CAPÍTULO XXII: Selene

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Selene


-¿Disfrutando de la vista Bichito? –me giro y veo a Adela, sonriéndome como siempre hace.


Sonrío sin poder evitarlo y empiezo a correr en su dirección.


-¡Adela! –grito- No te vas a creer lo que me ha pasado en la playa.


En cuanto llego a la roca en la que está apoyada mi hermana, me inclino sobre mis rodillas y aspiro todo el aire que acabo de perder con mi carrera.


Adele empieza a reír tan dulcemente por mi estado emocional, que no puedo dejar de pensar que he sido yo otra vez quien ha hecho que se ría así. Últimamente no sonríe tanto como de costumbre y eso me pone triste. Así que si puedo hacerla reír haciendo tonterías, las haré.


-¿Quieres que te lo cuente? –le pregunto, entonces ella me ofrece su mano y yo me cojo a ella.


-Claro que sí Bichito –contesta.


-Vale, pero tenemos que ir al agua para que pueda enseñártelo ¿vale? –le pregunto con una sonrisa de oreja a oreja.


Adela sonríe como respuesta y nos ponemos a caminar hacia la orilla de la playa.


Paradas delante del mar azul como el vestido de mi hermana, le hago una señal para que se espere quieta. Me llevo un dedo a la boca para decirle que no haga mucho ruido y camino hasta casi tocar el agua fría con mis pies.


-¿Qué vas a hacer peque? –me pregunta mi hermana divertida.


-Mira –le respondo sonriente a los ojos y sin apartar la mirada del mar, introduzco un pie en el agua salada que tanto me gusta. Pero en vez de sumergirse mi pie en ella, el agua se abre justo en el sitio en el que yo me estoy apoyando en la arena.


Me giro a ver a mi hermana y me encuentro con una Adela triste, con los ojos llorosos, y entonces una lágrima cae desde su ojito azul derecho hasta sus labios.


Sin poder evitarlo salgo de donde debería estar el agua y voy donde está ella.


-No llores Adela –le digo levantando mi mano y quitándole la lágrima de su cara- No volveré a hacerlo más, pero no estés triste.


Entonces, mi hermana cierra los ojos y los vuelve a abrir, cogiendo y expulsando aire poco a poco. Levanta su mano y me coge la cara.


-No llores tú pequeña –dice quitándome unas lágrimas de la cara. No me había dado cuenta de que estaba llorando- No son lágrimas de triste, son de felicidad.


Entonces, la confusión reina en mi cabeza y un ceño fruncido aparece en mi frente.


-¿Por qué de felicidad? –pregunto distraída. Adela ya no está llorando, está sonriendo y eso me pone feliz.


-Dame la manita –me pide y sin perder un segundo se la doy- Estoy contenta porque sabía que eras especial Bichito, y esto es lo que necesitaba para ver que sí que eres tú peque.


¿Confusión? No. Más bien locura es lo que se abre paso en mi cabecita de casi seis añitos.


Adela se ríe y se agacha junto a mí.


-No me pongas ese ceño fruncido enana –me dice mientras mi mueca desaparece- No tienes que entenderlo ahora, pero un día sabrás de lo que te hablo.


Let me be yoursDonde viven las historias. Descúbrelo ahora