La zarza y el narciso

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Érase una vez, en una isla natural, vivía un vanidoso y arrogante narciso. Se consideraba la flor más bella de la isla. Un día una zarza creció a unos cuantos pies de distancia del narciso y él la miraba con altanería y superioridad. El narciso no le dirigía palabra alguna a la zarza, ya que lo consideraba poca cosa e inferior. La zarza, por su parte, había quedado cautiva de la belleza del narciso y lo miraba de lejos con añoranza y deseaba ser tomada en cuenta y considerada por el. Durante mucho tiempo el narciso sólo hirió a la zarza y ella callaba todo para si misma. Un día la zarza marchitó y se murió. El narciso la empezó a echar de menos y un día se volvió al antiguo lugar de la zarza y susurró al aire: "¡Ojalá, zarza mía, hubiera dejado el orgullo de lado y haberte hablado!"

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