La joven ejecutiva, Fernanda Meade, no sentía la menor simpatía por Hector Luis Castillo, su atractivo compañero de trabajo, ya que su actitud condescendiente con ella la exasperaba
Debido a ello, no supo si explotar o echarse a reír cuando él le pidió consejo para hacer callar al bebé que tenía en brazos. Fernanda sabía menos de bebés que el mismo Hector, sin embargo, la expresión vulnerable y asustada que vio en sus ojos la impulsó a ofrecerle su ayuda.
Al representar el papel de padre y madre durante todo un fin de semana cada uno vio en el otro varias facetas que nunca se habían imaginado: él era un hombre tierno y responsable. Ella, lo bastante sincera como para admitir su candente deseo por él.