»TRECE«

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F: Llevemos a Lorenzo a los columpios (sugirió luchando por empujar el carrito sobre la hierba)

Hector frunció el ceño, luego la siguió.

H: Es muy pequeño todavía.

F: Puedo cogerlo en mi regazo.

Fernanda se detuvo junto a un columpio, apartó la montaña de mantas que le cubría y le cogió. Sus bellos ojos color castaño brillaron con fascinación mientras le llevaba al columpio.

H: Es una idea absurda (objetó) ¿Qué pasará si le sueltas?

F: No lo voy a soltar (prometió, sentándose en el columpio con el bebé en las piernas)

Después de estrechar a Lorenzo contra ella, empezó a moverse para darse impulso.
Hector la observó por un momento, sacudiendo la cabeza.

H: No merece divertirse después de los tormentos a que me ha sometido (se quejó con una pequeña sonrisa que hizo notar sus sexys hoyuelos de sus mejillas y a regañadientes, se colocó detrás del columpio y empezó a empujarlo)

Lorenzo emitió un gritito de alborozo y Fernanda oyó la risa casi involuntaria de Hector a su espalda.

F: Bien, ¿por qué no hablamos de la encuesta? (sugirió)

H: ¿Qué?

F: Tenemos mucho trabajo que hacer, Hector. Por eso es por lo que estoy aquí, ¿recuerdas? Una de las cosas que debemos hacer es una encuesta a los propietarios de ordenadores para conocer su opinión. ¿Has pensado algo al respecto?

Él no contestó inmediatamente. Fernanda miró hacia atrás y notó que trataba de reprimir una sonrisa.

H: ¿De verdad quieres hablar de negocios ahora?

F: Claro que sí.

Él se rió abiertamente.

H: Está bien, Mid. De hecho, he pensado un poco en ello. Lo que ofrece Barrios es flexibilidad y adaptabilidad. Lo que debe­mos averiguar es si los clientes potenciales están dispuestos a probar un nuevo producto basado en esas características.

Durante la siguiente hora discutieron qué tipo de encuesta debían planear y a cuáles compañías entrevistar. Hector se sentó junto a Fernanda en el columpio. Cuando Lorenzo comenzó a cule­brear peligrosamente en el regazo de ella, Hector se ofreció a llevarle al tobogán. Cada vez que él aterrizaba al pie del tobogán con el bebé en su regazo, Feenanda le explicaba a gritos algunas ideas sobre su plan para la encuesta, luego Hector iba hacia la escalera del tobogán y una vez arriba le decía sus propias ideas al respecto. Después de su décimo descenso por el tobogán, Lorenzo co­menzó a gemir, interrumpiendo lo que podía haber sido un diálogo muy productivo.

F: ¿Tiene hambre? (preguntó)

H: Estará hambriento, mojado o cansado. Los tres grandes di­lemas que rigen su vida (bromeó) Creo que debemos regresar a casa.

F: Podríamos también escribir algunas de nuestras ideas (su­girió)

Fernanda se sentía satisfecha por la facilidad con la que habían inter­cambiado opiniones respecto a la forma mejor de realizar el plan de trabajo. Recordó lo pesimista que se había sentido respecto a colaborar con Hector. Sin embargo, sus conceptos eran claros y precisos y era evidente que consideraba válidos los de ella. Había rechazado algunos, pero sin arrogancia. Y también había aceptado las críticas de ella con ecuanimidad respecto a sus propias ideas.

Fernanda volvió a preguntarse si sería la presencia de Lorenzo lo que había influido en la actitud de Hector, relajándole y aceptándola como colega.

»Sin Planes de Amar«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora