El Despertar de los Caídos

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ACTO IV “Confía. Él es.” 

-Gianni…- ¿era a caso la figura de su hermano? ¿aquel al que había estado buscando todo este tiempo? Pero se veía tan cambiado:- Gianni…-volvió a repetir:-¿En verdad eres tú? ¿Qué te ha sucedido?- 

-¿Cuánto tiempo más necesitas para darte cuenta? Únete al bando ganador…-Entonces recordó quién había robado a su hermano aquella noche. Se irguió y le espetó, haciendo sus sentimientos a un lado: 

-Vade retro, Satana.-

La expresión en el rostro de Gianni cambió en un segundo al oír esas palabras, Luca continuó:

-No desafíes los divinos designios.- 

- Como quieras… Ministro del Cielo… estás enterrándote con tus creencias vanas… -le dio la espalda con lentitud, y antes de desaparecer ante los ojos de Luca, le dijo casi en un murmullo imperceptible:-Cuídate…- y al instante se esfumó. No lo hicieron así los perrazos que ahora se habían multiplicado. Lo acechaban cada vez más. Sus ojos ahora eran rojos… sus bocas emitían espuma. 

-Lindos…. Lindos perritos…-murmuró Luca retrocediendo, encontró junto a un cesto de basura, lo que parecía ser una vara de madera. La tomó. Justo a tiempo y atinada fue esta maniobra, ya que al segundo siguiente, uno de los perros más grandes se arrojó a él, con la intención de destrozarle el brazo. Luca logró evitar la mordida, colocando a modo de mordaza aquel instrumento salvador, pero la fuerza con la que el animal se le había abalanzado, lo arrastró hacia el fondo del callejón, dejándolo irremediablemente, entre el muro y aquella jauría endemoniada. Aquello no le estaba gustando, en realidad ya no le había gustado desde el principio. Pero lo cierto era que el perro que tenía encima no lo soltaba, y cada vez estaba más violento, mientras que los otros iban avanzando amenazadoramente. 

-Todos quieren jugar… parece…-murmuró con dificultad, el perro más grande ya estaba a unos pocos centímetros de él, ladrándole con bravura, y entonces se abalanzó sobre el cura. Éste cerró los ojos para aguantar el ataque, pero no lo recibió. Abrió los ojos justo a tiempo para ver como el perro inmenso con el que había estado luchando hasta ese momento volaba por los aires. Parado frente a él pudo distinguir un guardapolvo blanco como la nieve. 

-¿Doctor?-preguntó Luca asombrado ante tal aparición. 

- Padre… no es el momento de explicaciones…-le espetó el médico mirándolo solo por un segundo, él también sostenía una vara de madera:-Obviamente que si escapaba del hospital herido como estaba íbamos a salir a buscarlo, por todos los santos… ¿de dónde son estos animales? Nunca vi perros tan grandes.- 

-Del Haberno.-sentenció Luca, poniéndose de pie, metió su mano en su bolso, y sacó un frasco de vidrio, con tapa de oro. 

-¿Qué hace?-preguntó Damián:-¡No es hora de embriagarse!- Luca lo miró rojo hasta las orejas. 

-¿Cómo? ¡Esto no es alcohol!-le espetó. 

-Bueno, perdón. No creo que sea hora de discutir… hay que salir de esto…-dijo el joven médico. 

-A eso voy…-murmuró por lo bajo Luca, tomó el frasco y abriéndolo, se fue acercando con lentitud hacia esas bestias. 

-¡Padre! ¿Qué hace? ¿está loco?- se exasperó el muchacho. Por algún motivo sentía una necesidad imperiosa de protegerlo. Luca comenzó a recitar en voz alta y con autoridad: 

-Aqua fortis , aqua pura, aqua regia, aqua vitae, Deo vindice, Deus vult!– ante estas palabras firmes, los animales comenzaron a retroceder temerosos, y cuando empezó a rosearlos con aquella agua, salieron corriendo despavoridos… porque al hacer contacto con aquel líquido, sus cuerpos ardían… Damián observaba todo esto atónito… 

-Padre…-alcanzó a decir. Luca giró sobre sus talones, y lo miró sonriente: 

-Gracias por su ayuda, doctor. ¿Sabe dónde queda la estación de policía?-preguntó, guardando con cuidado en su bolso el agua bendita. Damián no había pestañeado desde la última vez que vio salir a esos animales ardiendo: 

-Sí… queda a veinte cuadras subiendo por esta misma avenida…-respondió casi automáticamente. Luca volvió a sonreírle, se acercó y le dio la mano: 

-Gracias nuevamente. Adiós.-se dio media vuelta y comenzó a caminar. Pero Damián reaccionó justo a tiempo. 

