CAPÍTULO XXI: Jace

9 2 0
                                    


Jace


Llevo ya más de cinco horas sentado y no puedo aguantar ni un segundo más.

Resoplo cansado de tanta parálisis física. Mi cuello reclama movimiento y mis piernas más aún.

Me paso la mano por mi cara y mi mirada recae en una Selene que observa las nubes rosas pasar. Va a ser casi hora de cenar y no puedo esperar más a conseguir un buen plato de algo comestible. Hasta me pienso en robarle la bolsa de patatas fritas a la señora con aliento a cebolla.

-¿Podrías estarte un poco más quieto? –pregunta Selene tan bajito que no estoy seguro si mi cerebro aburrido se lo ha inventado, hasta que se gira y me coge la mano en un rápido movimiento, paralizándome por un segundos.

-¿Qué haces? –pregunto sorprendido pero a la vez molesto por su gesto.

Se concentra en mis ojos por unos instantes hasta que empieza a hablar.

-Intento concentrarme y lo único que estás haciendo es ofuscarme con tanto movimiento estúpido –sentencia seria.

Arqueo una ceja demostrando que no me inquieta el tonito insultante que emplea.

-No estoy haciendo ningún movimiento estúpido –remarco sus palabras- Por si no te has dado cuenta ya es hora de cenar y no me he podido levantar en lo que llevamos de vuelo –levanto mi mano izquierda y echo un vistazo a mi reloj- Unas siete horas.

Selene gruñe y me suelta la mano.

-Al menos intenta no moverte tanto –dice despacio y sin ese tono seco que hace unos segundos había empleado- intento concentrarme y no me lo pones fácil. Así que te lo pido por favor.

La miro unos instantes dándome el deleite de poder ver la forma que su cara adopta al concentrarse en lo que sea que intenta concentrase.

Me mantengo durante unos diez minutos sin hacer ningún tipo de movimiento para que no deje de hacer lo que sea que haga, permitiéndome observar cómo sus parpados y su frente dibujan unas pequeñas arrugas dando a entender que intenta escuchar lo que sea que la tiene tan ausente de lo que pasa a su alrededor.

Su rosotro forma una pequeña mueca de frustración.

Acerco mi mano a su hombro y le doy un pequeño toque para llamar su atención, pero tengo que repetir mi movimiento dos veces más para que centre su atención en mí y deje de escuchar por los auriculares.

Abre los ojos, tanto que parecen dos linternas verdes. La verdad es que no creo haber visto unos ojos tan bonitos como los suyos, pero eso no pienso decírselo.

.¿Qué pasa? -pregunta quitándose los auriculares de las orejas para poder escucharme.

Let me be yoursDonde viven las historias. Descúbrelo ahora