Aún recuerdo el día en que lo hicimos por primera vez. Ambos vírgenes (bueno, nunca te consta la virginidad de nadie), en una inocente relación romántica. El sexo (hacer el amor en palabras dulces) era el tope de la unión. Era lo que llevaría nuestra relación a otro nivel.
Estábamos en su casa, en silencio absoluto. Habíamos dado una vuelta, tomado un trago (un año, ni se nota), y nos sentábamos uno al lado del otro, sin mirarnos. Habíamos hablado de tanto ese día que nos habíamos quedado sin tema de conversación. Algo raro en nosotros, que hablábamos hasta quedar roncos. Llevábamos un mes y medio de piquitos y besos inocentes, aún nos quedaba mucho por delante.
Fue la primera vez que nos quedamos en silencio. Quizás estábamos nerviosos, pero no había nadie en casa tampoco, no había de qué preocuparse.
-Hey...- me habla en un momento al ver que lo miraba. -¿No vas a decir nada?- ríe.
-¿Ah? Oh, lo siento- digo como volviendo de un sueño, desviando mi mirada con la cara roja.
Él ríe suavemente, poniendo sus manos sobre su regazo. Estos últimos años había ganado una postura bastante recta, casi diría yo que elegante, con la espalda totalmente erecta y el mentón ligeramente en alto. Con sus 17 años era un espectáculo a la vista, emanaba confianza en sí mismo (algo que le había costado conseguir).
-No pasa nada- sonríe. -Solo que... Es un silencio incómodo- dice en un susurro irónico.
-Ya lo creo- asiento con la cabeza. -¿De... Qué quieres hablar?
Nos volvimos a mirar un segundo, pero él desvió su mirada y se llevó la mano al pelo. ¿Alguna vez dije cuánto amo su pelo...?
-Pues...- musitó ruborizándose. -De lo que tú quieras.
Noté que algo me ocultaba, y me acerqué un poco a él deslizándome por la cama.
-Algo quieres- le dije sonriendo, recibiendo de su parte una sonrisa pícara. -Dime qué quieres... -murmuro acercando mi rostro a su cara, dándole pequeños besos por su contorno, haciéndole reír encantadoramente. Dios, ¿Cómo pensar que esa ternura exiquisita era una caja con tales secretos?
-Ya basta... -ríe correspondiéndome de forma corporal, llevando sus manos a mis hombros y dejando nuestros dos cuerpos enfrentados, casi pegados; yo no noté en la extraña postura en la que habíamos quedado hasta que me alejé un poco para verle la cara.
Él me miraba de una manera que... No os puedo explicar. No pude mantenerle la mirada lo suficiente como para definirlo. Pero me tenía indefenso; sentía que me miraba con esos ojos transparentes y me traspasaba el alma. Podría jurar que emanaban inocencia, pureza. O quizás sabían demasiado.
Lentamente, mis manos trazaban el camino de su torso, hasta llegar a su cuello ida y vuelta, posándose finalmente en su cintura; sin darme cuenta estaba intentando escabullirme bajo su camisa. En cuanto mis dedos rozaron su piel, tiritó, y llevó su cuerpo a encajar con el mío, apoyando su mentón en mi hombro. Respiró profundamente, como oliéndome, haciéndome ruborizar.
-Me encanta tu aroma- susurró en mi oído, lamiendo luego mi oreja. Creo que gemí en voz baja.
-No digas esas cosas...- murmuré, aún jugueteando con su cintura. No me atrevía a ir más allá, pero la forma en que me acariciaba me daba a entender que él sí quería.
-Vamos, no tengas miedo- me dijo sonriendo, como leyéndome el pensamiento. -Yo te guiaré...
Ante aquélla proposición, me sentí algo avergonzado, y para ser sincero no sabía cómo responder a eso, y dejé que él hiciese lo que tuviese que hacer. Al notarme quieto, me acarició en el pecho, y acompañándolo en su movimiento, abrí ligeramente los brazos para darle el paso libre a mí. Me miró algo sorprendido, y alejó un poco sus manos inseguro.
-¿Tú... Lo quieres?- preguntó arqueando las cejas, sonriendo débilmente con ese dejo de picardía que tenía desde hacía rato.
No pude responder en palabras, pero mi actitud corporal no le dijo que no.
Yo tenía el rostro ruborizado de vergüenza, la mirada al suelo, y las manos a la altura de mis hombros, como un cachorro buscando atención. Diablos. Admitirlo es aún más penoso que recordarlo.