-¡Aguarde! ¡Padre Luca! ¿puede explicarme todo esto?-

Luca se volteó para verlo. Los ojos de aquel muchacho le parecían algo familiar. De pronto una voz sonó en sus sentidos: “Confía. Él es.” La sonrisa de Luca se hizo más amplia. 

-Venga doctor… acompáñeme y le contaré.- Damián no entendía por qué de pronto estaba siguiendo a aquel sacerdote tan extraño… 

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-Damián… ¿eres conocedor de las escrituras?-preguntó Luca. El doctor caminaba a su lado sosteniendo un café. 

-No mucho. Estudié algo de catecismo en la escuela…- admitió. El cura sonrió: 

-Pues antes que la tierra se poblara existió una gran batalla en el cielo…- 

-¿Se refiere a la de Lucifer, el ángel más hermoso que se rebeló contra Dios?- Luca le hizo un ademán como para que continuara. El joven doctor prosiguió:-Bueno. No lo recuerdo muy bien, pero Lucifer consiguió juntar un gran número de ángeles, y una gran guerra se inició, perdieron y cayeron al infierno. Allí Lucifer se deformó, y se convirtió en el demonio horrible que todos conocemos por las imágenes…¿pero eso qué tiene que ver con esos perrazos y la muchacha que quiere rescatar de la cárcel?- Luca tomó aire, miró de reojo a su compañero, y decidió explicarle, de la manera menos traumática, lo que estaba sucediendo: 

- Como bien has dicho… esos ángeles son conocidos como los caídos. De entre ellos habían cinco comandantes que eran los más fuertes. En los que Lucifer confiaba. Cada milenio esos cinco seres vuelven a despertar en este mundo, y de entre todos los sacerdotes de la èlite de exorcistas… se escoge a uno, con capacidades especiales… un elegido de Dios… un profeta o Ministro del Cielo. También los demonios tienen un humano con capacidades especiales, con espíritu oscuro, como su Ministro. Éste es solicitado por Lucifer, y a él obedecen los cinco comandantes. Su objetivo es el dominio de las almas… - 

-Aguarde Padre… ¿lo que trata de decir es que hay seis locos del infierno haciendo estragos? ¿pero entonces qué…?-Luca veía desesperación en las palabras de aquel muchacho. Sonrió y lo interrumpió alzando su mano. 

-Dios no deja esto así… la misión del Ministro del Cielo es hallar a tres ángeles guerreros, tres comandantes celestiales, que sirvieron bajo el mando de San Miguel. Los caídos, cuando despiertan en este mundo, ya conocen su misión, desde sus cunas… pero los ángeles pierden la memoria cada vez que nacen aquí. Por eso es que es más difícil encontrarlos… entrenarlos y despertarlos…- 

-¿Por qué? Es una gran desventaja…-la preocupación no se había borrado del rostro del médico. Luca suspiró: 

-“Mi Reino no es de este mundo.”-citó entonces, mirando hacia el cénit. Damián lo miró: 

-Eso dijo Jesús frente a los que lo condenaron a muerte.- Luca lo miró satisfecho. El doc era un hombre de fe. Eso era un gran alivio para él. 

-El mundo es dominado por el Príncipe de las Tinieblas… siempre estará con ventajas…- 

-Padre…¿ usted… es el Ministro del Cielo?-preguntó Damián algo turbado. Luca asintió:

-¿Y esa chica… es uno de los ángeles guerreros?- El presbítero volvió a asentir. Ahora volvió a mirarlo de reojo… esperaba que siguiera meditando por ese camino. Damián apuró el café, y lo arrojó a un cesto de basura con un tiro certero, respiró profundo, y preguntó al sacerdote, sin mirarlo a los ojos:

-Y… ¿por qué me cuenta todo esto a mi?- Luca se paró, Damián siguió unos pasos más, pero al notar que el cura se había detenido, él también lo hizo, se dio vuelta con lentitud, hasta que sus ojos negros se toparon con los de aquel sacerdote. 

-Porque tú también eres uno de los guerreros de Dios.- ...................... 

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