EPÍLOGO

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Era una tarde de primavera cuando Nicky y Gloria estaban en la escalera del Centro en el número 221 North Broadway observando a Ralphie y a Karl que estaban cortando la hierba al anochecer. Era casi la hora del servicio en la calle, en el ghetto. En el patio trasero se oían los sonidos alegres de Dave Carter y Jimmy Báez riéndose de Allen, J oey, y Kirk que jugaban croquet. La cena había terminado, y adentro Francie y Angie vigilaban a los otros muchachos en la rutina nocturna de limpiar la cocina. Alicia y la pequeña Laura, que ya tenía 16 meses, jugaban en la hierba recién cortada.

Gloria estaba sentada en un peldaño bajo mirando pensativa y con amor a su esposo de tez morena mientras él se apoyaba contra la columna con los ojos cerrados a medias como si estuviese perdido en un mundo de ensueños.

Ella se levantó de repente y puso la mano sobre su rodilla.

-¡Cariño! ¿Qué hay? ¿En qué piensas?

-¿Qué quieres decir? -preguntó somnolientamente, como si no quisiera dejar de pensar en lo que estaba soñando.

-Quiero saber en qué estás pensando. ¿Estás huyendo todavía? Tenemos el centro para jóvenes. Israel y Rosa viven en Fresno y sirven al Señor. Sonnyes pastor de una iglesia de Los Ángeles. Jimmy está trabajando contigo, y María sirve a Dios en Nueva York. La semana que viene vas a volar a Suecia y a Dinamarca para predicar. ¿Por qué estás soñando todavía? ¿Qué más puedes desear de Dios?

Nicky se enderezó y miró profundamente en los ojos interrogantes de su esposa. Su voz parecía venir de lejos cuando dijo: -No es lo que pido de Dios, cariño, sino lo que Él pide de mí. Sólo estamos tocando la superficie de nuestro ministerio.

Hubo una larga pausa. No había más ruido que los sonidos alegres de las actividades alrededor de la casa. - Pero, ¡Nicky! -dijo Gloria, todavía observándole atentamente-, la tarea no es sólo tuya. Es la responsabilidad de todos los cristianos ... en todas partes del mundo.

-Lo sé -dijo- Continúo pensando en todas aquellas iglesias grandes en el centro de la ciudad que están vacías durante la semana. ¡Qué maravilloso sería si aquellas salas de clase pudiesen ser convertidas en dormitorios llenos de centenares de niños y jóvenes faltos de amor de los barrios bajos! Toda iglesia pudiese convertirse en un centro operado por voluntarios ...

-Nicky -interrumpió Gloria, apretándole la rodilla- ¡Qué soñador! ¿Piensas que los miembros de aquellas iglesias van a convertir sus hermosos edificios en dormitorios para los niños perdidos y sin hogar? Los miembros de esas iglesias desean ayudar, pero quieren que otras personas hagan el trabajo por ellos. Protestan si un borracho interrumpe el servicio. Figúrate lo que dirían si viniesen a la iglesia algún domingo por la mañana y encontrasen sus augustos templos profanados por camas y catres y un grupo de ex-adictos y ex-oledores de cola en los cuartos limpios y pulidos. No, Nicky, tú eres un soñador. Esas personas no desean ensuciarse las manos. No permiten que sus alfombras sean ensuciadas por pies descalzos. Nicky sacudió la cabeza. -Tienes razón, por supuesto. Continuó preguntándome lo que haría Jesús. ¿Se ensuciaría Él las manos?

Hizo una pausa y miró hacia las distantes montañas reflexionando. -¿Recuerdas el año pasado cuando fuimos a Point Loma en la bahía de San Diego? ¿Recuerdas aquel faro enorme? Hace años que guía buques dentro del puerto. Pero ahora los tiempos han cambiado. Leí hace una semana que hay demasiado humo y neblina y que han tenido que construir un faro nuevo más cerca del agua para que la luz pueda brillar por debajo de la neblina. Gloria escuchó atentamente.

- Esto es lo que ocurre hoy día. La iglesia todavía sigue con su luz brillando en alto, pero hay pocas personas que pueden verla porque los tiempos han cambiado y hay demasiada neblina. Se necesita una nueva luz que brille más cerca del suelo ... abajo, donde está la gente. No me basta ser celador del faro, también deseo estar donde está la actividad.