Tras mirarme unos instantes de arriba abajo, prosiguió, comenzando por mis labios, lo único en lo que yo era bueno. Me besó al principio con ternura, pero en cuanto posé mis dedos en sus mejillas, hundió su cara en la mía, y casi me atraganto con su lengua. La metió con tal voracidad que tuve miedo de morderle por reflejo; lo último que conocía de él era ese lado. Aunque comenzaba a gustarme, no me convencía racionalmente hablando.
Suspiraba y gimoteaba en mi boca, pero yo no era capaz de seguirle el ritmo, y empezó a avivarme tocándome por la cintura. El cambio de roles había sido brusco y hasta me había asustado. ¿Tenía miedo? Algo así.
Me di cuenta que no estaba... Totalmente preparado. El ritmo que llevaba él mientras me toqueteaba y besaba era fogoso, se notaba que me deseaba. Pero, a pesar de desearlo de igual forma, algo en mi inocencia me frenó por dentro, y me dejó estático. Ya no le correspondía, sólo me dejaba llevar por su batuta imaginaria.
En cuanto aflojé el cuerpo un poco me recostó de un empujón en la cama, sentándose sobre mí, justo sobre mi entrepierna, y volvió a la marcha quitándome la remera y besando mi torso.
-Espera, no tan rápido...- murmuré apretando los ojos para no poner expresiones raras, mientras él comenzaba a usar provocativamente su lengua. Intenté reprimir mi voz, pero su tacto era irresistible, y algún que otro gemido se escapó.
-Me encanta tu voz- dijo riendo, irguiéndose un poco para llegar a mi cara. -Eres hermoso, ¿Te lo he dicho?- suspira mirándome a los ojos.
-Y-ya, Bon...- murmuro mirando al costado. Mi cara ardía demasiado, mi cuerpo ya temblaba y el muy maldito recién empezaba, como para que además me ande con cumplidos.
-Es que no puedo evitarlo- susurró haciendo una mueca. -Te adoro.
-...
-Te adoro, Foxy...
Estuvo de eso un rato más sin que yo le respondiese, y tras cada "te adoro" me daba un beso en una parte diferente del cuerpo. En cierto punto empecé a sentir que se me paraba mi miembro, y con mucha vergüenza le pedí que me bajase el pantalón. Otra nota más al libro de "Momentos vergonzosos en la vida de Foxy".
Siguió tocándome por todas partes de cabeza a pies por lo que me pareció la más deliciosa eternidad, y yo me vine antes que él siquiera mostrara signos de excitación alguna.
Yo ya jadeaba, y él apenas comenzaba.
-B-Bon...- dije con la voz entrecortada. -¿Estás bien...?
Se veía decaído. A pesar de que acababa de "disfrutarme" (déjenme decir que con muchas comillas), había quedado mirándome con algo de melancolía, y yo me incorporé vistiéndome mientras lo miraba con preocupación.
-Hey...- le hablé despacio llamando su atención.
-¿Qué?
-P-pues... Nada...
-No te gustó.
-¿Qué? ¡No! ¡Sí, sí me gustó!- se me escapó sin pensarlo. -Nunca me había sentido mejor- terminé la frase en casi un susurro, mientras me cubría la cara con mis manos. Sentí que debía reconfortarlo diciéndole esas cosas, acababa de tocarme por primera vez. Y sabía yo que no sería la última.
-Oh, bien- exclamó aliviado. -Ya creí que...
Y se quedó en silencio por un segundo, antes de escabullirse bajo su cama.
-¿Qué haces?- le pregunto.
-Nada, solo... -dice forcejeando, hasta sacar una caja de zapatos. -Voy al baño y vuelvo.
-Eh... Vale...- musito confundido, mirándolo ir al baño con la caja.
Hoy me doy cuenta que no había guardado disimulo. En ese momento me pareció ridículo, me había sentido como que me había usado y se marchó. De todos modos, no me di tiempo a pensar en ello, mi mente estaba aún mezclada por las nuevas sensaciones que había descubierto en mí mismo.
Yo estaba agotado y jadeante, y con los párpados pesados, me eché en su cama a medio vestir, quedándome al rato profundamente dormido.
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『Foxy x Bon』RETIFISMO『+18』
FanfictionRetifismo: parafilia que se define por la atracción fetichista por los zapatos. "Nadie apostaría que tendría un fetiche por los zapatos altos. Mucho menos que sería yo el que los usara sujeto con esposas a la cama." ...