Día 7 tras nuevos sentimientos
–¿Puedes pasarme el mando?
Antonio salió de su ensimismamiento, haciendo caso al italiano que tenía a su lado.
–Ah, sí. Claro.
Se lo tendió con poco interés, viendo hacia la nada.
–¿Pasa algo?– Preguntó el de ojos ámbar, ladeando la cabeza y consiguiendo así que su rulo se moviera un poco hacia arriba y abajo.
–No, nada. Últimamente me noto más ido.
–Ah. ¿No es habitual?
La sonrisa que el menor de ambos dibujó en su rostro alteró el pobre corazón ibérico del otro. Ya tenía claro qué le estaba ocurriendo. No hacía falta que su organismo se lo dejara más claro.
–No te metas conmigo, Lovi– Se echó más hacia abajo en la butaca, dejándose deslizar hasta casi caer al suelo–. Un día conocerás la furia de Antonio.
Lovino sólo echó una pedorreta ante aquel comentario.
–Con que esas tenemos, ¿eh?– Se levantó y se puso frente a frente al cómodo italiano, el cual ni se había levantado un atisbo del sofá– ¡Verás lo que es bueno!
Y con un tirón lo echó de su cómodo asiento, haciendo que cayera de bruces contra la alfombra mullida (aunque dolorosa igualmente). Lovino alzó la cabeza del suelo y le dirigió una mirada asesina a su amigo.
–¿¡Pero qué mierda!? ¡Me has hecho daño!
–Yo avisé sobre mi furia implacable– Se mofó desde arriba, para luego robarle su sitio.
–¡Eso sí que no!
El ítalo se levantó a una velocidad sobrehumana del suelo, para luego echarse sobre Antonio con lo que recordaba a un movimiento de lucha libre, clavándole el codo en las costillas. Mientras el mayor lloriqueaba, Lovino agarró el cojín más cercano y le golpeó en la cara. Menuda liberación aquel golpe. No iba a negar que le había gustado darle un cojinazo. Antes de que el español pudiera replicar, recibió otro golpe más.
–¿¡Qué decías!?
Hubo unos segundos tensos entre ambos. Antonio lo miró con cierto desafío, como si aquella paliza no hubiera sido suficiente para derrotarlo, mas ver a los ojos determinados y brillantes de su acompañante hizo que temiera saber cuál sería el siguiente ataque.
–No será tan fácil derrotarme, joven aprendiz.
Sin poder habérselo esperado, el moreno empujó al más joven hacia atrás, tumbándolo. Esta vez era él el que tenía a su contrincante entre las piernas, y se sobrecogió al notar la mirada malvada en ojos de Antonio. Esa mirada pocas veces la había visto, e indicaba que quería entretenerse a costa de él. Sin dudarlo demasiado, el ítalo llevó las manos a los costados de su compañero y comenzó a mover sus dedos de tal forma que el mayor tuvo que apartarse de ambos, riendo por las cosquillas. En un intento desesperado, Antonio estiró el brazo y agarró el rizo de su compañero, dando un leve tirón en el acto. Lovino se estremeció completamente, clavando sus dedos en las costillas del otro. Molesto, volvió tomar la dominio del asunto, situándose de nuevo encima. Frunció tanto el ceño que sus cejas casi se tocaban, e incluso el de ojos verdes pudo ver un aura de odio rezumar de la espalda del joven.
–¿Qué decías?– Repitió la pregunta, casi chisporroteando fuego de su mirada.
Antonio mantuvo sus ojos en los del otro unos segundos, como dudando en su intento de dominar a la bestia, o Lovino, que era lo mismo. Suspiró ruidosamente y sonrió un poco.
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¿Lo recuerdas?
RomanceLa vida de Lovino era simplemente maravillosa. Puede que no tuviera muchos amigos, ni un buen trabajo, pero no podía ser más feliz al lado de su prometido. No obstante, ¿qué pasaría si de un día para el otro esa persona tan especial ni se acordara d...