¿Poesía urbana?

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¿Recuerdas cuando por la zona colonial te lleve?
¿Aún recuerdas el jazz que la ciudad desprendía?
Era todo obra de la clandestinidad del destino,
Todo obra de un amor, teniendo la calle de testigo.

Por gracia o maldición,
Soy más amante que poeta,
Por eso entre mis versos, y palabras,
Había seducción.
Y nada era estático,
Por qué siempre había un cambio,
Un nuevo amor...
¿Pero que se le puede pedir,
A una caminante de las calles,
Sin frío ni calor,
Y sin huésped en su corazón?
Bueno,
¿Será está una poesía de la ciudad?

¡Quién diablos! Se atreve a cuestionar lo que la calle en buen acto, ha unido.
Y a contradecir lo que el ruido de la ciudad, ha dicho.
Pues mi gente... no.

Los que cruzamos los ríos,
Caminamos los valles,
Y dormimos en los montes.
Esos quienes,
Creamos la fantasía en la realidad,
Y pintamos el aire con realidades sociales.
A quien le interese.
Pues mi gente somos esos,
Los hijos pródigos de la sociedad,
Que aunque escapemos de ella,
Somos de ella.
Pero, ¿quién invitó a la razón, si yo solo te estaba seduciendo?
Bueno,
La calle hace y deshace,
Y la ciudad siempre será mi testigo.

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