Día 23 tras nuevos sentimientos
...
Varios días habían pasado y no había conseguido otro beso. No sabía a ciencia cierta por qué, pero Lovino tenía la sensación de que Antonio evitaba todo ese tipo de contactos. Realmente, sólo era fruto de sus paranoias, pues lo único que había pasado era que el español había estado más ocupado de lo habitual entre el trabajo y ocuparse de él. Al menos había podido abandonar la habitación para tumbarse de nuevo en su preciado y hermoso sofá... Con ayuda de Antonio, claro, que hasta ese día no había conseguido las muletas.
No obstante, ese día se levantó dispuesto a ir a la cocina sin ayuda, principalmente porque se moría de hambre. Sentía como su estómago comenzaba a digerirse a sí mismo mientras su cuerpo se quedaba sin fuerzas poco a poco debido a la falta de azúcares y grasas. Quien lo llamara exagerado no tenía fundamentos.
Caminó como pudo con sus muletas hasta la cocina y se dejó caer en su silla con cojín. Ya que estaba lisiado podía darse esos caprichos.
–Buenos días, Lovi.
La voz del español hizo que se le erizara cada pelo de su nuca por la repentina sorpresa. Se giró para apreciar que, efectivamente, Antonio estaba ahí, preparando café para él y la taza de leche para Lovino.
–¿Qué haces aquí a estas horas? Tendrías que estar trabajando.
–Son las ocho pasadas, Lovi. ¿Qué haces tú aquí?
Eso sí lo había pillado por sorpresa. No se esperaba que fuera tan temprano.
–Tenía hambre.
–¿Quieres café esta vez?
–Vale...– Gruñó en voz baja mientras robaba una magdalena del plato ajeno.
Antonio se sentó frente a él y le sonrió, dejando el plato con tostadas, la mantequilla y la mermelada en medio de la mesa.
–¿Cómo está tu pierna? ¿Necesitas un calmante?
–Estoy bien. No duele demasiado.
Observó cómo el español untaba su tortada con lo que parecía mermelada de pera. Trató de disimular al verlo comer. No sabía cómo y por qué, pero Antonio comiendo era totalmente erótico. Había algo que hacía que lo estaba volviendo loco. Quizás fuera su soledad, pero es que observar aquella pequeña mancha de mermelada en la mejilla del mayor estaba consiguiendo que deseara lamerle la cara. Sí, a ese punto había llegado. Abstraído en sus pensamientos, se dio cuenta de que Antonio le había preguntado algo.
–¿Tú sabes lo que es?
Lovino pestañeó con perplejidad ante la cuestión. Un pedazo de magdalena cayó de entre sus labios entreabiertos y se encogió de hombros. Eso era una buena respuesta.
–Es que acabo de recibir un mensaje de Gilbert– Prosiguió–. "Trae un regalo asombroso" dice. ¿Su cumpleaños no era en enero?
Lovino se atragantó con un trozo del bollo, comenzando a toser y agarrando el café del español para poder beber algo.
–¿ Estás bien, Lovi...?
–Sí...– Logró decir–. Se me había olvidado la fiesta de la proximidad del verano.
–¿"La fiesta de la proximidad del verano"?
–Es algo que el bastardo de Gilbert celebra todos los años el primer viernes de Junio, porque verano se acerca.
–Pero si aún no es verano...
–Celebra que se acerca, no que estamos. Es algo raro, lo sé. Yo ya lo veo como habitual después de cinco años celebrándolo, con éste.
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¿Lo recuerdas?
RomanceLa vida de Lovino era simplemente maravillosa. Puede que no tuviera muchos amigos, ni un buen trabajo, pero no podía ser más feliz al lado de su prometido. No obstante, ¿qué pasaría si de un día para el otro esa persona tan especial ni se acordara d...