Solo una más

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Una hermosa madrugada, un poco fría, estrellada. Qué bonito seria caminar hasta llegar a casa.

Esa madrugada salía de un boliche en la ciudad tras festejar el cumpleaños de un amigo. Comencé a caminar despacio abrazando mi cuerpo por el frio viento, aun así la madrugada era hermosa, lo suficiente para querer caminar a casa. Treinta minutos de camino a paso regular, solo treinta minutos tendría que haberme demorado, solo treinta minutos.

Camine mientras el frio del otoño golpeaba mi enrojecida nariz, no lo sufría dado que solo quería disfrutar de una tranquila caminata para al final llegar a casa y dormir luego de una hermosa noche de amigos, ¿cómo no tener tan simple deseo?. Luego de quince minutos continúe con mi camino, no estaba demasiado lejos de casa, tan solo otros quince minutos faltaban para llegar y disfrutar de una caliente cama y un profundo sueño.

Tras cinco minutos más doble en una esquina, a poco menos de una cuadra podía ver a un joven hombre que tan solo estaba ahí parado disfrutando de un cigarrillo mientras miraba como comenzaba a salir el sol. Pase por su lado devolviendo la mirada y el saludo que me dio, apresure el paso, no por miedo sino por prisa, prisa por llegar a casa ya que la batería de mi celular se acabo.

Pocos minutos pasaron desde que apreté el paso, una camioneta como esas de transporte para a mi lado y el hombre de hace un momento con una amable sonrisa y delicado tono de voz se ofreció a llevarme, lo rechacé, la amabilidad se convirtió en gesto de desagrado e ira, un freno seco se siento a mi lado, segundos después un portazo, en un instante mi brazo se estremeció por un fuerte agarre, como si mi cuerpo fuera una simple almohada fue tirado dentro de la camioneta. Aun no me recuperaba del aturdimiento cuando otros dos portazos sonaron a los pies y cabeza de mi acostado cuerpo, seguido a esto aceleró la camioneta, intente escapar sin ningún éxito y recibiendo golpes en la espalda y brazos.

Tiró desde mi cabello para así bajarme y arrastrarme a una especie de campo con pasto muy crecido. Intente levantarme una, dos, tres, cuatro veces, cada vez que lo intente un puño grande como mi rostro me volvía a acostar en el frio y húmedo suelo, el dolor fue casi tan grande como el miedo y la sangre que salía de mi nariz y boca. Al ya no intentar levantarme sus manos rompían mi ropa, mi camiseta, mi calza, mi falda, todo era desgarrado como si un monstruo intentara devorarme. Mis patadas y arañazos volaban en todas direcciones mientras desesperadamente intentaba alejarme, me alejaba unos centímetros y fuertes tirones desde mis piernas me devolvían al anterior lugar. Los ganchos de mi corpiño se torcieron y rompieron, la tela de este se rasgo como si fuera papel, y con una enorme fuerza quede boca abajo, el resto de mi ropa interior fue destrozada lastimándome con ardientes raspaduras. Mas y mas sangre brotaba de varios lados, nariz, boca, codos, rodillas, pecho, todos sangraban y dolían, “por favor, por favor, no por favor” eran las únicas palabras sin fuerzas y ahogadas en sangre que podía pronunciar. Cuando creía que ya no podía sentir más dolor, un horrendo ardor llego desde el interior de la mitad de mi cuerpo seguido por pequeñas convulsiones provocadas por el ardiente dolor, por más que grite, por más que roge, por más que llore en desesperación, por más cosas que hiciera o intentara, el eterno sufrimiento no paso ni hizo más que aumentar junto con desagradables jadeos en mi nuca.

De repente ya no podía gritar, no podía llorar, no podía más que dejarme vencer y agonizar, “haaa, ya no es divertido ni placentero, adiós bonita” fueron las últimas palabras que pude escuchar, en ese mismo instante un profundo y aterrador sentimiento hizo que mis ojos comenzaran a derramar lagrimas, mis lagrimas no paraban, solo podía oír golpes secos por todo mi cuerpo seguidos de un intenso dolor y sonidos como si se rompiera madera, así era como sonaba mi cuerpo.

De un momento a otro me encantaba parada mirando hacia una nube de tierra que se movía detrás de una camioneta que se alejaba, el dolor había  desaparecido, los sentimientos de miedo ya no me agobiaban, esto me confundía. Agache la mirada a mis pies y la guie hacia atrás de mi, caí de rodillas convulsionando con lagrimas que no caían, frente a mi estaba yo, o lo que quedaba de mi, aunque me costó reconocer mi desfigurado cuerpo, no tuve dudas de que era nada más que el resto de mi. Llore y llore hasta desvanecerme en oscuridad.

Luego de lo que parecieron años pude salir de esa oscuridad, los objetos y personas a mi alrededor comenzaron a pasar de manchas difuminadas a claras y nítidas imágenes. Lo primero que vi fue un ataúd cerrado, pude reconocer el lugar, era la morgue de la ciudad. A mí alrededor estaban mis familiares y amigos, todos lloraban. La desgarrada expresión de mi madre me rompió en llantos, intente abrazarla con fuerza pero solo la atravesé como si estuviera echa de aire. A un costado estaba mi padre abrazando mi ataúd mientras lo mojaba de lagrimas y lloraba junto con pequeñas convulsiones rítmicas, me arrodille a su lado gritado desesperada “papá, papá, no llores. Sos la persona más fuerte que conozco, ¡por favor no llores!”. Detrás de mi mis hermanos y amigos llorando mientras sus temblorosos brazos se abrazaban unos a otros como sosteniéndose para no caer al suelo. Grite una y otra vez hasta quedar sin voz, llore hasta secar mis ojos. Por más que intentara tocar a mis seres queridos no lograba nada más que atravesarlos, no podía sentirlos ni ellos a mí, por más que les gritara y rogara escucharme no podían hacerlo.

Mi muerte destrozó algo más que mi cuerpo y mi vida, destrozó todo lo que amaba, todo lo que con 21 años logre, con mi violación y muerte se fueron mis sueños, mis esperanzas, mis sonrisas, y un poco de cada una de las personas que amaba y me amaban.

Solo puedo rogar que no se repita con ni una menos, solo puedo observar como la humanidad se pudre por una justicia gobernada por la deficiencia, como cientos de familias al día lloran la muerte de sus esposas, madres, hijas, sobrinas, tías, abuelas, hermanas, y de toda mujer sometida al perverso placer de un desgraciado mas, un bastardo con ganas de cazar a otra mujer para satisfacer la inmunda lujuria que lo gobierna como al más horrible y desagradable animal que jamás allá existido.

Entre Letras Amargas Y DulcesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora