『Diez.』

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Fueron mis brazos los que calmaron las lágrimas de Foxy esa noche.

No quiso contarme nada. Tampoco quise preguntarle, pero estaba desconsolado. Era fácil adivinar qué le ocurría.

Y es que luego se volvió una persona más sensible, pero en esos momentos empezaba, de algún modo, a debilitarse. Poco a poco fue mostrándose como era.

Una muñeca. Una muñeca de relleno de algodón. Una muñeca muy grande.

Era bella, aunque tosca. Suave, cariñosa. Cuando la abrazas, las penas desaparecen. Pero también es fácilmente utilizable. Cae en las manos equivocadas, y quedará destrozada al poco tiempo. Porque el dueño puede hacer lo que quiera. La viste como quiera, la peina, la arregla. Pero si no la cuida, acabará por gastarse.

Cualquiera lo veía de afuera y pensaría que era un tipo rudo, impenetrable. Pero por dentro, siempre tuvo un corazón de cristal. Su coraza era fuerte por esa razón. Te miraba de malos modos, pero si lo veías con atención, hallarías una amabilidad eterna. Así también una gran inocencia.

Pero su llanto era raro, ya nunca se abría a tal punto de mostrar lo que siente. Y yo sabía porqué se liberaba. No era sólo la confianza que me tenía, sino que había sido expuesto. Sus sentimientos habían sido expuestos. Daba igual cómo. Estaba con dolor de amores, como le solíamos decir. Su coraza había sido dañada, y le costaba contener los sentimientos. El algodón se le escapaba por los huecos.

Bon tenía la culpa de eso. Bon era esas manos equivocadas. Yo lo sabía. Lo conocía lo suficiente.

Quise ayudarle a sanar. Me abracé a la muñeca, la de pies de Cenicienta, y nos sentamos juntos a la orilla de mi cama. Había ido a buscarme a altas horas de la noche, en las que por suerte yo estaba despierto ya que escribía mi libro, la única obra que terminé en mi vida.

Al principio no me correspondió, y aun así yo le acariciaba. Le daba cariño por su suave cara, por su pelo de lana, por sus hombros temblorosos. Se acomodó sobre mi hombro, y yo trataba de contener sus lágrimas. Le tomé por las mejillas, limpiándolas una y otra vez, y dirigí su mirada a la mía, para luego besar esos colorados pómulos llenos de pecas.

La robé por unos instantes, la hice mía. Ella, la muñeca, tenía dueño, pero entonces, su dulce rostro fue plagado de pequeños besos, uno tras otro, y me apropié de ella. Le decía palabras dulces, la llamaba por su nombre, le decía lo mucho que la quería. No respondía, no hacía falta.

Sus lágrimas lentamente desaparecían.

La envolví con mis brazos una vez más, y esta vez, sus brazos rodearon mi cuello. Nos recostamos en la cama, yo la miré desde arriba. Me miraba con amor. Sus manos de largos dedos se apoyaban en mis hombros. No pude creer que se olvidó por su dueño de un momento.

Pero le miré con disimulo. No podía hurtarla. Por más mal que la tratase el dueño, seguía siendo su muñeca. Yo podía admirar su belleza, anhelar su ternura. Si la enmendaba, se notaría demasiado. Imagínate despertar y encontrarte con tu muñeca rota llena de parches.

Quise ser sutil, para no ser grosero. Me incliné hacia ella, dándole un beso en la mejilla, que le hizo suspirar. Cuando me alejé a verle, llevó con sus manos mi cara a la suya, y también le dio un beso. Dos, tres. Me besó por el contorno de mi cara, con tal empeño que parecía que con cada uno me decía "gracias".

"Te quiero", me dijo a lo último mirándome a los ojos, y se limpió la última lágrima que yo vería esa noche. Dio un profundo suspiro, y abrazándome me acomodó a su lado, para dormir juntos.

Yo realmente no pensaba dormir a su lado esa noche, eran delirios de mi mente. Pero me abrazó como una niña abraza a su oso de peluche para protegerse de la oscuridad, y dándome más besos, en la frente, al poco tiempo se quedó dormida.

『Foxy x Bon』RETIFISMO『+18』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora