El Despertar de los Caídos

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ACTO VII Reunidos 

Pablo se encargó de arreglar todo aquello con los policías, no solo era oficial de la fuerza, sino que además era hijo del Jefe del Departamento Central de Policía. Los patrulleros abandonaron el sitio. Luca y Damián aguardaban pacientes a que todo eso acabara. Una vez el joven policía se acercara a ellos, el sacerdote lo invitó a entrar. Pablo respiró profundo, y dijo por lo bajo: 

-No hay dudas de que debo seguirlo, todo esto parece sacado de una película de ficción…-y sin más, entró tras ellos al Templo. 

Entraron, y una brisa tibia les recorrió los cuerpos. Parados hacia el final del pasillo que llevaba al Altar se encontraban seis presbíteros. Uno de ellos, el más anciano, llevaba ropas de cardenal. 

-Bienvenido, Ministro…-lo saludó con una respetuosa reverencia.

Pablo le dirigió una rápida mirada a Luca. Le había sorprendido como aquel hombre que parecía importante, se reclinaba de esa manera frente a él.:

-Lo aguardábamos… ¿son ellos los Ángeles?-terminó preguntando el cardenal. Luca asintió en silencio. Ahora sí que el joven policía no entendía nada. 

-Jóvenes… nosotros somos de la orden de San Ignacio de Loyola. Sacerdotes de la élite de los exorcistas…-habló un sacerdote de la izquierda:-Nuestra misión en…- 

-Aguarda… que falta el tercero…-lo detuvo el cardenal. Luca bajó la mirada, algo avergonzado. 

-Lo había encontrado… al guerrero de la fortaleza… pero lo he vuelto a perder…-dijo, casi en un hilo de voz. 

-Oh, no, Ministro…-la sonrisa del cardenal no podía ser más cálida, entonces señaló con su mano el ala derecha del recinto, y de entre las cortinas, surgió una bellísima muchacha, vestida de blanco:-Ella misma vino a nosotros…-terminó diciendo el santo hombre. 

-¿Quién es ella?-preguntó el joven cura, a la chica no le agradó que no la reconociera. 

-¡Oiga Padre! ¿Cómo que quién soy yo? ¿A caso esos tipos que lo golpearon lo dejaron lelo o qué?- exclamó la muchacha, acercándose al grupo. Luca subió una ceja, esa voz y esa forma de hablar… le parecía familiar… 

-¿Cristina?-preguntó asombrado. Ella frunció sus labios. Él se alegró:-¡Claro que eres tú!-dijo sonriente:-¡No te había reconocido con la cara limpia! JAJAJAJAJAAJAJA!- Entonces la chica le propinó un golpe en la cabeza. 

-Realmente es un idiota…-murmuró por lo bajo. Los sacerdotes permanecieron petrificados ante tal escena. El obispo tosió, y dijo: 

-Bien… precedamos…- :::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::. 

-Oigan… curas…-habló Pablo, estaban ahora sentados en una habitación, era muy espaciosa, y en las paredes se mostraban vitreaux de imágenes bíblicas, en las que los protagonistas siempre eran ángeles. 

-Este es el Templo de Santa Isabel, la Fortaleza de los Ángeles.-dijo el cardenal:-Supongo que el Padre Luca ya los ha puesto al tanto de la situación.- Sonrió luego, pero todos comenzaron a mirarse entre sí, para luego terminar mirando a Luca, éste se rascó con nerviosismo los cabellos y dijo: 

-Eh…. Ehm… solo… a uno…-y acto seguido señaló al doctor con un dedo tímido. Todos los clérigos borraron las sonrisas de su rostro. 

-Bueno, no hay problema.-habló el cardenal:-Cristina, Damián y Pablo. Luca los ha encontrado al fin… ustedes han sido elegidos por Dios desde un principio…- El cardenal prosiguió a explicarles todo a cerca del por qué estaban ellos ahí. Cada palabra que decía provocaba en los presentes gestos de incredulidad, cada tanto dirigían una mirada rápida a Luca, lo raro de todo eso era… todos parecían estar diciendo la verdad. 

-Aguarde… aguarde…-lo detuvo alzando su mano el policía:-¿Acaso pretenden que peleemos contra monstruos como los que estaban en esas motos?- Luca lo miró, respondió solicitando permiso del máximo presbítero: 

-Por eso están aquí. Deben entrenar. Deben despertar.- 

-Mire curita, yo ya estoy bien despierto como para saber que esto es una locura.-se burló Pablo, Cristina ladeó hacia él y observó algo despectiva: 

-Más que despierto yo diría bien borracho…- el joven policía la miró como un ogro. 

-Sé que suena a locura… pero… yo no puedo más que creer… Pablo, tú viste lo mismo que yo…- dijo Damián. No había lugar a dudas. 

-Sí… lo sé…-pensó entonces.-¿Y dicen que la humanidad solo depende de nosotros cuatro?-dijo luego, subiendo el rostro hacia los clérigos. Todos asintieron en silencio:-Pues pobrecitos…- 

-¡Oye!-se quejó Luca. Pero no importaba ya. Los tres habían dado su consentimiento para ser despertados. Esta idea hizo que se dibujara una sonrisa de alivio en su rostro. 
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-Sí, solo dile que estoy con licencia médica… sí… mononeuritis infecciosa. ¿Cómo que si eso existe? ¡Pues claro que existe! ¿Qué? ¿Qué como se llama mi doctor? Tarelli, sí. Doctor Tarelli. Bien. Adiós.-que desconfiados son en esta estación de policías…-terminó diciendo Pablo cerrando la tapa de su celular y volteando hacia sus compañeros. Damián lo miraba más que anonadado. 

-Prefiero estar muerto antes que ser tu doctor.-le espetó. 

-Que malo, doc. ¿Y dónde quedó el juramento Hipocrítico?-le dijo sentándose a la mesa, en donde los aguardaba una cena suculenta a los cuatro salvadores.

-Es juramento Hipocrático.-lo corrigió algo tensionado el doctor. 

-Sí, lo que sea… oye Padre…-Pablo dirigió su atención ahora a Luca, éste alzó la vista.:-Mañana empezaremos entonces con el entrenamiento, ¿no? ¿Sabe de que se trata?- Luca tomó su cuchara, y comenzó a beber la sopa, pero antes dijo: 

-No puedo decirles de qué se trata.- 

-¿Cómo?-se asombró Cristina, había preguntado esto con medio pollo cocido en su boca. 

-Es un entrenamiento corto… pero efectivo… ya lo verán mañana… ahora coman y duerman. Necesitarán energías…-dijo Luca. Los tres guerreros se miraron entre sí. La voz de Luca había sonado convincente… así que sin chistar, tomaron sus asientos y comieron. Mañana sería un día bastante largo. 

EL DESPERTAR DE LOS CAÍDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora