky! Te matarán. Corren de noche como jaurías de lobos. Matan a cualquier extraño en la calle.

Me advirtió que volviera directamente a casa de clases todas las tardes y me quedara en el apartamento, lejos de las pandillas.

Pronto supe que tenía algo más que temer que las pandillas. Estaban también «la gente chica». Tenían nueve o diez años y andaban por las calles por las tardes y temprano por la noche, o jugaban frente a los apartamentos de sus barrios bajos.

Tuve mi primera experiencia con «la gente chica» la primera semana cuando regresaba de clases a casa. Una banda o pandilla de unos diez muchachos de ocho a diez años de edad salieron corriendo de una puerta lateral y se lanzaron sobre mí en la acera.

-¡Eh, muchachos! ¡Tengan cuidado con lo que hacen! Uno de los muchachos se volvió y gritó: -¡Vete al infierno! Otro se puso a hurtadillas detrás de mí de rodillas y antes de darme cuenta me encontré tendido a lo largo en la acera. Quise levantarme pero uno de los niños me agarró la pierna y principió a tirar. Mientras hacían esto, gritaban y se reían.

Me enojé y di al más cercano una bofetada que lo derribó en la acera. En aquel instante una mujer gritó. Mirando hacia arriba la vi inclinarse de una ventana del segundo piso.

-¡Deja a mi hijo, puertorriqueño sucio, o te mato!

En aquel momento no había nada que yo deseara más que alejarme de su hijo. Pero ahora los otros me atacaron. Uno arrojó contra mí una botella vacía de Coca Cola. Estalló contra la acera cerca de mi hombro y los vidrios me salpicaron la cara.

La mujer gritaba en voz más alta que nunca: -¡No molestes a mis hijos! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Está matando a mi hijo!

De repente, otra mujer salió de una puerta con una escoba. Era gorda, y corría como pato. Tenía la apariencia más amenazadora que hubiera visto jamás. Se puso en medio de la banda de muchachos con la escoba en alto sobre su cabeza. Quise dar vueltas para ponerme a salvo pero me pegó en la espalda con la escoba. Di otra vuelta pero ella me golpeó la cabeza. La mujer gritaba, y de repente me di cuenta que varias otras mujeres se asomaban a las ventanas gritando y llamando a la policía. La gorda me pegó una tercera vez antes de que yo pudiera ponerme de pie y comenzar a correr. Detrás de mí la oí gritar: -Si otra vez vuelves por aquí a pelear con nuestros hijos, te matamos.

La tarde siguiente volví a casa por una ruta diferente. Una semana más tarde tuve mi primer encuentro con una «pandilla». Había gastado bastante tiempo al volver de clases y haraganeaba en un parque mirando a un hombre que tenía un papagayo que hablaba. Yo bailaba alrededor de él, riendo y hablándole al papagayo cuando el hombre de repente perdió interés, agarró el papagayo contra el pecho, y dio vuelta para partir. Cuando miré alrededor vi a unos quince muchachos de pie detrás de mí en semicírculo.

CORRE, NICKY, CORREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora