Diabetes

3K 482 61
                                        


Jueves, 13 de noviembre

07:11 p.m.

Gabriel abre la puerta y saluda tímidamente.

—Lu...

Nos miramos durante varios segundos, temerosos de romper el silencio y finalmente solo empezamos a caminar.

Pasamos varias cuadras hasta terminar en el parque donde solíamos perder el tiempo cuando estábamos en la universidad.

Nos sentamos bajo un árbol y espero a que diga algo más, pero Gabriel está tenso, no me toma de la mano y lo veo tragar saliva cada pocos segundos.

Como soy incapaz de decir las palabras, elijo el camino más rápido. Saco el celular y se lo paso.

9 Días de retraso

—¿Qué es...? ¿Esto es lo que creo que es?

Asiento, y parpadeo rápidamente, para evitar las lágrimas.

De repente, Gabriel se lanza sobre mí y me abraza con tanta crudeza que duele.

—Nunca vuelvas a hacerme esto —susurra con fuerza—. Pensé que me ibas a dejar.

—¿Qué? ¿Por qué te dejaría? ¡Te amo!

Él me deja ir y realmente hay pequeñas lágrimas en sus ojos.

—No lo sé, pequeña chica llena de secretos.

Como si no pudiera contenerse, vuelve a abrazarme y al separarse, me da un beso realmente caliente.

—Dioses, estaba tan asustado.

—¿No estás asustado ahora mismo? Yo estoy asustada.

Gabriel suelta una pequeña risa.

—Dame un minuto, pensé que estaba perdiéndote. Lo demás puede esperar.

Ahora quien termina riéndose, soy yo.

—¿Gabo?

—Te amo, Lu. Por favor, dime que todo está bien entre nosotros.

—Pues...son nueve días, Gabo.

Él me vuelve a abrazar.

—Mi amor por ti es más fuerte que un test positivo de embarazo.

—Gabo, ¿por qué siempre dices cosas tan románticas?

Él finge estar ofendido por mi sarcasmo. Me quita el celular y vuelve a echarle un vistazo a la pantalla.

—¿Por eso te has estado sintiendo cansada estos días?

—No, eso no tiene nada que...o sea, podría ser pero...no, olvídalo, es una sobrecarga de trabajo. No estoy embarazada, ¿vale?

—Lu, no puedes evitar una cuestión así.

Pero es claramente lo que estoy haciendo. Gabriel se mantiene intentando abordar el tema hasta que por fin dice:

—Lo siento por...ya sabes, esa vez. Debí ser responsable, aunque tú no debiste usar ese vestido rojo —me arregla el mechón detrás de mi oreja y sé que está bromeando. Su mirada vuelve a ser seria cuando continúa—: Si en verdad está pasando...vamos a estar juntos, ¿vale? Tienes un trabajo, tengo un trabajo, todo está bien.

—Gabriel...yo no quiero hijos. Todavía no.

Él me abraza más cerca y suspira contra mi cabello, pesado, como si de repente el mundo volviera más difícil. Divertido. Lo es.

—Entonces que sea como tú quieras, Lu.

Y pronto estoy al borde de las lágrimas. Odio llorar.

—Gabriel, lo siento...lo siento...

—¿Por qué siempre te estás disculpando por cosas en las que no tienes ninguna culpa?

—Pero...

—Lu...no es tu culpa. Vamos a estar bien, ¿vale?

—Vale.

Su beso es tan tan tan dulce. Pero no puedo...no puedo ser madre todavía. Ni siquiera de sus hijos.

————————————————————————————————————————————

2 años atrás

Odio estar resfriada. Un resfrío es asqueroso cuando tienes novio. Llevas los labios secos y pasas todo el tiempo preocupándote en lo poco sexy que te ves limpiándote los mocos.

Con tres meses de una relación feliz y tranquila, este resfrío ha caído como una maldición gitana.

—Me encanta tu lado dramático —dice Gabriel cuando intento quejarme—. Para mañana decidirás que tienes principios de peste bubónica y morirás entre horribles sufrimientos.

—Gracias por el optimismo, cariño.

—Solo es mi forma de decirte cuánto te quiero.

—La zona de romance meloso está por allá —se queja Susana en voz lastimera—. Ya corro el riesgo de que Lucía me contagie la peste bubónica, no quiero que me contagien también sus principios de diabetes.

—Es una pena —dice Gabriel— se siente taaaaan bien.

—¡Dije que la zona de romance estaba por allá! —Reclama Susana, colocándose sus audífonos.

Gabriel se echa a reír, pero vuelve a sus apuntes y me deja estudiar también. ¿Es raro que me guste verlo escribir?

Me encantaría poder decirle a alguien que nunca me he sentido así, que encajamos demasiado bien y que soy tan, tan feliz. ¿Es muy pronto para decir que lo amo? Quizás lo es.

Odio que la sociedad haya determinado que uno tiene que ser sobrio con el amor, no mostrar demasiado.

—¿Cómo va la gripe? —Pregunta él después de veinte minutos de estudio responsable.

—Parece que se está dando cuenta que soy una adversaria digna.

—Esa es mi chica.

Había olvidado que los novios hacen estas cosas totalmente adorables donde te abrazan y te sientes como un gatito mimado.

Tal vez porque nunca tuve un novio que hiciera estas cosas. Por alguna razón, estar con Gabriel me hace sentir que él es mi primer novio real.

—¿Mejor?

Él besa mi frente. Tan malditamente adorable.

Un poco de ayuda aquí por favor. Creo que voy a llegar con diabetes a los treinta.

—¿Hola? ¿Princesa?

Ok, quizás a los veintinueve.

18 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora