Capitulo 17

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  "Eres la primera... Porque este sitio es especial, igual que tú."

No recordaba así sus labios. No recordaba así los besos. Este fue diferente, fue mejor, fue perfecto. Lento, suave y dulce, muy dulce. De esos que hacen parar el tiempo. De los de “soy capaz de batir el record del mundo”. De esos que cada vez que los piensas te devuelven las mariposas al estomago. No quise que acabara, no quise ni respirar otro aire que no fuera el de su boca. No quería nada lejos de sus labios, dientes y lengua. Quería todo lo que me demostraba en ese beso. Provocativo. Deseoso.

Nos separamos cuando el aire que nos dábamos mutuamente no fue suficiente. Abrí mis ojos y mordí mi labio. Mi respiración iba rápida, al compás de la suya, pero él mantenía aún sus ojos cerrados. Miré sus ojos de cerca, apoyando mi frente sobre la suya. Sus manos acariciaban mi cintura con suavidad. Mieles, marrones, eran maravillosos.

Cuando nuestras respiraciones se relajaron, suspiró.

“Quiero mostrarte algo.” Sus ojos se abrieron y buscaron los míos en la oscuridad de la noche.

Bajó una de sus manos hasta encontrar la mía y entrelazó nuestros dedos. Sonrió levemente separándose de mí. Y con su mano aún sujetando la mía, nos dirigió de nuevo al coche.

**

Durante todo el camino viajé con los ojos cerrados y la mano sujeta por la de Justin. Sólo la soltaba cuando cambiaba de marcha pero después, volvía a su anterior posición. Conducimos en silencio. Cómodo. Reconfortante. Pero yo me moría de los nervios. No tenía ni idea de a donde podíamos ir o que era lo que iba a enseñarme. Y que me hubiera obligado a cerrar los ojos lo empeoraba todo. Intenté adivinar por donde podíamos ir. Sólo recuerdo haber llegado a la carretera principal. De vez en cuando hacía alguna que otra pregunta del tipo “¿cuanto queda?” ¿a donde vamos?” “¿me das una pista?”, pero Justin solo reía y decía que no, que debía esperar a la sorpresa. Pero sobre la decimoquinta pregunta, ya empezó a enfadarse un poco, por lo que opté por estarme calladita y dejar de parecer una niña consentida.

Contaba el tiempo por canciones. Justin de vez en cuando cantaba alguna canción, en voz baja. Siempre en voz baja. Cuando llegué a la séptima, The Other Side de Jason Derulo, el coche por fin paró. Mis manos buscaron la manija antes de que él pudiera decirme nada y salí. Salí llevándome un enorme coscorrón en la cabeza, que hizo que las carcajadas retumbaran por la noche.

“Ja, ja, ja, me parto.” Señalé. Llevé una mano a mi cabeza, justo donde el golpe, y masajeé como pude para que se fuera el dolor.

“Eres tan boba” dijo riendo todavía. “Anda ven” oí los pasos mientras se acercaba.

“¿Puedo abrir ya los ojos?” Intenté entreabrirlos un poco, pero Justin se dio cuenta y me chistó cuando lo hice regañándome.

Cerré de nuevo los ojos, apretándolos para que él lo viera. “No miro, no miro.”

Noté como el tono de su voz cambiaba. Creo que sonreía. Volvió a agarrar mi mano y a dirigirme de nuevo por el camino. Esta vez intenté averiguar donde estábamos. Sonidos, olores, lo que fuera. Y olía a mar, arena. La brisa de vez en cuando alcanzaba. Y la colonia de Justin llegaba a mí. Y temblaba. Y no de frío, si no por él. Apretó su mano a la mía con fuerza y fue llevándome. Poco a poco alcanzábamos ese sitio, esa cosa que tenía que ver.

“Con cuidado...” Susurró unas cuantas veces. Mis pies tropezaban con él suelo. Se había vuelto piedra. “Ahora vamos a tener que subir, ¿de acuerdo? Yo te ayudaré.” Me colocó entonces delante de él, agarrando fuerte mi cintura, pero no tan fuerte como para hacerme daño.

Esclavos de la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora