Este es el final de mi historia.

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            Guardé la foto en el bolsillo y salí sin despedirme de Luca. Sus palabras me habían helado tanto la sangre que el sudor me congelaba la piel al bajar por mi espalda. Crucé la calle con el paso firme y las piernas temblándome.

Aquel callejón era claro, por la poca altura de los edificios contiguos, además no era tarde. Sin embargo, el miedo me nublaba la vista, y el callejón no es que estuviera muy limpio.

Llegué a la puerta del edificio y me quedé quieto, debí correr en ese momento, hacer caso a mis sentidos y correr y volver con Clara para no ver ese edificio nunca más. Pero para cuando me lo planteé, ya me había increpado una voz.

- ¡Eh! ¿Tú quién eres?

- No soy nadie en especial... yo, solo estaba mirando.

- Este es nuestro cuartel general, largo de aquí si no quieres problemas.

Todos los días me pregunto por qué no me fui de allí, al igual que tantas cosas que me pregunto, porque hice muchas cosas mal, pero el hecho es que mis piernas dejaron de temblar, y pregunté lo que quería saber.

- Estoy buscando a alguien.- saqué la fotografía de mi padre del bolsillo.

El chico sonrió al verlo y me guió.

- Lo contratamos para hacer unos trabajos y se fue, ¡qué cabrón! Robaba libros para la Iglesia, un obispo lo tenía amenazado, me caía hasta bien. Me contó que le obligaron a hacer un trabajo o denunciarían a su padre, así tenían material para amenazarlo a él cuando lo sustituyese. Tú eres el hijo des que habla, imagino.

- Sí, soy yo, quiero saber por qué se fue.

- No puedo ayudarte en eso, en el tiempo que hablamos solo me contó eso, y después, paf, se esfumó. Pero tú seguro que nos eres útil para encontrarlo.

- Yo no sé dónde está.

- Ni falta que hace.

Ese hombre me pegó tal puñetazo que me rompió la mejilla y tengo una bonita cicatriz desde entonces. Claramente, perdí la consciencia.

Desperté atado en una habitación bastante grande, un piso del edificio abandonado. Seguramente despertase unas horas después. Tenía mucho miedo por lo que me pudiese ocurrir. Busqué mi móvil en el bolsillo, pero no lo encontré, no podía abrir el ojo derecho a causa del golpe y la cara me escocía y me dolía a la vez. Había una galería abierta con varias ventanas que daba al edificio de enfrente, pero también estaba abandonado y si gritaba solo iba a conseguir que me pegasen otra paliza o me tapasen la boca con un trapo.

- Ya estás despierto, bueno en saberlo.-me habló un hombre diferente desde la puerta. Este tenía menos aspecto de chaval y más de mafioso, era fuerte y llevaba una camiseta gris de tirantas, me miraba mientras se reía.

- No me mates, por favor.- más carcajadas, y más fuertes.

- Aquí no matamos si no es de extrema necesidad, damos palizas, pero tú no tienes cara ni de negro ni de judío, así que a lo mejor te libras, solo eres un anzuelo.

En ese momento apareció una mujer en la puerta, parecía la líder, porque el grandullón se apocó bastante cuando ella le gritó que no hablara conmigo. Era alta y pelirroja, con los ojos azules, yo hubiera apostado por que tenía familiares alemanes. No era muy guapa, pero tenía una gran presencia que hacía que le tuvieses respeto sin ni siquiera conocerla.

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