Sábado, 15 de noviembre
04:51 p.m.
—¡Me está llamando!
La copa de helado frente a mí se tambalea y Susana la detiene justo a tiempo.
—¿Y qué esperas? ¡Contesta?
Dudo demasiado y la llamada termina. Sin embargo, antes de que tenga tiempo de arrepentirme, Gabo vuelve a llamar.
—¿Ho...?
—LU, LO SIENTO TANTO —me interrumpe él con tono desesperado—. POR FAVOR, NECESITO VERTE. FUE UNA EMERGENCIA, EN SERIO.
—Gabriel, deja de gritar. Está bien, podemos vernos más tarde.
—Necesito verte AHORA —lo escucho tomar varias respiraciones agitadas intentando calmarse—. Leonardo me dijo que saliste con Susana. ¿Puedo ir allá con un taxi a recogerte?
—¿E ir a dónde?
—A mi casa, a tu casa, a donde quieras. Pero necesito hablar contigo y no creo que sea bueno en un parque.
Mientras trato de decidir, escucho una conversación ahogada de fondo.
—¿Gabo?
—Estoy en camino, ¿te puedo esperar frente al Mc'Donalds?
—Claro, te veo allí en unos minutos.
—No me cuelgues, por favor no me cuelgues. Solo quédate en línea, necesito escucharte aunque sea respirar.
—Nos vemos en Mc'Donalds —repito.
Y cuelgo.
—¿Qué pasó? —Pregunta Susana al instante—, estaba gritando, escuché todo.
Me pongo de pie y llamo a la camarera. Afortunadamente llega rápido, así que le explico que tenemos que irnos rápido y le dejo el dinero más la propina en un solo billete.
Susana le echa una mirada lastimera a su helado a medio terminar, pero me sigue obedientemente.
—¿Piensas que esto es grave?
—No lo sé, no sé qué pensar.
—Estoy de tu lado —asegura ella—, y Leo también, hablé con él antes de venir.
—¡¿QUÉ?!
—No me mires así —ella alza las manos en señal de inocencia—, le dije que viste el video pero no me ha contado nada. Dijo que me diría lo que sabe cuando Gabo apareciera, pero parecía malo.
—Gracias por los ánimos.
Cuando llegamos al Mc'Donalds, Susana me abraza.
—Sé que lo amas y que es un momento complicado—me dice—, pero si realmente lo arruinó, termínalo y sigue adelante. Voy a estar aquí si me necesitas.
Estoy a punto de darle las gracias cuando escucho la voz de Gabo llamándome.
—Te quiero —es lo que le digo finalmente. Susana asiente y me indica que entre al taxi.
Gabriel mantiene la puerta abierta para mí, pero cuando subo, no dice una palabra.
Es horrible mirarlo y no poder leer en él. Su expresión es devastada, y eso me asusta más que cualquier cosa, incluso el maldito retraso de once días.
Tengo que esperar que el taxi haga el trayecto de regreso a su casa, que lo pague, saludar a sus padres fingiendo normalidad y que cierre la puerta de su habitación para sentir que el mundo se me viene encima.

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18 días
Roman pour AdolescentsCuando a Lucía le llega la invitación a la boda de una amiga que se casa porque está embarazada, se da cuenta de algo: ¡que ella misma tiene un retraso! Mientras decide si debe decirle o no a Gabriel, su novio, va reviviendo un poco el pasado, don...