Padre nuestro que estás en los cielos,
Santificada sea mi suerte,
Hágase tu voluntad en la tierra, como en mi estupida e insignificante vida.
Dame hoy la suficiente valentía para llevarme los sesos de un tiro,
Y perdona al humilde colchón que se llenase de sangre,
Como también yo perdono a las paredes que parecen juzgar.
No me hagas caer en la tentación de vender mi ilusión, alma, y pensar, por la aceptación de la sociedad,
Y líbrame del mal sexo.
Amén.
ESTÁS LEYENDO
EVLOGÍA
PoesíaUna bendición no tan deseada, y un talento inexistente. Sólo los recuerdos y el sentimiento de una simple persona igual que tú. Con un dulce dolor, y una historia que contar... Por supuesto, la constancia no la conoce, y el valor mucho menos, pero a...