Insaciable

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Viernes, 21 de noviembre

05:33 p.m.

Por más que lo intento, no soy capaz de concentrarme en el presupuesto que tengo delante. Repaso una y otra vez la primera línea hasta que finalmente entiendo que se refiere a una pantalla LED para el evento.

Gruño y me froto las sienes, en un intento de recuperar el hilo de mis pensamientos. Sé que es viernes y que faltan dos meses para el festival que estoy organizando, pero haría cualquier cosa para no tener que pensar en la maldita aplicación.

17 Días de retraso

A mi lado, Rita también suelta un suspiro frustrado.

—¿Qué haces para que un hombre quiera acostarse contigo dos veces? —Pregunta de repente.

Me volteo para ver si alguien la ha escuchado hasta que recuerdo que la mitad del área ha salido para una reunión. Los que quedan están demasiado lejos para fijarse en nosotras.

—Los hombres siempre quieren acostarse contigo —bromeo.

—Bueno sí, en teoría. Pero cómo hago para que sea cuando yo quiero y no cuando no le queda otra chica.

—Ni idea, te has acostado con muchísimos más chicos que yo.

—Y sin embargo, creo que tú entiendes más del tema —me reclama—. Sabes cosas que nunca he probado, y quiero saberlas.

—¿Quién es el afortunado?

Rita echa una mirada a nuestro alrededor para confirmar que nadie escucha, pero de todos modos lo escribe en un papel y me lo pasa: "Roberto, de sistemas".

Luego me quita el papel y lo reduce a trozos diminutos. Tira la mitad en mi tacho y la otra mitad los mete en su bolso.

—Me pareció que habías dicho que tenía novia.

—Sí, pero terminó con ella, y ahora solo se están acostando.

—Eso no suena a que han terminado.

—¿A quién le importa? No quiero salir con él, solo quiero gustarle...ya sabes, para acostarnos.

—Quieres gustarle más que ella —deduzco.

Rita me saca la lengua y me pasa otro papel, que dice: "Edgar, de contabilidad".

—Un poco de eso. En realidad quiero dejarlo con la boca abierta y que le diga a su amigo lo buena que soy —me señala el papel—. El problema es que no sé cómo hacer para que se interese, la mitad del tiempo sentía como si se estuviera masturbando contra mí.

—Eso es demasiada información.

—Esa es la cruda realidad —continúa sin hacerme caso, volviendo a romper el papel—, y tengo varias amigas que pasan por lo mismo. Sigo sin entender cómo disfrutar con el sexo, hasta ahora no me veo ni siquiera a la mitad de un orgasmo. Qué digo a la mitad, no llego ni al diez por ciento.

—Eso es triste.

—Deja de decirme cosas que ya sé. Explícame, ¿cómo haces para que Gabriel nunca se aburra? ¿Es una pregunta muy indiscreta? Debería callarme ahora mismo.

Quiero darle la razón, pero me conmueve su aspecto de pajarito herido.

—Es que Gabriel y yo hemos aprendido juntos, tenemos confianza para decir las cosas, y no me asusta que eso le haga verme menos sexy.

Un recuerdo de nuestra primera vez me atraviesa y me río internamente por lo terribles que éramos.

—¿Y qué hago si solo quiero impresionarlo?

18 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora