El pescador no tenía familia. La sirena tenía una linda cueva. Acogedora y hogareña. Tenía varios objetos y muebles que había recogido de barcos encayados en el área. El pescador estaba encantado. Venía seguido a visitarla. Un día de tormenta su choza pereció en la tempestad. La sirena lo amaba y le recomendó que se instalara con ella. Y así lo hizo. Pasaban el día susurrándose palabras de amor y hermosas promesas. Se podía decir que eran felices. Un día el pescador añorando la tierra decide volverla a visitar. Ella no se negó pero tampoco estuvo de acuerdo. Tenía un terrible presentimiento. Ya en el pueblo el pescador fue a visitar a un pintor y le hizo una pintura hablada de su bella sirena. El pintor pensó que se trataba de su imaginación. Era perfecta. La embaló y compró ropa para él y vestidos para su sirena. Cuando volvía a la cueva encayó. La sirena se empieza a preocupar al cabo de las horas y piensa que su amado la abandonó debido a la nostalgia de su tierra. Con los días la sirena se resignó y fue a explorar los alrededores. Lo que encontró la dejó estupefacta. El barco de su amado. Él y unas cosas terrestres. Ella con gran fuerza de voluntad y la tristeza golpeando su pecho tomó a su amado y las cosas y las llevó a la cueva. Él estaba muerto sin duda. Ella lloraba mientras veía lo que él traía. Aquel pedazo de madera envuelto en papel le llamó su atención. Al rasgarlo, se encontró con un retrato suyo. Ella rompió en llanto al verlo. Extrañaba al pescador y decidió hacer algo inconcebible. Se vendió a Océano con la esperanza de recibir a su amor. Océano lo hizo, sin embargo, en pago ella se convirtió en algo grotesco. Una sirena griega. Viviendo una vida de martirio eternamente y todo por su amor.
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Cuentos Para Niños Grandes
RandomCuentos cortos escritos por mi, para niños no tan pequeños.