Capitulo 1

4.4K 110 3
                                    

Narra Anabella.

Ha pasado un tiempo. No muy largo pero tampoco muy corto.
Después de renunciar en la ferretería, empecé a trabajar en una Editorial. Bueno, me gusta la literatura y he estudiado algo sobre esto así que aqui estoy. Soy la secretaria del dueño y editora general en estos momentos.

Alondra es periodista, obviamente, y sigue con Santiago. Me alegra que sigan juntos, él la cuida y ama, es lo que mas importa.

A Él... No he vuelto a verlo. Gracias al cielo. Una parte de mi quería volver, abrazarlo, llenarlo de besos y que me haga suya. La otra me decía que me mantenga como estoy. No lo negaré, lo extraño mucho. Sueño con él algunas noches, es lo mas lindo. Lo feo es despertar y volver a la realidad.

— Ana, tu café.

Jack Hyle, mi jefe, me tiende un café. Mientras que Hillary, una compañera, me mira raro.

— Gracias Jack... Pero... ¿No se supone que yo debo darte esto?

Levantó un hombro sin interés.

— No te preocupes. Hoy me tocaba a mi.

Paso a su oficina, la cual quedaba a metros de mi escritorio. Suspire y tome de mi café.

— Creo que te tiene fichada..

Hillary rió ante mi rostro. Solo seguí con mi trabajo.
Al terminar, me despedí de todos y emprendi el rumbo hasta la mansión de José. Pues... Él se ha estado basando en artes y ha hecho varios cuadros y esculturas que quiere que yo vea. Asi que me invitó a la exposición y yo iré. 

— ¡Anita!

Me tire sobre los brazos de mi amigo

— Jose... Te extrañe mucho.

Desde que me gradúe no lo veía. Han pasado meses, solo hablábamos poco y nada por mensajes.

— Ven, tengo algo que mostrarte.

Con entusiasmo, me llevó a algún lugar de su mansión, la cual estaba repleta de gente. Nos frenamos y me mostró las paredes. Habían varios cuadros mios, pintados perfectamente.

— ¿Esto... Es por mi?

— Tu tienes un lugar particular en mi expo... Asi que hice esto para representarl...

José fue interrumpido por la voz chillona de una mujer.

— ¡Jose! Acaban de comprar todos los cuadros de esta chica.

Me apuntó. Abrí mis ojos a mas no poder, igual que mi amigo.

— ¿En serio? -Sonrió- ¡Genial!

— Ven, tienes que hacer los papeles.

La chica tironeo A José.

— Esperame aquí.

Asentí. Me sentía bastante observada. Pero, no por la cantidad de gente que había, era una mirada particular que no podía descifrar en este momento. Mientras intentaba ignorar eso, mire todos los cuadros. No se quien podría haberlos comprado, menos sin conocerme.
Cuando cambie la vista a otro cuadro, pude ver a alguien muy conocido. El cuerpo empezó a temblarme y sentí el miedo apoderarse de este. Tenia que irme, pero mi cuerpo no era Capaz de reaccionar.

— Hola...

Una chica pasaba con copas llenas de vino espumante, así que no lo pense dos veces y le saqué una. Me tome todo el contenido de un trago, suspire.

— Juan Luis...

Moví mi cabeza. Me di la vuelta para irme pero me sostuvo. De inmediato me solté.

— Tenemos que hablar.

— Nosotros no tenemos nada que hablar.

La misma chica paso con mas copas
Cambie la copa vacía por una llena. Esta me fue arrebatada, cuando miré, ya estaba vacía en sus manos.

— Era mía.

— Tu eras mía.

Subió una ceja. Yo solamente rodé los ojos y me fijé en él. Tenia puesto una camiseta blanca, arriba una camisa a cuadros roja, unos jeans negros ajustados y sus zapatos negros. A diferencia de hace algunos meses, él tenía un lindo cabello bastante largo, un poco mas de barba que antes y tenia el cuerpo mas trabajado.

— Disfruta de la vista ¿No es así señorita Mellark?

Salí de mi trance y lo miré mal.

— Idiota.

Quise irme de nuevo, y de nuevo lo impidió.

— Ana, Nena, por favor, vamos a hablar.

Nena... Hacia mucho no escuchaba esa palabra salir de sus rosados labios.

— Bien -Suspire rendida- Empecemos por el porqué compraste todos mis cuadros.

Miró mis ojos e hizo una mueca

— Te extraño -Murmuró- Y para recordarte los compré.

Abri mis ojos como platos. ¿Acaso dijo que me extrañaba? ¿O yo estaba soñando?

— ¿Podemos ir a un lugar mas privado para hablar?

Suspire y asentí con la Cabeza. Fui detrás de él, saliendo de la mansión de José. Nos subimos al coche, él arrancó a manejar sin rumbo alguno. Hasta que llegamos a su casa. La piel se me erizó de sólo ver el edificio delante de mi. Tenia miedo de que pasara lo de aquella vez, de salir herida, de que sea todo un pretexto para herirme.

Le tenia miedo a él. 

50 Sombras mas OscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora