Capitulo 32

3K 133 7
                                    

"Con los gritos que pega ____ no hay quien duerma."

Sentí como unos brazos me apretaban con fuerza. Abrí los ojos lentamente. No me encontraba en mi cuarto, pero este me resultaba muy familiar. La ventana dejaba escapar unos cuantos rayos de luz que invadían la habitación con fuerza. Las sábanas estaban por todos lados, revueltas, con olor a perfume. La ropa estaba en cualquier parte, encima de la silla, sobre el escritorio, en el suelo... Mis mejillas se tiñeron de rojo cuando vi mi ropa interior a los pies de la cama.

Giré la vista encontrándome con Justin todavía dormido. Sus brazos envolvían mi cintura con fuerza. Estábamos frente a frente. Él profundamente dormido. La imagen de él, con el pecho descubierto, con la cintura tapada con la sábana, con el pelo revuelto, me hizo sonreír. No quería despertarlo y menos después de aquella noche.

Tal vez había sido precipitado (y de hecho, lo era), pero no me importaba. Había disfrutado, había sido feliz y dios mío, volvería a repetirlo siempre. La verdad es que siempre había imaginado mi primera vez de forma distinta. Ya sabes, en plan película total de amor pasteloso. En la que el chico lo planea todo, te sorprende con un pic-nic en la playa o en cualquier otra parte. Una primera vez de esas en las que el agua está rozando los dedos de tus pies, el aire mueve tu cabello y tu solo tienes arena en tu ropa interior. Vale, no es un buen ejemplo pensándolo así, y más si no te gusta la arena de la playa como a mí, pero yo me imagina mi primera vez en plan princesa. Creo que cualquier chica se lo imagina así. A pesar de eso, no cambiaría nada de esa noche. Ni las palabras, ni los gestos, ni las caricias. Nada. Yo sólo pondría un bucle infinito en ese instante y lo repetiría una y otra vez. Sin cansarme.

Dejo salir una mano de entre las sábanas y acaricio su pelo con mucha suavidad. Él sigue todavía dormido, soñando. Y yo puedo mirarle mejor. Puedo ver cada uno de sus lunares, cada uno de sus pequeños granitos, la pequeña cicatriz que tiene en un lado. Sus cejas pobladas, su nariz pequeña y esos labios que estoy deseando volver a besar.

Suspiro. Deberías dejar de pensar estas cosas

Pero no puedo. No puedo después de todo. Después de hacer esto con él. Después de lo que me dijo.

"Te quiero, ___."

Esas palabras se habían repetido una y otra vez en mi cabeza toda la noche. Había dicho esas palabras que yo había tenido tanto miedo a pronunciar. Esas palabras que ya superan los sentimientos de "gustar". Porque ya no es eso, ya es "querer". Y querer a alguien implica todo. No son unas palabras que se digan a la ligera, no es algo que se dice un día y al otro no se cumple. No, eso dura. Eso dura y duele. Duele como el infierno si no se cumple. Porque querer a alguien ya es algo mas grande, mas bonito. Era algo que siempre había querido oír de su boca. 

Pero, ¿yo le quería? ¿Las mariposas que sentía cada vez que le veía era "amor"? Aun que mas que mariposas, eso eran águilas. ¿Me atrevía a decirle yo lo mismo? ¿A dejar que de verdad entrara dentro y privarle de la oportunidad de romperme? ¿Confiaba tanto en él como para todo esto? Veía mi futuro. Cercano, lejano, infinito. Y él estaba en todas y cada una de las imágenes.

Y respondí: "Yo también te quiero."

Y bueno, diría que en ese momento saltaron fuegos artificiales, pero fueron mas que eso. Fueron explosiones, bombas nucleares. Y hubo besos, caricias, palabras. Y volvimos a fundirnos en uno. Y me dejé hacer. Y él se dejó llevar. Y todo fue aún mas lento y dulce que la primera vez.

Sonreí como una completa imbécil mientras recordaba la noche anterior. Justin todavía dormía, ajeno a los pensamientos que empezaba a tener sobre su cuerpo sobre el mío.

Esclavos de la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora