El Despertar de los Caídos

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CAPÍTULO X EL DEMONIO DE SIETE CABEZAS 

Despertaron en un cuarto confortable… las sábanas eran muy suaves, y había un aroma floral agradable… tardaron el recordar el último suceso… al sentarse en sus camas se observaron mutuamente, y se sonrieron. 

-Hermanos… siempre tan jóvenes y hermosos…- dijo Pablo, poniéndose de pie, el resto lo imitó. 

-¿Ésta vez también serás nuestro líder? Es el único castigo que tendremos…-observó Damián, con un resoplido. 

-Y también que ése cura sea nuestro Ministro.-dijo Cristina, caminando hacia ellos, y antes de abrir la puerta por la que los tres saldrían, se miraron por última vez, rieron, al tiempo en que Pablo anunció: 

-Que bien que nos ha cuidado… está loco pero es realmente fuerte…- Damián y Cristina lo siguieron. 

-Sí…-afirmó la muchacha. 

-Ni que lo digas…-terminó por decir el joven doctor, y los tres se dirigieron al cuarto del sacerdote. 

-Son los ángeles…-anunció un sacerdote en la puerta donde se encontraba recuperándose Luca, los muchachos entraron y lo vieron. Recostado e inconciente se encontraba el joven cura, rodeado de médicos y enfermeros, aquello parecía una sala privada de un hospital. 

-¿Qué sucede?-preguntó Cristina, la preocupación se veía en sus ojos. Entonces habló el Cardenal: 

- Es el sacrificio del rito de Moritur et Orbitur… él recibe el daño que se infringe a los ángeles por medio de sus rezos…- 

- ¿Cómo? Aguarde un segundo…-Pablo quería entender todo aquello que estaban diciendo… ¿a caso por su culpa ahora Luca estaba así?:-¿Quiere decir que todos los golpes y… las peleas que hemos tenido con el Maligno… él… su cuerpo…?- 

-Así es… sino… ¿cómo explicar el que sus cuerpos estén indemnes?-les señaló el Cardenal. Los tres se miraron… eso no era justo… el Cardenal supo entender la expresión en los rostros de aquellos tres jóvenes, entonces dijo:-Esa es la tarea del Ministro… él…-pero no pudo terminar de hablar… Damián se veía algo intranquilo, la expresión en su rostro, habitualmente sereno, había cambiado. Mudo, se acercó a la ventana… como presintiendo algo, sus compañeros lo notaron. 

-¿Qué sucede?-preguntó Pablo, acercándose a él. Damián hizo un ademán con su cabeza, señalando al demonio motorizado con el que habían tenido que lidiar en la autopista. Se encontraba del otro lado de la calle, la moto rugía. Llevaba el casco colocado, y parecía estar observando fijamente el Templo. 

-Azazael…-dijo Pablo, y los tres jóvenes parecieron haber sido tocados por una corriente eléctrica. Salieron velozmente de la habitación, pasaron por el cuarto de armas que quedaba debajo de las escaleras, instintivamente conocían cada rincón de aquella fortaleza… ya habían estado muchas veces allí. El Cardenal y dos sacerdotes más, trataban de hacerlos desistir de todo aquello. Pero ellos parecían no querer escucharlos… jamás se perdonarían el que su Ministro haya quedado herido por culpa de ellos… y para recompensarlo… iban a matar a esos cinco malditos… 

- ¡Ángeles… por favor… aún les falta entrenar!-rogaba el santo pontífice, pero ya era demasiado tarde, salieron por la puerta, y ni bien el Caído los vio, hizo rugir aún más la moto, y emprendió la retirada. 

-Huye.-observó Damián. 

-No te preocupes… lo atraparemos…-afirmó Pablo, invitándolos a subir en su auto, salieron a alta velocidad detrás de aquel demonio. 

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Azazael parecía estar divirtiéndose, cada tanto miraba hacia atrás, esperaba que aquellos ángeles lo siguieran… Pablo así lo supo. 

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