Separación.

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            La invité a comer antes de irnos, decidido a hablar con ella. Ya nos conocíamos desde hace tiempo, y ella me conocía, pero yo también a ella y no estaba seguro de ser capaz de convencerla. Aún así debía intentarlo. No podía dejar que me acompañase, ella era muy inteligente y más fuerte psicológicamente que yo, pero no me importaba. Yo solo quería protegerla, no iba a dejar que me siguiese ayudando en todo, ya me arrepentía de haberla metido en algo así. Al principio me atraía la idea de tenerla conmigo, de que algo nos uniera y así fue. Pero en ese momento me aterró la idea de perderla, de que alguien pudiera hacerle daño, porque yo quería estar con ella, pero antes de todo quería que estuviera bien.

Nos metimos en una pizzería preciosa y la invité a comer, nos sentamos y se hizo el silencio. Apenas había gente en el restaurante, era temprano. Empecé a hablarle.

- Clara, tengo que decirte algo.

- Yo también a ti.

- Empieza.

- Miguel, yo te quiero, pero tenemos que parar esto ya, ha sido divertido colarnos en un banco y robar datos y jugar a detectives, pero esos tíos amenazaron a un monje y acosan a un hombre por ser negro. Están desesperados buscando a tu padre, si nos encuentran nos pueden hacer de todo.- Se pausó un momento y me cogió las manos- Por favor, nos quedan dos días aquí, visitemos Roma y volvamos a España. Ya sabes quién era tu padre y por qué se fue del país, y sabes que no lo tienen esos nazis ni la iglesia, él es libre, vayámonos.

Me quedé un rato pensando, era difícil decidir, ella tenía razón, pero yo quería saber dónde estaba mi padre, quería verle, hablar con él, preguntarle... y tenía una pista que podía seguir. Debí retirarme en aquel momento, pero tenía unos deseos inconcebibles de encontrarlo.

- No puedo dejarlo, sé que tienes razón y eso es lo que quiero que hagas, que vuelvas a España dentro de dos días, no me acompañes, por favor. No quiero que te pase nada.

- ¿Pero y tú?

- Yo tengo que seguir, sé que no lo entiendes pero tengo que encontrar a mi padre, ahora no puedo volver.

- Pero, ¿y si te pasa algo? Tu padre se fue, ¿te importa más que tu propia vida?

- Sí.

- Entonces, ¿te importa más que yo?

La pregunta me pilló por sorpresa, sabía que si decía que sí se enfadaría, no por eso, ella también quería más a su padre que a mí y así debía de ser, sino por poner mi vida en peligro por alguien que no había dado nada por mí. Ahora lo sé, pero en ese momento enfadarla era mi única alternativa para que no siguiese investigando conmigo. Asentí, ella suspiró, se bebió de un trago el vino que le habían traído, se levantó y se fue.

Me quedé sentado en la cafetería un rato, pensaba ir por la tarde a la tienda del hermano de Saúl, a preguntar por esos hombres. Estaba ciego en esos momentos, estaba buscando un fantasma de mi pasado, una sombra de lo que un día fue mi felicidad, y eso me costó perderla a ella. Sin embargo, años después, no cambié, seguí siendo el mismo gilipollas, es difícil cambiar, tiene que cambiar uno mismo a través de mucho esfuerzo y trabajo, y yo no lo conseguí, y no pude rehacer mi vida, siempre anclado al pasado.

No volví al hotel a recoger nada, temía cruzarme con ella. Por un lado deseaba ir con ella, olvidarlo todo y seguir adelante, o al menos despedirla y hablar con ella, con la esperanza de que me entendiera o me convenciera para irme con ella. Pero no hice nada de eso, paré un taxi y le indiqué la dirección que me había dado Saúl.

Cuando llegué al barrio, entré en la tienda que me había indicado y pregunté por Luca, el hermano menos de Saúl y dueño de la tienda. El dependiente era un chaval blanco de unos veinticinco, me pidió que esperase y fue a llamarlo.

Luca salió un poco apesadumbrado, cojeando con muletas y con cara de incredulidad. Cuando me vio, me saludó en italiana, pero yo le contesté en inglés y comenzamos a hablar.

- Hola, tengo que hacerle una pregunta, estoy buscando a mi padre, y hay unas personas que también lo buscan y tal vez sepas dónde están.

- Dime, ¿a quién buscas?

Saqué del bolsillo la foto doblada de los delincuentes y casi no se cae de las muletas cuando se la enseñé, tuve que sujetarlo porque el respingo que dio lo desequilibró.

- No pienso decir nada de ellos.

- Por favor, necesito encontrarlos, vengo de parte de tu hermano Saúl.

Luca resopló al escuchar su nombre, se apoyó en una muleta y señaló al frente. Junto a una tienda de electrónica había un callejón que parecía no tener salida y terminar en un edificio abandonado.

- Aquí hubo crisis del ladrillo también, todos los edificios abandonados se los quedaron ocupas o malditos nazis como esos. ¡Qué mal han hecho esas ideas al mundo! ¿Pará qué quieres meterte ahí tú? ¿Eres imbécil?

- ¿Por qué no has quitado la tienda si ya te han dado una paliza? ¿Eres tan imbécil como yo?

Luca se rio estruendosamente y me dio una palmada en la espalda.

- Ojalá que no te maten.

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Bueno, este es el penúltimo capítulo, queda uno más y el epílogo (que es indispensable en este caso para comprender toda la trama narrativa de la historia). Espero que os esté gustando y que os cree misterio e incertidumbre sobre lo que puede pasar o no y que la sigáis hasta el final, gracias por vuestro apoyo.

La historia que nos une.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora