Un cable a tierra

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Lunes, 17 de noviembre

07:08 p.m.

—¿Todavía nada?

Cuando volteo a mirarlo, veo en sus ojos que él ya ha renunciado.

—Realmente crees que estoy embarazada —susurro abatida.

—Estoy siendo realista aquí. No voy a tener falsas esperanzas con algo así de serio. Tenemos que empezar a planear cómo diablos vas a...tú sabes...terminarlo.

Gabriel se derrumba sobre su cama y empieza a dar pequeños toquecitos sobre mi mano hasta que mi respiración se estabiliza.

—Todavía no quiero pensar en eso.

—Lucía, han pasado casi dos semanas.

—Pero todavía podría ser un retraso. Tomé la pastilla del día siguiente hace unos meses, y se supone que eso te desestabiliza todo.

Gabriel me alza una ceja escéptica (y lo envidio por ello), pero de todos modos intenta darme apoyo moral:

—Está bien, podría existir un 2% de esperanza.

—¿Lo ves? No todo está perdido.

—Lu, igual necesitas hacerte una prueba de embarazo. En serio. Tenemos que salir de dudas, no sé cuánto tiempo más podemos estar en negación.

—¿Y si sale un falso negativo?

—¿Y un test de sangre? Se supone que son más seguros.

Claramente, él no me va a dejar procrastinar esto. En cierta forma eso es bueno, ya que necesito de alguien que tenga los pies en la tierra y esté dispuesto a ver el mundo como es.

—Sí, puede ser.

Gabriel siempre mantiene la calma en situaciones así. Va por la solución lógica y responsable. A estas alturas, no sé qué diablos haría sin él.

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1 año y nueve meses atrás

Esta es mi maldita pregunta: ¿Por qué nadie me dijo que orinar iba a doler?

Es decir, sí, todo el mundo habló sobre que la primera vez dolía. Tenía eso cubierto. ¿La sangre en el momento? La toalla que pusimos bajo nosotros hizo su trabajo. ¿Que me duela todo el cuerpo? Bueno, hicimos ejercicio, ¿no?

Pero que me doliera cada vez que iba al baño, y que siguiera sangrando como si estuviera en los últimos días de mi periodo no estaba en la lista. Habían pasado dos días (¡DOS DÍAS!) y tenía que incluso poner cuidado al sentarme.

¿Y si habíamos hecho algo mal?

La gente en internet dice que duele de dos a tres días si el chico fue un bruto cavernícola. Gabriel fue todo amor y caricias.

¿Y si tengo alguna lesión real? ¿Debería consultarle a alguien?

No le digo nada a mis amigas, ni siquiera sé si quiero hablar con ellas de lo que pasó.

Cuando volví anoche a casa, traté de interactuar lo menos posible con mi familia para evitar delatarme a mí misma. Tomó todo de mí actuar con naturalidad y creo que lo conseguí, porque mamá no disimula nunca su curiosidad.

Sin embargo, la universidad resulta otra prueba, ya que Alicia y Kristal siempre están pendientes de los mínimos cambios en mi expresión. Ver a Gabriel en la cafetería me pone al borde de los nervios, aunque él es mil veces mejor que yo para disimular. Me abraza como si fuera un día normal y empieza a contarle al grupo sobre un accidente que tuvieron en clase esa mañana.

O sus amigos son muy disimulados, o él no les ha dicho una palabra sobre lo de anoche. Fernando y Kristal son lo suficientemente ruidosos para que pueda pasar una hora simplemente riéndome de sus tonterías.

Cuando termino de comer, Gabriel sostiene mi mano por debajo de la mesa.

—¿Estás bien? —Pregunta disimuladamente cuando acaba el almuerzo y tenemos que separarnos para ir a clases.

—Sí, amo la lasagna.

—No intentes ponerme celoso, no va a funcionar —murmura antes de irse.

Me da un beso pequeño en los labios y se aleja. Reacciono justo a tiempo para ver las miradas embelesadas de Alicia, Kristal y Susana.

—¿Qué? —Suelto a la defensiva.

—Se ven taaaan lindos —exclama Alicia—, y se nota que se muere por ti.

Pienso con todas mis fuerzas en el examen que están a punto de devolverme en clase, para no sonrojarme, y creo que funciona a medias.

—Supongo que sí —respondo, todavía cohibida.

—Creo que están celosas —me susurra Susana cuando llegamos a clase—, aunque siendo sincera, hasta yo quisiera un chico que me mire así.

Intento no lucir demasiado orgullosa, incluso cuando obtengo una nota increíble en el examen.

—Novio perfecto, nota perfecta —dice Susana—, ¿cómo es que lo tienes todo?

—El examen es la parte difícil —la animo—, y tú también tienes la nota más alta, así que solo te falta el novio.

—Créeme, te cambio este examen por Gabriel cualquier día de estos.

—Lo consideraré si es un examen final para un curso de ocho créditos.

—Eres una buena negociadora.

—Y una terrible novia.

Aguantar la risa en plena clase resulta muy difícil. Es un alivio cuando termina y podemos soltar la carcajada en el pasillo, incluso cuando Alicia y Kristal nos miran mal por compartir chistes privados.

Gabriel me encuentra a la salida y tomamos el bus a su casa, ya que acordamos ver una película esta tarde.

—¿Te ayudo con esa mochila?

—La tuya se ve más pesada —respondo—. Aunque deberías preguntarme de nuevo en un rato, estos libros me están matando.

Pasamos los siguientes minutos en silencio, con Gabriel jugando con mis dedos, hasta que el señor que está sentado frente a mí se baja del bus.

Estoy a punto de tomar el asiento cuando recuerdo el dolor entre mis piernas y prefiero cederlo a una chica de la universidad que subió con nosotros.

Me toma un segundo notar que acabo de quejarme del peso de mi mochila pero no he tomado el asiento. Sé que lo he arruinado cuando Gabriel me lanza una mirada de sospecha. En cuanto nos bajemos, me lo va a preguntar.

Y efectivamente, cuando llegamos a su casa, él cierra la puerta de su cuarto y me enfrenta.

—¿Qué pasa?

Soy terrible guardando secretos, así que dejo salir toda la historia en un minuto.

—Estás llorando —es todo lo que dice Gabriel antes de sentarse junto a mí y empezar a enjuagarme las lágrimas con el borde de su sábana.

Y él me abraza y me dice que lo siente. Realmente está a punto de colapsar también, debe pensar que es la segunda vez que lo arruina. Creo que es eso lo que hace que deje de llorar.

—No te preocupes. Ya pasará.

—Hagamos una cosa. Si te sigue doliendo hasta este fin de semana, iremos a un médico. ¿Está bien?

Ir al médico hace todo suene terriblemente real y serio, pero se ve tan triste que accedo.

—Todo va a estar bien, princesa.

Y allí, en medio de mi rechazo a las cursilerías, todavía siento que mi corazón se detiene cuando me llama así.

18 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora