Capitulo 5

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“Tiene un culazo que flipas, nena.”

Realmente eso lo iba a disfrutar.

La maña siguiente no fue como esperaba. Mas que nada por que el maldito despertador no sonó cuando debería, por lo que me dormí. Una hora tarde. Esto era genial, iba a llegar directamente a mi segunda hora.

Cuando me levanté agarré los primeros vaqueros que encontré, unos negros rotos y mi camiseta blanca de Obey que me llegaba a mitad del muslo, mi favorita. Alisé mi pelo como pude con el peine, quedándome con unas cuantas ondas y bajé a la cocina. Esperaba que mi madre ya se hubiera ido con mi hermano para llevarle al colegio. Mas me valía que fuera así. Fui sigilosa a la cocina y abrí la nevera agarrando la leche para luego verterla sobre un vaso que había sobre la encimera. Me tomé la leche de un trago y guardé las cosas. Abrí la pequeña despensa y cogí unas cuantas galletas para comérmelas por el camino. Iba a desmayarme en clase si no comía nada. Justo cuando me giré vi a mi hermano pequeño con una sonrisa triunfal en su cara. Pillada.

“Jake, no le digas a mamá que estoy aquí.” Le dije mirando a la puerta por si aparecia. “Me quedé dormida y no debe enterarse.”

Él siguió sonriendo y extendió su mano con la palma hacia arriba. “10 pavos y no digo ni una palabra.”

“¿Estas de coña? Hoy no como si te lo doy.” Susurré alzando una ceja.

“Entonces... ¡MA-” Le tapé la boca con la mano antes de que pronunciara nada. Mierda, iba a ser chantageada por un enano de 9 años. Suspiré y agarré la mochila que había dejado sobre la mesa de la cocina y saqué la cartera. Mis 10 dólares desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos.

“Me encanta hacer negocios contigo, hermanita.”

“De esta no te libras, canijo.” Gruñí y me puse la mochila al hombro saliendo por la puerta de atrás de la cocina con el mayor sigilo posible.

Eché un vistazo esperando que mi hermano no dijera nada y crucé el jardín medio corriendo para llegar a clase a tiempo. No podía seguir corriendo hasta allí, así que cuando vi el autobús acercarse me monté y me dejé caer en el asiento de delante. Mas le valía al autobusero darse prisa.

**

“No me creo que hayas llegado tarde” rió Danna mientras nos dirigíamos a la clase de castigados.

Al llegar y no tener ningún motivo válido por haber llegado a esa hora me habían castigado todo el recreo. Mi media hora de libertad interrumpida por un simple despertador. Pero no solo tenía eso como castigo, si no que además los siguientes dos días iba a tener que llegar puntal y firmar un papel para hacer ver que el castigo me había servido. Aún no le veía el sentido a aquello.

“No te rías, ya es bastante desagradable que me hayan castigado.” La eché una mirada seria. Ella levantó los brazos en señal de rendición.

“Oye, no te mosquees. Además, he oído que en la sala de castigos siempre hay tíos buenos.” Me guiñó el ojo. “¿Quién sabe? A lo mejor encuentras a tu Romeo.”

“Sí, o a alguien que me robe la cartera.”

Suspiré cuando llegamos a la clase y me despedí de ella entrando dentro. La profesora Grace ya estaba en su habitual postura. Sentada en la mesa con los brazos cruzados mirando un libro, sin sonreír ni un momento, con sus gafas de culo de botella y su pelo rubio-blanco cortado por los hombros. Esta mujer nunca iba a cambiar. Me acerqué a ella dándole mi papel con el castigo. Ella le dio una mirada.

Esclavos de la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora