El chico rubio miraba detenidamente cada movimiento del chico pelinegro.
A pesar de que nunca antes lo había visto, a Alonso le gustaba lo que sus ojos miraban.
El metro podría llegar a ser un fastidio por la cantidad de gente, el clima, el espacio, la atmósfera y cada uno de los detalles que lo hacían tener esa mala fama, pero para Alonso se había convertido en su pequeño gusto culposo, no el metro en realidad, sino la persona a la cual espiaba sigilosamente todas las tardes exactamente a las 5:30, el pelinegro abordaba en el vagón número 4 del tren en dirección hacia el sur, Alonso mantenía la espera del misterioso pelinegro, no importaba si dejaba pasar dos trenes, con tal de poder abordar a la par del ojimiel, haría lo que fuese necesario.
El ojiazul retiró los audífonos de sus oídos, regalándole completamente su atención al ojimiel, quién tenía la mirada perdida en el pasillo de aquel vagón, en la mano del susodicho yacía descansando un ejemplar de Julio Verne: "El viaje al centro de la Tierra" a Alonso le provocó ternura, más que otra cosa.
Las puertas de los vagones se abrieron, las personas que tenían que salir, salieron, y las que tenían que entrar, entraron, junto al pelinegro yacía un lugar vacío y una perfecta oportunidad para el rubio. Sin pensarlo dos veces, Alonso decidió acercarse al chico responsable de sus retardos en su empleo.
Alonso fijó su vista en el pelinegro, este ni se inmutó, tal vez no le importaba que lo observasen, o a lo mejor ni cuenta se había dado.
-Es un gran libro -comenzó a decir Alonso, curiosamente le salieron palabras naturales, y no tartamudas como hubiese ocurrido en otra ocasión.
-Lo es, ¿lo has leído? -inquirió el pelinegro, Alonso sonrió al escuchar su voz, era aún más tentadora de lo que imaginaba.
-No -admitió el rubio, el pelinegro frunció el ceño- pero imagino que ha de serlo.
-Lo es -afirmó nuevamente y con una pizca de diversión.
-Soy Alonso, por cierto.
-Debiste haber comenzado con un "hola" -habló el pelinegro regresando a su lectura, o por lo menos eso parecía, la realidad es que no estaba prestando atención a esas palabras escritas, sino a la mirada constante de el rubio.
-También me da gusto conocerte -el pelinegro no contestó- te dije mi nombre, se supone que debes de decirme el tuyo, por educación -el pelinegro lo miró.
-Se supone que debes saludar, por educación.
-Hola, soy Alonso. ¿Y tú?
«Próxima estación; Manhattan y Queens»
Se escuchó una voz anunciando las estaciones.
-Hola Alonso. Creo que hemos llegado a tu estación -Alonso sonrió.
-¿Cómo sabes que es mi estación? -el pelinegro abrió sus ojos de más, haciendo notar aún más sus largas y gruesas pestañas negras.
Las puertas se abrieron, Alonso debía descender.
-Hasta luego Alonso.
-No me dijiste tú nombre -levantó la voz pues Jos aún se encontraba dentro de el vagón, Alonso ya estaba afuera.
-Oh, soy... -las puertas se cerraron impidiendo que Alonso escuchara lo que tanto deseaba oír, el nombre de el chico pelinegro.
Alonso no logró obtener su nombre, Alonso llegaría tarde de nuevo a su trabajo pero Alonso estaba feliz porque por fin había vencido su miedo de hablarle a el ojimiel, Alonso estaba feliz.
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Subway; j.v. editando.
FanfictionPude haber olvidado atar los cordones de mis tenis y atarlos cuando me hubiese tropezado con ellos, o quizá encontrarme una moneda y detenerme a recogerla, tal vez pude distraerme, o simplemente no cruzar la calle a tiempo, lo que provocaría que hub...