-Comprendo -dijo Gloria-. Su voz reflejaba orgullo profundo y comprensión.-Y eso es lo que deseo para ti. Pero, puede ser que tengas que hacerlo solo. Te das cuenta de eso, ¿no?

-¡Solo no! -dijo Nicky, poniendo la mano sobre la de ella- Caminaré en el territorio de Jesús.

El ruido de los muchachos riendo a carcajadas en el patio trasero se hizo más fuerte cuando terminaron el juego y se encaminaron hacia adentro. Karl y Ralphie habían tomado sus Biblias y estaban sentados al borde de la acera enfrente de la casa.

Nicky bajó la cabeza y miró a Gloria. -Recibí una llamada esta tarde de una madre en Pasadena. ~Se detuvo, esperando una reacción, pero Gloria no hizo más que esperar que continuase- Su hijo de doce años fue arrestado por la policía por vender marihuana. Su esposo desea meterlo en la cárcel. -Nicky no habló más. Su voz cambió- Pero no tenemos más espacio, ni tenemos más dinero.

Quedaron sentados en silencio. Nicky observó un pequeño gorrión que saltaba en la hierba. Sus ojos se llenaron de lágrimas al pensar en el niño desconocido ... tan típico de miles de otros ... hambrientos de amor arriesgando ir a la cárcel para obtener un poco de atención buscando algo verdadero ... buscando a Jesucristo sin saberlo.

Gloria interrumpió sus pensamientos. - Nicky -dijo en voz baja, sus dedos entrelazados con los suyos -. ¿Qué vas a hacer?

Nicky sonrió y le miró a la cara diciendo. -Vaya hacer lo que Jesús desea que haga. Vaya arriesgarme.

-Oh, Nicky, Nicky -dijo Gloria abrazando las piernas de Nicky-. ¡Te amo! Siempre hay espacio para uno más. Y Dios proveerá.

Jimmy puso el pequeño autobús en marcha atrás para salir por el camino de entrada. Los muchachos se apresuraron a montar para ir al servicio en la calle del barrio bajo.

Nicky levantó a Gloria en pie. -Vamos. Corramos. Es la hora de trabajar para Jesús.

Yo estaba a punto de aparecer en un programa en el estudio de radio en el mismo corredor de mi oficina cuando Nicky Cruz entró. Mirando en todas direcciones para asegurarse de que no había nadie más que él y yo, cerró la puerta y quedó frente a mí en silencio, con los hombros encorvados y las manos metidas hondamente en los bolsillos. Su cara casi no tenía ninguna expresión, pero al observarlo con más cuidado, se podía ver las señas delatoras de un hombre que luchaba para contener sus emociones.

-¡Aquí tienes! -dijo seriamente, sacando las manos lentamente de los bolsillos. Por un instante, no sabía si alarmarme o tranquilizarme.

 Entonces, en la mesa enfrente a mí, Nicky comenzó a colocar la colección más extraña de objetos que jamás había visto. Los identificó al ponerlos en la mesa: una pistola de fabricación casera, un par de nudillos de hierro de aspecto brutal, una navaja de hoja automática con puño de hueso, dos pesas de plomo atadas ingeniosamente a la extremidad de una correa de cuero, y todo lo necesario para un narcómano ... una aguja hipodérmica, un cuentagotas y una tapa de botella para hervir la heroína ... los instrumentas indispensables de los adictos.

- Este es mi último rendimiento -dijo Nicky, sus ojos brillando con determinación. Miró hacia la mesa, tocando cada artículo como para despedirse de él-o He vivido para ellos. Mi vida dependía de ellos, pero ahora no los necesito más. Los entrego a Él.

Él los habría puesto literalmente en las manos heridas de Cristo si hubiese sido posible. Me los dio como una especie de administrador legal. Y ahora me tocaba a mí expresar mi emoción.

Todavía conservo la rara colección y de vez en cuando la saco para recordarme de Nicky Cruz que era ... y del Dios cuya misericordia y gracia le ha hecho lo que es.

- Kathryn Kuhlman,  

Pittsburgh, Pennsylvania.

CORRE, NICKY, CORREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora