Steve llevaba tres semanas en el colegio, lo que no había sido tan malo como creía, de hecho era mucho mejor que en su anterior colegio. Las clases estaban bien, y aunque no le contaran las notas, siempre debía ser el mejor. Los deportes, genial sentir esa adrenalina corriendo por su cuerpo, su corazón acelerado, los músculos agarrotados por el dolor de la pérdida de la actividad, estaba agotado. Tres semanas como las de antes. Sí, como las de antes.
No pensó mucho en nada, ni nadie, por fin volvía a ser el mismo. Por eso no lo afectó tanto cuando la Kathya le informó que se iba un mes de vacaciones con sus padres, como una familia le dijo. Se alegraba que por fin encontraran el rumbo, lo que no se dio cuenta era cómo lo miraba su hermanito cambiaba, él ya no era el juguete nuevo, sino alguien que competía por la atención de sus padres, bueno no solo por la atención de sus padres sino la de sus profesores y seguidores. Steve, iba de inocente por el mundo siendo, como siempre había sido y Evan, con un nudo en el estómago queriendo darle un solo puñetazo a su puñetero hermano y Steve ni se percataba de eso, pues esas cosas de competir por la atención de la gente no eran algo que a él se le pasara por su cabecita ya que en su mente siempre tenía toda la atención.
Así, pasó otra semana. Steve siendo el rey del mundo y Evan queriendo partirle la cara. En casa de los Hyuga, una cosa estaba clara, ninguno de los dos mocosos sabía compartir. Pero la aparente paz llegó a su fin el día que nombraron a Steve capitán del equipo de baloncesto puesto que este ignoraba que ese puesto era deseado su hermano.
Evan lo miró con rabia, dejó el enteramiento y partió a casa, Steve lo encontró lo más normal del mundo. Habrá tenido que hacer la tarea, pensó.
Pero al llegar a casa, vio a Evan feliz siendo abrazado y felicitado por sus padres, no entendía nada. Luego vio la boleta de calificaciones, así que él sacó la suya, que tenía tres o cuatro notas y no valían de nada, pero para variar un poco eran todas 7.
"A mí también me entregaron mis notas" les sonrió entregándoselas a su papá "y me nombraron capitán del equipo de básquet y el entrenador de Futbol me dijo que mañana me nombraba capitán del equipo" le dijo feliz.
Eso fue el colmo para Evan. Ese intruso pretendía robarle todo. Ya le había robado bastante. Sintió que ese puño que lo ahogaba por días salía de su garganta para irse a su mano, hacerla un puño y estrellarlo contra la quijada de su hermano dejándolo tumbado el suelo ya que lo pilló totalmente desprevenido, mirando a su padre le gritó.
"llévate a tu entrometido hijo de vuelta a Japón, no lo quiero más aquí"
"Evan" Gritaron a coro los padres.
"Llévatelo o me voy yo" sentenció.
"A la única parte que irás, jovencito, será a tu cuarto y pasa por el cepillo" ordenó Ángela.
Steve estaba en shock, Evan no se movía, Sean se debatía entre agarrar a nalgadas a uno o recoger al otro del suelo. Ángela caminó a hacía Evan, le dio un par de palmadas para que se moviera pero este salió corriendo y Ángela fue tras él, mientras Sean recogió a Steve le puso hielo en la boca.
"Ve por Evan papá" le sonrió haciéndole creer que estaba todo bien, Sean no tenía muchas opciones así que creyó en su hijo.
Steve aprovechó que estaba solo, fue al despacho, abrió la caja fuerte y sacó su pasaporte, dejó una nota para su padre.
"me prometiste que nada cambiaría, que no volvería a estar solo, te creí, les creí, y me relajé y dejé de ser perfecto, me dejé llevar y perdí a mi hermano, un hermano que no sabía que tenía y le hice daño, porque eso es lo que hago, dañar a quienes me rodean. Evan tiene razón pero no necesitas llevarme a ningún lado. No me busques ya no te creo"
Dejó todo, no quería nada que le recordara que había tenido una familia y salió sin mirar atrás. Una vez en la calle y para su vergüenza dio rienda suelta a sus lágrimas, esa sensación de caminar herido, ese dolor en la panza que con suerte te deja avanzar porque las piernas se te doblan a cada instante, y sabes que si flaqueas caerás derrumbado al suelo y no te levantarás hasta que la herida en el corazón se adormezca de tanto dolor, así camino, cuadras y cuadras, porque no podía tomar un taxi, pero tenía que llegar al departamento de Kathya. Se maldijo por haber dejado su auto ahí, pero sabía que tampoco estaba en condiciones de manejar. Por fin llegó, se arrastró a la cama que había compartido con su mujer y lloró, como el crio herido que era, esta vez no era una pataleta de niño, era dolor, era traición, era engaño y pérdida, así agarrado a la manta que lo había cobijado en más aventuras, el olor a la única persona que jamás lo había dañado, mil tentaciones de llamarla para que estuviera a su lado, pero sabía que no era justo, ya la buscaría al cabo del mes, se durmió agotado por el llanto. Sabía que nadie buscaría ahí, a quién engañaba. Nadie lo buscaría. Si había que elegir entre Evan y él, estaba claro que el hijo de ambos era la opción. ¿Además a quién engañaban? Esos tres llevaban años jugando a la familia feliz, por algo se lo habían ocultado.
Evan por su parte corrió sin control, no era un experto en fuga, solo corría más rápido que sus padres, corrió en línea recta, con sus padres a su espalda, lo sabía y sentía una cierta satisfacción en ser el elegido, si, los dos hermanos pensaban igual. Él no pararía, Steve se merecía el puñetazo, ¿quién se creía para robarle todo?, ¿no podía ser del montón? ¡NO! Tenía que llegar a quitarle todo lo que con tanto esfuerzo había construido, bueno no es que le haya quitado la capitanía, ¿pero acaso él no era la elección lógica? ¿Acaso no había trabajado por años por eso? Por qué no podían negar que él había estado entrenando desde que entró al colegio, éste sería su año, ¡y no quedó! Todo por haber faltado una semana, y perdido los entrenamientos, pero Steve venía recién llegando y no solo eso, su boleta de calificaciones por primera vez no era perfecta, ¡pero no era su culpa! ¿Cómo iba a saber que harían una prueba sorpresa? ¿Y por qué el engreído de su hermano las había mostrado también si ni siquiera le contaban? Ya tenía el curso aprobado ¿no era injusto acaso? ¿No era competencia desleal? ¿No era suficiente con prestarle a sus padres? ¡No! El acaparador lo quería todo, pues bien que se lo quede todo. Ya no lo quería. Claro, es fácil así, cuando tienes la certeza que tus padres van por ti, que te eligieron a ti. No sabe cuánto corrió La suerte de vivir al lado del malecón que le permitía correr kilómetros y kilómetros sin interrupción, corrió hasta quedar sin aliento y lloró porque el momento en que quedó sin aliento fue al recordar la cara herida de su hermano, dolor, traición, rendición había dañado a su hermano, al que tanto rogó al cielo poder conocer y ahora todo se había acabado
En ese instante, se desató una tormenta y sus lágrimas se fundieron con los goterones que se estrellaban en su cara
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Una jauría de tigres
RandomSteve aparentemente tiene la vida perfecta, pero con el corazón herido por la muerte de su madre que el paso de los años no hacen más que acrecentar el dolor, pero por más que empuje lejos a su padre, jamás lo va a abandonar. Aviso: Castigo Corpor...