『Diecinueve』

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Veía mi reflejo en la ventana distorsionarse por las consecuentes gotas que chocaban contra él. El suave y constante sonido de la lluvia afuera era perfecto para relajarse, como una música de fondo para mis pensamientos, los cuales anhelaban el descanso. Noche y día, despierto y dormido, no paraba de pensar. Por más que quisiera no podía evitarlo, y aprovechaba cada instante que podía para desconectarme y sólo mirar mi reflejo en la ventana.

Un azotador sentimiento de melancolía me acompañó durante una agónica semana en cama. Semana, quizás de seis días, quizás de ocho, en la cual solo me levantaba de tanto en tanto, a veces al baño, a veces a comer, o a sentarme junto a la ventana, donde añoraba el exterior a través del susodicho cristal.

Me sentía encerrado, ahogado, abatido, todo un revuelto de emociones que me cerraron el estómago y me impedían avanzar con juicio.

No tenía dónde ir en el más allá. Cruzando la puerta de salida no había nadie esperando por este despojo. Solo estaban los señores en casa, donde tendría que trabajar, y en el estado en el que estaba, lo último que necesitaba era barrer un piso.

Estaba en un punto más cercano a querer morirme que a querer limpiar. Eso era una realidad innegable, tanto Elene como Freddy lo callaban pero estaban conscientes de ello. Entre los tres se había generado una especie de pacto silencioso donde nadie tocaba ese tema, pero sus miradas eran acusadoras de sus pensamientos. Sus ojos reflejaban pena, lástima, y no hay nada peor que sentir que te miran con lástima.

Me levantaba constantemente solo para evitar ese asqueroso sentimiento de ser el centro de atención de un circo por el simple hecho de estar afiebrado. Quizás el primer día o el segundo estuvo bien; todos necesitamos sentirnos un poco queridos. Pero no supe cuándo pasó a ser una especie de mano en mi cuello.

Porque no podía negarme al cariño, después de todo no tenía nada mejor, y así y todo no tardé en entender que estaba actuando contra mi propia naturaleza, sonriendo con fragilidad para mostrarme agradecido, aceptando abrazos a deshora, comiendo en la cama.

Me sentía bastante desagradecido, sí, no lo negaré. No era nada grato sentirse así. Pasé una semana culpándome de ser un niño caprichoso, de esos que nada contenta y nada los llena. En parte era cierto, nunca fue parte de mí simplemente aceptar las cosas. En cuanto me adaptaba a un ambiente ya estaba deseando cambiarlo, así es como viví en siete casas diferentes a lo largo de mi vida, trabajando para siete familias diferentes.

En parte, mis problemas con Meg tenían esa raíz: soy de esos casos perdidos en lo que obtienen lo que quieren, y añoran lo que han perdido para conseguirlo.

Joder, esa frase por sí misma podría describir la forma desgarradora en que extrañaba a mi novio. Por más que intentara no pensar en ello y me llenara la cabeza con «así estoy bien, no necesito más», nada consiguió quitarme ese pensamiento de la cabeza. Supongo que eso colaboró a agotarme más rápido, porque mientras más me convencía de lo contrario, más lo extrañaba.

La necesidad se había convertido en un hormigueo en las piernas, en los latidos de mi corazón acelerándose. No me desagradaba del todo. Prefería extrañarlo, porque personas como Bon más vale perderlas que encontrarlas, y después de lo que había pasado era mejor no volver a tentar la suerte. En ese limbo desagradable y doloroso yo estaba extrañamente cómodo.

Era un limbo donde lloraba porque Bon no me había llamado en ningún momento; donde me enojaba deseando quitarme a Freddy de encima; donde todo era hermoso pero a la vez una auténtica pesadilla. Todo era confuso, incoherente, y más doloroso de lo que puedo expresar. Porque ya no sabía lo que quería.

¿Volver?, ¿quedarme? Horas y horas me quedé reflexionando sobre qué hacer. ¿Qué era lo mejor para mí? Seguramente Freddy. Entonces, ¿por qué no se detenía ahí el asunto?

『Foxy x Bon』RETIFISMO『+18』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora