*6: After Party.*

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No sé cuánto tiempo pasó antes de salir. No quería cruzarme nuevamente con Stephen...le acababa de refregar mi trasero en sus partes, como si fuera poco. ¿Qué se supone que se hace en estos casos? ¿Pedirle disculpas? O decirle que no fue intencional.

¡Esto era lo que odiaba! Los malos entendidos, las explicaciones vacías.

¿Cuántas veces tenía que cometer el mismo error para entender? Si mal no recordaba, la última vez que lo había hecho, fue hace un poco más de un mes, y por eso hoy estaba como estaba.

Ok...no iba a decir nada, para mí la cosa se terminaba aquí antes de empezarla. Listo.

Salí decidida, bajé las escaleras de la primera planta de la casa de John, no quería hablar ni ver a Stephen. ¡Jesús! Era mi vecino y yo estaba... ¡Dios! Es inaceptable lo que estaba haciendo.

— ¿En serio te vas? Puedo llevarte nena, no es ningún problema para mí. – Lauren asentía de acuerdo con John.

—No puedes irte John, es tu fiesta. ¿Cómo vas a dejarlos?

—Ni siquiera lo notarán, todos están bebiendo. – negué, a veces mi amigo podía ser cabeza dura.

—Yo voy con ella. – cerré mis ojos con fuerza. ¡Lo que me faltaba!

—Puedes llevarte mi auto Hendry, no hay problemas, después puedes volver a la fiesta. – miré a Stephen y a Lauren en modo escaneo intensivo.

—Puedo tomarme un taxi. – intervine.

—Podemos. – me corrigió, sólo lo miré de reojo. – No te preocupes J, también voy a casa.

—Ustedes dos... - nos señaló Lauren.

—Somos vecinos. – dijimos al unísono, y mi amiga lo volvió a escanear para luego mirarme de forma amenazadora a mí.

—Me avisas apenas llegues a casa.

—Sí mamá. – le dije bufando, y los saludé a ambos antes de salir con Stephen de la casa.

—No tienes que venir conmigo y perderte la fiesta James, puedo ir sola. – le dije parada en la vereda, la música realmente estaba alta.

—Sólo quiero ir a casa. – se encogió de hombros. Ok, tengo que aprender a controlar los temperamentos míos. Él no quería hablar del tema. ¡Relájate Annie!

Sin nada que decir, comencé a caminar hacia la avenida principal, allí seguramente encontraría algún taxi.

A paso lento, y congelándome caminamos en silencio, y a una distancia considerada.

Definitivamente esto de hacerme la estúpida era lo que mejor sabía hacer. ¡Por eso me iba tan mal en el tema de amores! A pesar de mi edad seguía cometiendo errores. Sí, a veces los 25 años no son fáciles, la vida en sí.

Cuando llegamos a la avenida, me paré cerca de la calle para mirar si veía algún taxi, pero como nunca, un sábado a la noche, la calle estaba desierta.

— ¿Estas enojada? – me preguntó apenas lo miré. ¿Qué se supone que le diga?

—Sólo conmigo misma. – me sinceré y me paré cerca de la casilla del bus. Estaba corriendo viento y me estaba congelando. ¿Por qué no aparecía un maldito taxi?

—Y por eso me evitas. – me mordí los labios. Por eso odiaba tener estas charlas. Nunca sé cómo afrontarlas. Se acercó determinado, y tomó ambas partes de mi chaqueta.

Sin ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora