F: Hay otros, por supuesto, pero estos son los más importantes. Entre los dos cerca del cincuenta por ciento del mercado, creo que Barrios debería concentrar toda su atención en él.
Hector revisó las cifras dadas acerca de las dos principales compañías competidoras de Barrios Software
H: ¿Crees que sería más seguro tratar de enfrentar a los competidores menores? (sugirió)
F: ¿Para qué perder tiempo? (replicó su colega) Barrios Software tiene un producto tan bueno como el de las dos compañías más fuertes. Creo que podríamos irrumpir fácilmente en su mercado.
Hector metió en su carpeta la hoja de estadísticas, y se volvió hacia Ella.
H: Te gusta pensar en grande.
F: Si el cliente puede trabajar en grande, si, así es como yo pienso.
Él la miró durante largo rato, con los ojos iluminados por un extraño resplandor.
H: No sabía que eras una jugadora tan arriesgada (comentó con cierto aire de admiración)
F: Hay muchas cosas que no sabes sobre mí, Luis Castillo...
Ambos estaban sentados uno al lado del otro en el sofá de cuero de la sala, saboreando el resto del vino y revisando la información que Fer había reunido sobre Barrios Software y sus competidores. Media hora antes, Hector había dormido al niño mientras ella fregaba los platos. Después de echar el resto del vino en sus copas, se habían retirado a trabajar en la sala.
A pesar del vino, de la tenue iluminación de la sala y la cercanía masculina, Fernanda no percibía ninguna intención seductora en él. Sus anteriores comentarios sobre su escasa inclinación a sonreír habían sido menos románticos que críticos, decidió ella. Según el punto de vista de Hector, las mujeres debían sonreír automáticamente en su presencia.
Y en cuanto a la leve carga erótica que había sentido cuando él la había tocado en el hombro y la había mirado a los ojos, al parecer no había sido compartida. Sin duda el sistema nervioso de Fernanda estaba un poco alterado. Aquel era un hombre muy atractivo y ningún hombre, aparte del lujurioso Francisco Barrios, la había tocado o mirado con tanta intensidad desde que ella y Tomás habían dado por terminada su relación hace varios años. Y desde entonces se había enfocado solo en su carrera profesional por lo que cualquier relación amorosa había pasado a un segundo plano. Sin embargo, Hector era uno de esos hombres que disfrutan de dar demostraciones físicas constantemente a las mujeres. El que la hubiera tocado a ella no tenía nada de particular.
Aunque no hubiera hecho ningún nuevo intento por tocarla, ella le seguía encontrando turbadoramente atractivo. Hector tenía el pelo un poco en desorden y olía a colonia y talco para bebé, una combinación embriagadora que hechizaría a cualquier mujer.
Fernanda pensaba que la razón por la cual estaba tan perceptiva a la atractiva presencia de Hector era su actual situación de soledad por el que estaba atravesando y al mero deseo de una mujer normal por reanudar una vida social.
Se había recuperado de su ruptura con Tomás y era el momento de empezar a salir otra vez con hombres. Sin duda, esa era la única razón por la que encontraba excitante la inocente fragancia del talco infantil.
Extendió la mano para coger su vaso de vino y se percató que Hector la estaba observandoH: Dime algo, entonces…
F: ¿Qué?
H: Háblame de ti. Acabas de decir que hay mucho que desconozco sobre ti.
F: ¿Por qué quieres que hable de mí? (Preguntó ella, sonriendo)
Él apoyó un brazo en el respaldo del sofá y la observó detenidamente.