Día 2 en casa
...Antonio miró al ítalo mientras este conducía con toda la imprudencia que podía. El español se agarró al cinturón de seguridad y al apoya brazos con toda la fuerza que pudo. Se iban a matar.
-Tranquilo- El menor ni le dirigió la mirada al hablarle-. Tengo años de expe- ¡Aparta de en medio!
El español se encogió en su asiento, aterrado. Le acababa de gritar a un peatón por cruzar por el paso de cebra sin mirar a ambos lados. Estaba seguro de que al siguiente se lo llevaría por delante.
-¡Ayer no conducías así!
-Porque acababas de salir del hospital. ¿No querías conocerme? Ahora ya sabes algo nuevo. No me gusta ir despacio.
El español tragó seco. ¿Ese era el tranquilo chico con el que había estado hablando el resto de días? ¿Estaba prometido con él? Menudo pavor. Parecía que conducir lo ponía de malas o algo.
Había sido idea del menor rememorar su primera cita, algo que realmente había soltado sin pensar, mas a Antonio la idea le había entusiasmado. Tendría la oportunidad de tratar de recordar lo que un día vivió con la persona más importante para él, o eso se supone. En ese momento comenzaba a dudar si había sido una buena idea.
-Ya hemos llegado- El de ojos ambarinos aparcó y se estiró un poco, esperando a que el otro se estabilizara. Parecía un flan de lo que temblaba. La primera vez también había reaccionado así. "Aficionado" pensó, con una ligera sonrisa en los labios-. ¿Estás bien?
-Un poco... extasiado- Comenzó a reírse-. Eres un conductor hábil. Hemos llegado vivos a pesar de mis dudas.
Lovino volvió a sonreír, apoyando la barbilla en su mano.
-¿Y a dónde vamos?- Preguntó ligeramente ilusionado y curioso el mayor.
-A un bar de batidos.
-¿¡Con este frío!? Nos está entrando viento directamente del norte.
-No seas quejica, que estamos en abril. Además, nunca- Remarcó la palabra- es mal día para tomar uno de esos batidos.
El español miró hacia un lado y luego hacia él, dudoso. Finalmente terminó por asentirle y fueron al establecimiento. Al menos allí hacía algo de calor.
Lovino se desprendió de su cazadora y la dejó sobre la silla. El otro se sentó directamente, ansioso por ver la carta.
Una camarera se les acercó con una amable sonrisa en los labios. Sacó el bolígrafo y se preparó para tomar la comanda.
-Buenos días. ¿Qué van a tomar?
-No sé- Soltó Antonio algo indeciso-. Hay tantos... ¡querría probar todos!- Se quejó, echando la cabeza ligeramente hacia atrás.
-¿Quieres que pida por ti?- Preguntó el ítalo.
-No, no- Se fijó en todas los sabores, mostrándose serio-. Creo que pediré el de mango, o el de vainilla. ¡No, no, no! El de fresa, ¿o el de galleta?
La joven tachó otra vez la comanda. Su paciencia, no obstante, era elevada.
-Pedirá el de chocolate- El español se iba a quejar, mas Lovino le cubrió la boca con la mano-. Yo uno de helado de limón.
Ella asintió y se fue, dejando a la pareja sola de nuevo. El mayor refunfuñó.
-Te dije que quería pedir yo.
-Ya me lo agradecerás después. Deja de quejarte.
El local no era muy grande, decorado con los colores blanco y azul. La radio emitía los últimos éxitos de música. A Lovino no le gustaba lo que sonaba, mas el otro tarareaba la melodía que escuchaba. ¿Conocía la canción acaso?
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¿Lo recuerdas?
RomanceLa vida de Lovino era simplemente maravillosa. Puede que no tuviera muchos amigos, ni un buen trabajo, pero no podía ser más feliz al lado de su prometido. No obstante, ¿qué pasaría si de un día para el otro esa persona tan especial ni se acordara d...