Harleen Quinzel. Atrapada en una relación que jamás pensó que podría pasar en su vida. En su último año de la universidad, conoce a un chico (guapo, encantador, seductor y muy misterioso) de nombre, Jack. Deciden salir, pero no como una pareja norma...
Me encuentro en una ciudad vacía, sin ningún auto, sin ninguna persona a mi alcance. Observo a mi alrededor; escucho el viento golpear contra los cristales de los edificios y mover la tierra esparcida entre la carretera. Avanzó, hago escuchar mis tacones entre los callejones. ¿Qué diablos está pasando?
Estoy perdida entre la confusión, no logro descifrar con determinación qué es esto. Tal vez sea un sueño, estoy segura.
Observó a un hombre, recargado en un poste mientras mira la simple ciudad abandonada. Quiero acercarme, no logro ver su rostro, pero no quiero sentirme sola, aunque sea un simple sueño.
Mis tacones resuenan formando un gran eco, causando que aquel desconocido volteara la cabeza y dirigiendo su mirada hacia mí.
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Mi corazón se detiene, es él, Jack. No sé si salir corriendo a abrazarlo o huir. Se acerca a mí con la mirada seria, como si esto se tratara de un reencuentro. Remojo mis labios y abrí la boca, pero ninguna palabra quiere salir. Una sonrisa se forma en sus labios, es tan perfecta. Extiende su mano para que la tome, no lo dudo y extiendo la mía. Apenas rozó sus dedos.
Hasta aquello me detuvo.
Veo el filo de un cuchillo tras pasar directamente a su pecho. Se me escapa un grito y doy pasos hacia atrás. Alguien lo sujeta de los hombros para evitar que el cuerpo se caiga contra el asfalto. El hombre quien cometió el crimen, aparece con una sonrisa. Joker. Ríe y saca el cuchillo con sangre esparciendo contra el filo, deja caer ya el cuerpo sin vida de Jack. Mis ojos enrojecen y mi cuerpo tiembla, apenas mantengo la mirada ante él.
Despierto, levantando la espalda y ahogó el grito. Mis latidos resuenan entre mi cuerpo y captó la visión en el lugar donde me encuentro. En la misma habitación. Escucho el suspiro de alguien, siento pánico ahora. Veo a mi lado, y creo que no era sorpresa, estaba el, acostado entre la cama. Tiene puesto su simple pantalonera. Me levanto con sumo cuidado. Tengo que escapar.
-No te vayas.
Su voz hace que mi cuerpo entero se quede congelado, estoy perpleja. Apenas estaba a unos cuantos pasos de alcanzar el picaporte. Me doy media vuelta y lo miro; se sienta en el borde de la cama y estira los brazos a cada lado mientras mueve la cabeza para tronar los huesos. Se incorpora y se acerca hacia mí. Observo el suelo, no pienso mirarlo.
-Prepárate, más tarde harás un trabajo para mí. -siento su aliento pegar contra mi frente, habla claro y relajado.
-No pienso hacer nada por ti. -gruño.
Puedo percibir su sonrisa.
-Claro que lo harás. No te esfuerces en decir no frente a mí.
-Déjame sola. -hablo firme y con ira.
Se marcha sin más que decir, dejándome con el sonido chirriante de la puerta. Suelto todo el aire, al parecer estaba aguantando la respiración. Observo la ventana, ya los rayos del sol se pegan contra el cristal.
